“Los terroristas mataban a los nativos que se enfermaban”
“Los terroristas mataban a los nativos que se enfermaban”
Redacción EC

RAÚL MAYO

La comunidad nativa de Mapotoa aún busca a sus muertos. Han pasado más de 20 años desde que se llevó a sus familiares, pero todavía los lloran. Por eso, cuando hallaron hace dos semanas un grupo de siete fosas no dudaron que en ese lugar, a dos horas de su pueblo, podrían estar los suyos. Hoy, ilusionados, cuentan las horas para que comiencen los trabajos de exhumación.

En esta localidad ubicada en el distrito de Pangoa, en la provincia de Satipo, en Junín, todos los habitantes hablan la lengua asháninka. Algunos pocos como Wilmer Roy Rodríguez Piori, secretario de la comunidad nativa de Mapotoa, hablan español. Él manifestó que uno de los sectores más afectados fue Yaynapango, que ahora se está repoblando después de la violencia terrorista de los años noventa.

Cuenta Rodríguez, de 35 años, que los relatos más crudos vienen de esa zona, a cinco horas de Mapotoa: “Llegaban aparentando ser pacíficos e incluso sociales, pero luego mostraban lo sanguinarios que eran y masacraban a sus contendores con golpes de machete, les arrancaban la cabeza o los ahorcaban. También pedían a los nativos que cantaran y bailaran, y cuando no lo hacían bien, los mataban, al igual que a los enfermos”.

Desgarradora historia que se suma a otras como las de Margarita Chuviante Chumpate, una mujer de 45 años que vio cómo las falsas promesas del senderismo se convirtieron en muerte: su papá, su mamá y su hermano fueron asesinados. Ella acabó acompañando a las huestes, siempre amarrada con una soga por las noches para que no se escapara.

“No sé dónde mataron a mi papá y mi mamá, porque cuando sucedió no estaba con ellos. Con la ley de arrepentimiento me dijeron que retornara a mi pueblo, pero no recibimos nada. Por ello, reclamo al gobierno educación para los niños, no tienen profesor, no hay puesto de salud”, cuenta.

Enrique Nicolás Chumpate, de 48 años, narra que a los 17 años lo llevaron a un lugar conocido como túnel de la muerte, a unas horas de Mapotoa, adonde los terroristas trasladaban a los rehenes que llegaban desde distintos puntos del país. “Mataron a más de 200 niños, mujeres, hombres y dejaban regadas y amontonadas sus ropas. A mi hermano lo mató Sendero. Yo le reclamé a ‘Mauro’ por mi hermano, pero me dijo que se había escapado, no sé dónde se encuentra”, revela. 

Las historias de horror se multiplican en Mapotoa y Yaynapango. Todos tienen familiares que fueron víctimas del terrorismo. Ahora que están repoblando sus localidades, quieren hacerlo con la certeza de saber dónde están enterrados los suyos. Luego, seguirán su camino, esperando que el Estado no se olvide de ellos.

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