Las cicatrices del Huallaga [CRÓNICA]
Las cicatrices del Huallaga [CRÓNICA]
Ricardo León

 Herido, con una pierna amputada y con el nuevo rango de suboficial brigadier de la policía, la única razón por la que Agustín Soto quiso regresar al Alto Huallaga después del ataque fue encontrar la respuesta a su pregunta más íntima: ¿Por qué yo me salvé?
Agustín solo recuerda que esa tarde del 20 de diciembre del 2005 él iba en el asiento posterior de una camioneta policial que se dirigía de Tingo María a Aucayacu, cuando sonaron disparos, una explosión y gritos prolongados de los atacantes y de los atacados. Se asomó al asiento del chofer, que ya estaba muerto; quiso salir del vehículo, pero la pierna no le respondía.

Los minutos siguientes transcurrieron entre la inconsciencia y la fuerza de voluntad. Cuando despertó la primera vez, tenía a dos compañeros suyos encima, muertos. La segunda vez quiso coger el fusil, pero no podía pararse. La tercera vez que volvió en sí vio frente a sus ojos un arma y escuchó una voz: “Apura, ¡mátalo!”; luego otra voz: “No le disparen, déjenlo ahí”. Cuando volvió a abrir los ojos, había abejas a su alrededor, atraídas por la sangre. Cuando despertó del todo, ya en Lima, una pierna le había sido amputada. Pronto supo que sus ocho compañeros habían fallecido. Allí surgió la pregunta: ¿Por qué yo me salvé?

Cronología trágica
Esa emboscada, perpetrada hace casi 10 años por una columna de Sendero Luminoso en el sector de Angasyacu, fue uno de los más graves crímenes cometidos por este grupo terrorista en el Alto Huallaga durante los últimos años.

Este territorio, que salió del estado de emergencia después de tres décadas de presencia muy activa de narcotraficantes y terroristas, guarda todavía historias que se mezclan no solo en el tiempo, sino también en el espacio: solo tres meses después del brutal ataque en Angasyacu, fue abatido a tiros Héctor Aponte ‘Clay’, un importante mando terrorista que organizó la emboscada. La distancia que separa a las cruces que colocaron al borde de la carretera con los nombres de los policías muertos y la cruz colocada sobre la tumba de ‘Clay’, en el cementerio de Aucayacu, es de apenas unos 10 kilómetros.  

Pero habría un ataque más. Después de ‘Clay’, la policía encontró y abatió a Epifanio Espíritu ‘JL’, en noviembre del 2007; también murió Juan Laguna ‘Piero’, en mayo del 2008; ambos eran miembros del círculo más cercano de Florindo Flores ‘Artemio’, el cabecilla senderista en la zona. Tiempo después, en el 2010, moriría ‘Rubén’, otro terrorista buscado durante años, y sería capturado Edgar Mejía ‘Izula’, el más sanguinario del grupo.

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