La única persona que vio a Karina Ramírez cargando el cadáver de su bebe fue una enfermera. Eran las 10:30 de la noche del 3 de marzo y la Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología del Hospital Regional de Loreto estaba desierta, silenciosa. Karina abrazaba y besaba a su pequeña con las fuerzas de una madre desesperada: desde que había nacido, solo vio el frágil cuerpecito de su María Fe de Jesús a través de una fría incubadora. Era la primera vez que la sentía entre sus brazos y sería también la última.
Los médicos le explicaron que su hija murió por haber nacido antes de los seis meses de gestación. Desde que le practicaron la cesárea, Karina escuchó muchas veces que su niña tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Pese a eso, en sus 25 días de vida, María Fe fue ganando peso y ni siquiera se necesitó de un ventilador artificial para llevarle oxígeno hasta sus pulmones.
Pero en sus últimos tres días todo se complicó. Karina le vio una extraña hinchazón en la barriguita. Eso no llamó la atención de los médicos hasta que fue necesario entubarla y esperar lo peor. Solo hubo una enfermera la noche en que el corazón de María Fe dejó de latir. Karina, afuera, en una pequeña sala de ese hospital, estaba a punto de saberlo.
Hospitales enfermos
La muerte masiva de nueve bebes entre el 14 de febrero y el 9 de marzo desnudó el lado menos alegre de Iquitos. Sus hospitales están contaminados con peligrosas bacterias y la falta de equipos, así como de enfermeras y médicos, han hecho que los servicios de salud en Loreto estén al borde del colapso. Que el día de la muerte de María Fe haya estado de turno solo una enfermera en UCI fue más que un infortunio del destino, fue la realidad cruda y dura de un sistema de salud enfermo. Grave.
En el 2012, Loreto registró más de 52 mil nacimientos, y tiene apenas un neonatólogo para toda la región. Se trata del médico Hermann Silva, quien el pasado lunes asumió la Dirección Regional de Salud. Ahora, el único neonatólogo de Loreto está detrás de un escritorio, alejado de las consultas, de las visitas médicas y de las incubadoras.
En el área donde murieron los nueve bebes, un pediatra es quien vela por los pequeños pacientes, a falta de un especialista en neonatología. Una enfermera se encarga de cuidar y alimentar a seis u ocho niños a la vez. Lo único que sobra en este hospital son las necesidades.
El gobernador regional de Loreto, Fernando Meléndez Celis, reconoció que los hospitales más importantes de la región carecen de equipos y personal, pero también que enfrentan un grave problema de bioseguridad: hay bacterias circulando en las áreas críticas. Quizá estos hospitales no sean los lugares más seguros para sanarse.
Vidas cortas
Ruby Rodríguez, de 27 años, está convencida de que fue una bacteria y el mal estado del hospital lo que mató a su pequeño Jesús Hasid, aunque los médicos digan que la causa fue su prematuro nacimiento.
De cada mil nacidos, 27 bebes mueren en el Hospital de Apoyo de Iquitos, el segundo más importante de Loreto. La prematuridad es la cuarta causa, según el jefe del área de neonatología de este nosocomio, Juan Carlo Ruiz Ríos, un médico general que hace 15 años atiende a recién nacidos en esta ciudad de la selva.
Jesús Hasid le siguió los pasos a María Fe. Murió un día después en la misma sala. Un día antes de que Jesús cerrara los ojos para siempre, su padre le había visto la barriguita hinchada. Los médicos le pidieron sangre y Ruby salió desesperada a la ciudad. Cuando volvió al hospital con un donante, ya era tarde. Una sábana blanca cubría el cuerpecito de su pequeño. El corazón se le hizo trizas.
La versión oficial del Ministerio de Salud es que solo uno de los nueve niños murió por la ‘Serratia marcescens’, una peligrosa bacteria intrahospitalaria. En cinco solo se presume, y en los otros tres se descartó.
La defensa asignada por el Estado a las madres ha pedido exhumar los cadáveres ya enterrados en el cementerio cerca de Iquitos.
Para el defensor público de Loreto, Carlos Navas, es necesario un peritaje de parte para esclarecer las muertes. Además, se debe aclarar si hubo negligencia médica y supuestos maltratos de médicos y enfermeras, dijo.
Milagritos fue la primera bebe en morir. Ocurrió a las 7:30 de la noche del 14 de febrero, el peor Día del Amor que vivió Ana Macedo, la madre. Todo iba bien: Milagritos subió de peso, dejó la incubadora, salió de UCI, tomó leche del pecho de Ana.
La barriguita hinchada apareció dos días antes de su muerte. Milagritos lloró y lloró, y la fiebre, literalmente, la estaba matando.
Solo cuando Ana encontró sangre en el pañal de su niña, los médicos la regresaron a UCI. Milagritos ya había luchado treinta días por su vida y esa noche libró –una vez más– una dura batalla hasta que su corazón no tuvo más fuerzas. La historia se repetiría varias veces en la misma sala.
Conoce más detalles en nuestra edición impresa.