Soy Mi Superhéroe: la app hecha por niños para vencer al cáncer

Un hada que apaga incendios, salva a sus amigos del ‘bullying’ y castiga a quienes contaminan el ambiente. Extraterrestres que llegan a la Tierra y son asistidos por las más singulares criaturas. Carreras de obstáculos en la que el reto consiste en llegar más lejos, alimentándote de frutas y recolectando monedas. Todo eso y más se encuentra en Soy Mi Superhéroe, la primera aplicación (app) de juegos para teléfonos móviles, diseñada por pequeños con del albergue Frieda Heller, en San Borja.

Los niños reciben clases de modelado en plastilina y animación stop motion desde hace dos años, gracias a Los Chanchos Vuelan, asociación de voluntarios creada por Gabriela Quevedo y Alejandra Chávez, ingeniera y comunicadora, respectivamente, de la Universidad del Pacífico.

Tras comprobar cómo el arte influía positivamente en los niños, de entre 3 y 15 años, ambas jóvenes decidieron transformar las piezas en algo más duradero y visible, que incentivaran a los pequeños a seguir divirtiéndose. “Con amigos diseñadores pudimos subir los videos y muñequitos de plastilina a un programa, y así crear el videojuego. Al ver sus diseños en la tablet o el celular, los niños solo quieren seguir creando historias y más personajes”, comenta Alejandra, quien ganó el concurso EmpredeUP 2015 con este proyecto.

Soy Mi Superhéroe está disponible para Android e IOS, a S/3,39. De ese monto, el 70% se invierte en medicinas y provisiones para el albergue (el 30% de cada descarga será para insumos de arte para los niños).

La meta de sus creadores es llegar a un millón de descargas este año.

—El aliciente de la risa—
Jolier tiene 10 años y, aunque parece serio, no puede evitar sonreír cuando las chicas celebran su más reciente creación: un tiburón amarillo, que pronto enriquecerá el stock de personajes de la app. Su mamá, Sarelú Tasabi, dejó su natal Tarapoto hace cinco meses para que el niño, aquejado por leucemia, fuese tratado en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas. “Pese al tratamiento, mi Jolier sigue jugando y aprendiendo. ¡Lo de la plastilina lo tiene todo loco!”, cuenta Sarelú.

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