Fuentes del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas confirmaron a El Comercio que integrantes de Sendero Luminoso asesinaron este lunes a al menos 14 personas (la fiscalía y la PNP aseguran que son 18) que se encontraban al interior de un bar ubicado en el centro poblado San Miguel del Ene, en la jurisdicción de Vizcatán del Ene, provincia de Satipo (Junín). Vizcatán del Ene es una de las localidades del Vraem declaradas en emergencia, pues registra tránsito constante de terroristas al servicio del narcotráfico.
MIRA | Vraem: 18 personas fueron asesinadas por miembros de Sendero Luminoso
Dos semanas antes de morir, el dirigente vecinal Elvis Sayme Curo había resistido medio centenar de azotes con bejucos, en las alturas del centro poblado Alto Mantaro, región Junín. Lo acusaban de ser informante del Ejército, de gestionar la instalación de una base militar en su pueblo y por no acatar las órdenes que impartía el grupo terrorista al mando de ‘Fernando’. Elvis quedó atado con las mismas ramas que le dejaron el cuerpo contrahecho pero, aquella vez, sobrevivió.
Siempre al mando de 10 o 15 hombres armados, ‘Fernando’ y su lugarteniente, ‘Rodrigo’ o ‘Julio Chapo’, se presentaban en Alto Mantaro, Valle Hermoso, Jesús de Belén y Valle Manantial, anexos del distrito de Vizcatán del Ene, como parte del Militarizado Partido Comunista del Perú (MPCP). Esa es la denominación que utilizan los remanentes de Sendero Luminoso que operan en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem). Un familiar de Elvis, a quien llamaremos Simón, calcula que, una vez al mes, la columna armada llevaba a los comuneros de Alto Mantaro al monte para adoctrinarlos y obligarlos a entregar alimentos, botas o mochilas. El terrorismo también exigía a los campesinos que poseían amplias áreas de cultivos, conceder una parte a los que menos sembríos tenían. Con esto Sendero fue consiguiendo el apoyo de comuneros y, en consecuencia, un fuerte divisionismo dentro de Alto Mantaro.
El 19 de junio del 2018, la población de Alto Mantaro fue reunida de nuevo. Antes que ‘Fernando’, cinco campesinos tomaron la palabra y sindicaron a Elvis por negarse a compartir sus tierras con la comunidad. Él no estaba; llegó casi a la medianoche al pueblo cuando los terroristas comían en casa de uno de los hombres que lo habían señalado. “Voy a encararlo” fue lo último que le dijo a Simón. Días después, el mismo comunero acusador esparciría en Alto Mantaro la noticia de que Elvis había muerto torturado, que nadie hallaría su cuerpo.
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Alto Mantaro, Valle Hermoso, Jesús de Belén y Valle Manantial están enclavados sobre quebradas boscosas donde no hay luz eléctrica ni agua potable. Cada pueblo alberga entre 35 y 100 familias conformadas por colonos que migraron de Apurímac o Ayacucho durante la década pasada, y que ahora subsisten del cultivo de coca, frutales o de la venta informal de madera. La base militar más cercana a cualquiera de estas localidades (Nueva Libertad) está ubicada a cuatro horas de caminata. No existen vías carrozables. Por pueblo hay tres autoridades que, de acuerdo con su jerarquía, son: el teniente gobernador, el agente municipal o delegado vecinal (representante de la alcaldía de Vizcatán del Ene) y el presidente del comité de autodefensa.
En un remoto caserío de otra región, a donde huyó por temor a morir, Simón cuenta a El Comercio que la ausencia del Estado en esas comunidades del Vraem ha permitido que el terrorismo establezca bases de apoyo: colaboradores, les llaman. “Son nuestros vecinos, pero con ellos nadie se puede meter”. Una suerte de servicio de inteligencia al que ‘Fernando’ reconoce como sus ‘mil ojos y oídos’, y a cuyos parientes entrega las tierras de los comuneros asesinados o desplazados. De hecho, los sembríos de cacao y yucas de los Sayme Curo en Alto Mantaro fueron repartidos luego de que esta familia dejara el pueblo empujada por las amenazas.
Como Elvis y sus parientes, otros campesinos que se negaron a seguir acatando las imposiciones de los terroristas, y a continuar abasteciéndolos, también escaparon de Alto Mantaro para salvar sus vidas. Los desplazados de ese centro poblado aseguran que Elvis Sayme fue obligado a cavar en su chacra la fosa donde lo enterraron, y que su cadáver sigue ahí. Días después del crimen, cuando Simón aún intentaba corroborar si aquella versión era real, la columna senderista lo llevó hacia un descampado. En aquel lugar, entre empellones y el cañón de una escopeta helándole la frente, le preguntaron: “¿Y ahora qué vas a hacer? ¿Irás a hablar con la ley? Si queremos, acá te matamos”.
Elvis Sayme fue el segundo dirigente asesinado en Alto Mantaro. Años atrás, al delegado vecinal Dionisio Huayanay lo desaparecieron en el río Mazángaro después de una golpiza similar a la que recibió Sayme. Al parecer, el de Huayanay fue el asesinato selectivo más antiguo en el pueblo, pero el caso no había sido denunciado por los campesinos hasta ahora. A inicios del 2017, a un comunero al que Simón y los desplazados de Alto Mantaro solo identifican con el apelativo de ‘Tallarín’, también lo mataron. Era peón de una de las madereras que compraba los árboles talados en la zona pero, corrido por los amedrentamientos, se había ido a vivir en un caserío vecino. La columna terrorista de ‘Fernando’ lo encontró y lo llevó de nuevo a Alto Mantaro para lapidarlo. A él le endilgaban la misma imputación que a Sayme y Huayanay: “soplón”.
—Hostigamiento y muerte—
A media hora de camino escarpado desde Alto Mantaro está el centro poblado José Olaya. Todos los días desde allí, el balsero Pedro Luján cruzaba el río Mantaro llevando pasajeros hacia Unión Mantaro (Ayacucho). Sus vecinos dicen que estaba amenazado por indagar sobre las identidades de los terroristas y que estos buscaban a Luján porque sabían que él tenía sus fotos. “Lo llevaron a Chivani, donde solo hay chacras. No lo vimos más”, rememora la voz trémula de un agricultor al que identificaremos como Héctor. El secuestro de Luján ocurrió el 7 de julio del 2018.
Héctor fue delegado vecinal en Valle Hermoso hasta fines del 2016. Ahora vive casi a 100 kilómetros del lugar donde está Simón. Hay que cruzar abismos vertiginosos que raspan los cuatro mil metros y bajar por laderas abruptas para llegar a su nueva morada: una casita a medio hacer incrustada al borde de extensos pastizales. Hasta allí llegó Héctor en resguardo de su vida con otras familias de Valle Hermoso.
Durante su último año como dirigente en ese pueblo, Héctor había rechazado que los comuneros pagasen a los terroristas el 50% por la venta de madera de los árboles que crecían en sus tierras. En una constante dinámica de informalidad, Sendero y sus colaboradores ingresaban a cualquier parcela para talar la cantidad de árboles que requerían los madereros que llegaba a operar en la zona. Al comunero posesionario del terreno intervenido le entregaban la mitad de lo que generaba la transacción, el resto era el cupo que debía pagar. Para ese entonces, terroristas y sus colaboradores extraían entre 20 mil y 30 mil pies tablares por cada pedido de los madereros. De acuerdo con la Dirección de Ambiente y Recursos Naturales del Ministerio de Agricultura, en el Vraem actualmente se pierden unas 30 hectáreas de bosques cada hora.
“La chacra es de ustedes, pero la madera es del partido”, le increpaban a Héctor. Vivía bajo continua intimidación, pero aun así se negó también a que el Militarizado Partido Comunista del Perú (MPCP) formara un nuevo centro poblado dentro de Valle Hermoso. Los terroristas pretendían empoderarse de los árboles de tornillo, roble y alcanfor que están en ese espacio y vender libremente la madera. Héctor informó esto a los campesinos de su pueblo en una reunión, anunció que pediría auxilio al Ejército y los invocó a no ceder más ante la presencia senderista.
El 27 de setiembre de aquel año, ‘Fernando’ mandó llamar a Héctor y al entonces teniente gobernador de Valle Hermoso, José Silverio. La cita era a las 4 p.m. en una orilla del río 14 de Julio, pero Héctor y Silverio, en medio de dudas y resquemor, llegaron casi a las 6 p.m. La demora fue asumida por ‘Fernando’ como otro acto de rebeldía que atribuyó enteramente a Héctor. “Quién te crees. El partido es el que hace justicia. Acá te vas a morir y acá te vamos a enterrar”, le gritó. ‘Rodrigo’ lo golpeó con su fusil en el pecho y ordenó al resto de la columna armada que lo amarrasen.
Echado sobre vegetación seca, una bota pisando su rostro, Héctor oía pasmado: “Eres enemigo del partido, te has quejado en la base militar, quieres que construyan una carretera para que nos manden tropas”. Supo entonces que le dictaban lo que había expuesto la víspera en la asamblea vecinal. Hubo colaboradores del terrorismo en la reunión, pensó, quizá los mismos que tiempo atrás habían sindicado al líder vecinal Ramón Macedo Zúñiga, un agricultor que desapareció y estaría enterrado en algún lugar de Valle Hermoso. Los terroristas tuvieron varias horas oprimido a Héctor hasta que lo soltaron con una advertencia: “Toma esto como un ‘cariño’ y no te vayas a quejar”.
Héctor se fue de Valle Hermoso y no regresó hasta un año después. Para entonces, setiembre del 2017, las amenazas atormentaban al presidente del comité de autodefensa, Adrián Bovis Vega. Sendero venía exigiendo a los campesinos que formaran falsos comités de autodefensa para que recibieran armas y las usaran contra los militares. “¡Ya es hora! ¡A luchar!”, les decían. Adrián era el más duro opositor a ello. ‘Fernando’ y ‘Rodrigo’ o ‘Julio Chapo’ secuestraron a la esposa de Adrián Bovis, Yolanda, para conminarlo a ceder el control del comité de autodefensa. Pero ni esto lo doblegaba.
Una tarde los terroristas irrumpieron en un partido de fútbol que jugaban los comuneros, y se llevaron a rastras a Adrián con su hermana, Elva Bovis, hacia el mismo lugar donde habían retenido a Yolanda, cerca del río 14 de julio. Algunas horas después, Elva Bovis pudo regresar del cautiverio. Nadie en Valle Hermoso volvió a saber de Adrián. Para aquel año (2017), las huestes de los hermanos Quispe Palomino, cabecillas del llamado MPCP, habían asesinado a 446 personas en todo el Vraem desde 1999, según un registro de acciones del clan terrorista obtenido por la ONG de derechos humanos Waynakuna.
La estela de sangre y muerte que ha dejado esa facción de Sendero Luminoso entre el 2017 y estos días parece extenderse largamente por Vicatán del Ene. Walter Tito, un primo de Héctor, estima que 25 familias han dejado el distrito debido a la violencia. La suya salió del centro poblado Valle Manantial cuando empezó a ser hostigado por tener chacras en Jesús de Belén. Los terroristas exigían a las familias de ese y los otros pueblos de Vizcatán del Ene que tengan casa y sembríos en un mismo lugar, para ejercer así un férreo control de la población. Detrás de Walter, su esposa e hijos, escaparon más comuneros de Valle Manantial hartos y temerosos del asedio senderista.
De los asesinatos selectivos perpetrados durante los últimos años en Vizcatán del Ene –unos nueve–, la fiscalía solo tiene en carpeta el caso de Elvis Sayme Curo. La policía antiterrorismo sostiene que el resto de crímenes no han sido denunciados por temor de los deudos. Walter refrenda esa tesis. Dice que el último ha sido en enero contra un campesino al que llama ‘Bigote’, en Jesús de Belén. No recuerda su nombre o, más bien, ya no quiere recordarlo.
-Terror latente-
El Militarizado Partido Comunista del Perú (MPCP) consignó los asesinatos de Elvis Sayme Curo y de Pedro Luján en el documento “Campañas y contracampañas de cerco, aniquilamiento y desintegración-forma principal de guerra en el Perú”, incautado tras el asesinato del terrorista ‘Basilio’, el año pasado.
‘Fernando’ y ‘Rodrigo’ (o ‘Julio Chapo’) son mandos intermedios del MPCP y brazos operativos del cabecilla terrorista Víctor Quispe Palomino ‘José’ en Vizcatán del Ene (Junín).
La Dirección Antiterrorismo (Dircote) de la Policía Nacional aseguró que el registro de acciones de los hermanos Quispe Palomino (1999 - 2017) obtenido por la ONG de derechos humanos Waynakuna, es un documento real.
-“El terrorismo ha vuelto a afectar socialmente a mucha gente”-
Vizcatán del Ene fue creado como distrito en octubre del 2015. Se ubica en la provincia de Satipo, selva de Junín, en la margen izquierda del río Ene. Esta es una de las localidades del Vraem declaradas en emergencia, pues registra tránsito constante de terroristas al servicio del narcotráfico. La Dirección contra el Terrorismo (Dircote) calcula que casi un centenar de integrantes de Sendero Luminoso, distribuidos en columnas armadas, operan en Vizcatán del Ene. Se trata de grupos itinerantes que forman campamentos durante sus constantes correrías a lo largo del valle. Algunos de estos campamentos son denominados Mercedes, Johnson, Bidón, Culebrita, Rocoto y Lucipata, entre otros.
Vizcatán del Ene alberga largas extensiones de cocales, pozas de maceración y laboratorios para la elaboración de clorhidrato de cocaína. De ese distrito parten algunos de los principales corredores de droga en el Vraem, en los cuales el terrorismo cobra por el resguardo de ‘mochileros’ del narcotráfico así como por la entrada y salida de insumos para la preparación de clorhidrato de cocaína. Es decir, se trata de un bastión económico para las huestes de los hermanos Quispe Palomino. Otra estimación de la Dircote da cuenta que el 33% de la droga que se produce en el Vraem transita por Vizcatán del Ene y es controlada por Sendero Luminoso.
Cerca, a un día de camino agreste e inhóspito, está Vizcatán, localidad donde el 2008 las Fuerzas Armadas intentaron, sin éxito, retirar a los terroristas, aplicando el plan denominado Excelencia 777.
El especialista en temas de narcotráfico y seguridad pública Pedro Yaranga indica que los desplazamientos de grupos familiares registrados en los distritos de Vizcatán del Ene y Santo Domingo de Acobamba, en Junín, demuestran una situación que no ocurría, con la magnitud que ha tenido en ambos casos, desde hace más de veinte años.
“El terrorismo ha vuelto a afectar socialmente a mucha gente. Los Quispe Palomino hacen un trabajo partidario, pero no han podido expandirse. En su pretensión de hacerlo, cometen asesinatos selectivos”, opina. Sendero Luminoso produjo el desplazamiento de unos 600 mil peruanos dentro del país entre 1980 y el 2000, según cifras oficiales.
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