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Piura: lo que el río no se llevó [CRÓNICA] - 7

Parado sobre una capa de 50 centímetros de barro, Enrique Sosa Aquino recuerda cómo era el colegio Genaro Martínez Silva, de Pedregal Grande, antes de la inundación. “Allí había dos canchas de concreto, más allá estaba el patio y esto de aquí era una vereda”, rememora. “Pero el río se llevó todo: las computadoras, los archivos, mesas, sillas”, añade. Afuera, la calle principal de esta villa es una suma de barro, desagües y artefactos inservibles. 

Aún la tragedia está fresca en este lugar, así como las marcas de agua en las casas, los animales muertos cerca del canal, el olor putrefacto que inunda todo, y el dolor en cada habitante. Porque, incluso tres semanas después de la inundación, Sosa Aquino se echa a llorar cuando ve los videos publicados por El Comercio.

“A esa señora [Milagros Sosa] yo la ayudé a salir de su casa…Uno puede parecer fuerte, pero esto fue demasiado. Todo esto que le ha pasado a mi gente nunca lo olvidaremos”, dice con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos. El hombre que llora volvió hace una semana del refugio San Pablo, junto a su esposa y sus siete hijos. A empezar de nuevo, a seguir luchando con lo poco que le quedó.

UNA SOLA FUERZA 
Quien también ha vuelto es Isabel Girón Aquino y su esposo Edgard Saavedra Yovera. La mujer luce un par de botas fucsias, que luego de ingresar a su casa se tornan marrones. “Hemos vuelto después de tres semanas, pero todo está lleno de lodo. Hemos perdido equipo de sonido, televisor, computadora. Y hemos encontrado una culebra que se ha ido al campo”, cuenta la mujer.

Su pequeña hija, de 5 años, ha aprovechado la visita a su casa para sacar sus alas de abejita. Sus otras hermanas han rescatado muñecas que protegen con los brazos. “Yo que pensaba regresar en estos días, pero vamos a seguir en San Pablo, no se puede volver todavía”, añade Saavedra Yovera, el papá de casa.

En la entrada del pueblo, un grupo de niños rodea a César Leigh, un publicista piurano que ha llegado con médicos de Lima y Piura para atender a los damnificados. Leigh pide a los niños cantar, como han ensayado. Luego los hace formar en fila india y los va cargando a uno por uno. Los carga y los tira en el aire. Los muchachos se ríen desbocadamente. Ríen en medio de un desastre que aún no termina. 

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