Cerro Negro: la montaña que se 'tragó' a tres trabajadores
Cerro Negro: la montaña que se 'tragó' a tres trabajadores

El comisario de volvió con las manos moradas. Tenía el rostro rojizo, resquebrajado, y los pies adoloridos. Allá arriba, a 3.800 m.s.n.m, en la cima del Cerro Negro, había conocido la ferocidad del páramo. No imaginaba que los relatos asombrosos de los comuneros de Yanta guardaran tanta verdad. 

Ellos le habían advertido que el cerro se molestaba, por eso se cerraba e impedía el ingreso de la gente. El comisario, comandante PNP Miguel Orozco, no creía en fábulas, hasta que el último lunes 27 y martes 28 de julio lo sufrió.  

Había partido el lunes en la madrugada, junto a ocho policías de Sullana y Ayabaca y una decena de comuneros de Yanta. Llevaban carpas, frazadas, comida para varios días y un enorme deseo de hallar con vida a Aleida Dávila, Segundo Tacure y Orlando Pastrana, los tres trabajadores de . que desde el jueves 11 de julio estaban desaparecidos en el Cerro Negro. 

Tacure, sin embargo, hasta hoy sigue siendo buscado por los rescatistas que acampan en la zona. El lunes 27 Orozco y el resto de la expedición caminaron durante cinco horas por el Cerro Negro. De pronto los fuertes vientos, neblina y lluvia los obligaron a acampar.  Al día siguiente caminaron desde la madrugada. 

El video de ese trayecto, hasta llegar a la laguna Ocho, muestra la bravura de la cordillera: los vientos gritan y zigzaguean, el frío empaña el lente de la cámara. 

Un chamán escala el cerro y ofrece un pago a la tierra. Los expedicionarios se cubren el rostro y se plantan fuertes, para evitar que los vientos huracanados los lancen al abismo. 

El suboficial Felipe Paulini cuenta que el fango impide que se den tres pasos seguidos. “El agua de la lluvia se mete por las botas, el frío rompe los ponchos. No se puede estar tanto tiempo allá en el páramo”, relató mientras se secaba los pies en su campamento, en Ania.

UN APU PODEROSO

El suboficial Francisco Troncos es un chasqui. Lo dicen sus compañeros de la comisaría de Ayabaca, donde trabaja. Pero él –acostumbrado a bajas temperaturas– tampoco la pasó fácil allá arriba, en la cima del Cerro Negro. 

Acurrucado con unas mantas, en un aula del colegio de Ania, relató que el agua se le metía por las botas. “Nos empapamos todito. Es feísimo. Muchos vientos huracanados. No se puede caminar”, dijo. 

Y es que el Cerro Negro es vivo, según los ronderos de Yanta. “Parece que se ha molestado porque se le escapó uno de los trabajadores de la minera. Se enamoró de la periodista. Por eso lo ha retenido tanto tiempo allá arriba. Esta no es época para entrar allí”, comentó el comunero Felipe Abad, quien acompañó a Orozco y compañía. 

No es el único que habla de una energía especial de este apu de Ayabaca. Agustín Flores, comunero de Ania, agregó que cuando el cerro se molesta no hay chamán que lo calme.

“Hemos hecho pagos a la tierra, pero ni así nos ha dado un rayito de luz. Creo que el lunes 20, cuando hallamos a (Manuel) Herrera debimos entrar por la chica. Ese día, tal vez, Dios quiso que entremos porque el cielo estaba bonito”, dijo y mostró su dentadura incompleta. 

BUSCANDO A TACURE

El martes 28 de julio un equipo de ocho rescatistas (dos comandos de la FAP, cuatro rescatistas de Alta Montaña de Áncash, y dos rescatistas de Northcoot Global Solutions (NGS), empresa contratada por Río Blanco) fue dejado desde un helicóptero en las faldas del difícil Cerro Negro. 

Caminaron desde el día siguiente, pero se toparon con una muralla de roca empinada, que les impidió seguir avanzando. El jueves se quitaron su equipaje de supervivencia y decidieron escalar y llegar hasta el punto que marcó Herrera. 

Allí encontraron, primero, el cuerpo de Dávila. Y, más adelante, el de Pastrana. Debido al mal tiempo –el cerro se nubló otra vez y se desplomó la lluvia– acamparon en la zona. Ayer les fue imposible continuar la búsqueda de Segundo Tacure. El cerro no les dio ni un rayito de luz. Se espera que hoy, con un mejor clima, los rescatistas puedan acceder hasta el lugar donde yace Tacure.  

El viernes 31 al mediodía partió del Grupo Aéreo N° 7, en Piura, un helicóptero que trasladaba a más rescatistas de Puno y dos comandos de la FAP. Ellos llevaban alimentos para los socorristas que acampan en el Cerro Negro. Pero fue imposible descender. El cielo estaba cerrado, con nula visibilidad. 

Mientras tanto, los familiares de los fallecidos, entre ellos, Elsa Ordinola –tía de Aleida Dávila–, esperan la pronta llegada de los restos de los trabajadores. 

Están exhaustos de permanecer en la ciudad. Quieren darles una digna sepultura  a sus familiares, quienes murieron congelados por el frío de un cerro al que muchos le temen. 

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