En julio de 1987 no solo se descubría la tumba del Señor de Sipán. Aquel mes también se revelaba la fórmula para dinamizar la cultura en el norte del país: ese interés que surgió a raíz del hallazgo de Walter Alva fue tan grande que terminó financiando otros proyectos que, en sí, promovieron nuevos descubrimientos en esta región norteña, como el museo Brüning, Sicán, Túcume, Huaca Rajada y Chotuna Chornancap.
El resultado de esta cadena de gestiones culturales, 26 años después del hallazgo del Señor de Sipán, son los 366.475 turistas —la mayoría peruanos— que visitaron los seis museos de Lambayeque en el 2013, es decir, cerca de 1.000 personas diarias dispuestas a emprender ese viaje por la historia. Según las direcciones de cultura de Piura y Lambayeque la asistencia a museos aumenta 15% cada año.
Ahora bien, ¿qué hace que un peruano invierta en su pasado? ¿Por qué una visita por los corredores de un museo vale mucho más que los S/.10 del boleto de entrada?
La clave está en la identidad, nos dice Walter Alva. “En el caso de Sipán, era la primera vez que un personaje del antiguo Perú era hallado en condiciones intactas. Ese hallazgo originó que el Estado invirtiera más en investigación. Además, la imponencia de la infraestructura del museo, cuyo diseño es la de una pirámide trunca, al estilo moche, es parte de la historia de los lambayecanos”, sostiene.
La respuesta del arqueólogo es la misma para toda la costa norte. El complejo arqueológico El Brujo, donde reposa la gobernante moche conocida como la Dama de Cao, recibió a unos 30.000 visitantes en el 2011, y a partir de entonces la cifra aumenta en 8.000 cada año. La casa museo Miguel Grau, en Piura, recibe a 3.500 visitantes cada mes y el museo municipal Vicús acogió el año pasado a 17.000 personas, 2.000 más que en el 2012.
“Todos partimos del mismo origen. Los museos son importantes para la formación del ser humano pues enriquecen su personalidad ayudándole a crear un sentido de identidad y pertenencia”, respalda Rafael Guerrero Vásquez, decano del Consejo Directivo Norte del Colegio de Antropólogos del Perú.
AÚN NO SON RENTABLES
Por dentro, no hay museo peruano que sea rentable para el Estado. El Tumbas Reales es el único que podría autofinanciarse, y el resto recibe mucho menos ingresos por visitas que los que se requieren para conservar sus piezas y mantener al personal. Por fuera, sin embargo, estos recintos han generado importantes cadenas productivas que benefician a un sinnúmero de pobladores.
“Desde el 2002, fecha en que se inauguró el Tumbas Reales hasta la actualidad, el 40% de las construcciones en la región están ligadas al turismo, como hoteles y restaurantes. Antes los turistas visitaban Lambayeque por sus playas y su comida, pero ahora lo hacen por los museos”, indicó Walter Alva.