ÓSCAR PAZ CAMPUZANO
¿En qué momento de la historia los antiguos pescadores de la costa norte construyeron una embarcación capaz de enfrentarse a la braveza de mar y a la de sus criaturas? ¿Es tan milenaria como se cree? ¿Aquella balsa era de totora y se parecía a las que hoy siguen surcando las olas de Huanchaco (Trujillo) y de otras playas del litoral peruano? Son preguntas que el sitio arqueológico Pampas de Gramalote ha comenzado a resolver.
En la zona se halló la evidencia más antigua del caballito de totora. Los estudios revelan que se usó en el antiguo Perú 1.500 años antes de Cristo, es decir, esta embarcación existió al menos hace 3.500 años.
Una vasija de 1.200 años de antigüedad en forma de una embarcación de totora con dos hombres encima era la única prueba contundente con la que contaban los arqueólogos para determinar qué tan ancestral podía ser esta balsa. La pieza, correspondiente a la cultura Cupisnique, se exhibe en el Museo Chileno de Arte Precolombino.
Pero el reciente hallazgo confirma que el caballito de totora es más antiguo, se parecía al que los pescadores usan hasta hoy e, incluso, se armaba con técnicas similares a las contemporáneas: usando una soguilla para atar los dos primeros cuerpos de totora (quiranas) y otra de doble amarre para unir toda la embarcación (guanganas).
La pieza hallada tiene 12 centímetros y está hecha de totora y amarrada con cuerdas de algodón. Es en realidad la mitad de lo que fue un caballito de totora en miniatura, como los que hasta hoy se siguen fabricando a modo de artesanía. ¿Pero con qué fin se hizo una embarcación de esta dimensión si no era para entrar al mar?
El arqueólogo Gabriel Prieto, quien investiga el sitio arqueológico Pampas de Gramalote desde el 2010, sostiene que se trata de una ofrenda. “Junto al fragmento del caballito encontramos un círculo de piedras, cubierto de material quemado. Es sin duda un contexto ritual”, comenta Prieto.
Dan Sandweiss, arqueólogo de la Universidad de Maine (EE.UU.), quien durante 20 años ha estudiado la relación del hombre prehispánico con el mar comenta que el hallazgo es de suma importancia. “Aunque se presume que el caballito de totora tiene un uso de 4.000 o 5.000 años, hoy al menos sabemos científicamente que hace 3.500 años existió”.
Prueba desaparecida
Son remotas las posibilidades de hallar un caballito de totora antiguo en tamaño real, según Prieto. Por su uso en el mar, la embarcación se desgasta y en un mes es inutilizable: pierde velocidad y su capacidad de flotar. Se presume que el antiguo pescador reciclaba las soguillas y usaba la totora para alimentar el fuego de las cocinas.
Gabriel Prieto cree que las balsas antiguas eran distintas, tal vez más grandes, como muestran las iconografías moche, lambayeque y chimú.
Esta tradición milenaria de construir caballitos continúa en los pescadores huanchaqueros y ahora es posible asegurar que lo que se ha conservado no es solo la técnica de fabricar las balsas, sino también la ancestral necesidad de dominar el mar.
RESTOS ÓSEOS APORTAN MÁS PRUEBAS
Antes de encontrar la ofrenda con forma de caballito de totora, otros hallazgos en el sitio arqueológico Pampas de Gramalote daban luces sobre la antigüedad de la tradicional balsa.
Los indicios más reveladores los determinaron las especialistas Mellisa Lund, Alí Altamirano e Isabel Salvatierra. Varios de los esqueletos analizados muestran marcas de ser pescadores robustos con patrones de fuerte musculatura en los hombros y de haber estado constantemente apoyando las rodillas en una superficie y los pies doblados. Ello indicaría que desarrollaban un movimiento con los brazos y una posición muy similar a los practicados hasta hoy por los pescadores.
Las huellas también se aprecian en las rodillas y en los omóplatos. Quizá por la posición con la que navegaban la embarcación.
A estas pruebas, Gabriel Prieto agrega que otra evidencia clara del uso ancestral de caballito de totora es el estudio de los restos óseos de especies marinas encontradas, sobre todo, en la zona doméstica de la aldea de Gramalote.
En las excavaciones se encontraron especies como la lorna, el suco, el robalo y la corvina que son pescadas cerca de la orilla, pero también se hallaron otros peces que solo es posible pescarlos en alta mar (cojinova y bonito), y para eso requerían una embarcación a fin de navegar unas dos o tres millas mar afuera.
Según el arqueólogo Víctor Piminchumo, existen evidencias del uso de la totora para construir viviendas hace 5.000 años.