En el Perú hay cerca de 80 mil niños venezolanos que dejaron su país este año para integrarse a una realidad nueva, según cifras de UNICEF. Esa es la historia de cinco pequeños primos, quienes desde octubre se han unido más tras juntarse nuevamente en Piura.
Hoy, sin un adorno de Navidad en el espacio que los alberga, pero con sus padres a quienes tuvieron lejos por meses, pasarán juntos esta celebración. Luego de ingresar al país por el CEBAF Tumbes, unos en mayo y otros en octubre, recibieron el apoyo de UNICEF.
Los cinco pequeños nunca dejarán de ser niños. Ellos extrañan jugar con el PlayStation, pasear sobre ruedas y, en general, todos sus juguetes. El más pequeño de todos, de dos años, sigue a los otros y busca llamar su atención. Para él, más bien, sus padres Jessica Rumbo y Gregorio Rivas extrañan el triciclo de segunda mano que, en plena crisis en el 2017 le regalaron en Venezuela. “Estaba como nuevo”, dicen.
Gregorio llegó a Piura primero y recuerda que solo tenía S/10 en el bolsillo. Considera una suerte que al quinto día pudiera conseguir trabajo como vigilante en una residencial.
Entonces su caseta se volvió su cuarto. Evitó el gasto de un alquiler y ahorró. Así pudo enviarle dinero a su esposa para que se venga con los niños. “Teníamos que hacerlo. Allá no había ni para comer”, dice. A Jessica le preocupaba que Ariel no estuviera recibiendo las vacunas porque no habían. “Una puede aguantar, pero los niños no”, expresa.
Con la misma idea de buscar un mejor futuro, Carmen Rivas, hermana de Gregorio, y su esposo David Marquez, salieron de Venezuela a inicios de este año para Colombia. “Al principio nos fue bien, pero luego la situación cambió”, dice Carmen. Gregorio la alentó a venirse a Perú y con Jessica le prestaron dinero para los pasajes. Se regresó a Venezuela a recoger a sus hijos para emprender el viaje. David siguió en Colombia.
“Venía con 3 niños, así que armé una sola maleta grande y metí lo necesario. Por eso, juguetes no trajeron. Mis gemelas extrañan sus muñecas”, agrega Carmen. Recordar el camino recorrido hacia Piura, en octubre, cuando cientos de venezolanos esperaban también por ingresar, la pone algo nerviosa. “Yo aguanté no comer, porque era gasto. Hubo mucha gente buena que nos ayudó. Cuando llegamos a Tumbes, a sellar el ingreso, fue un respiro, por lo menos para los niños. Mis tres hijos tuvieron comida tres veces al día, agua y fruta, era sentirse en otra realidad.... Tuvimos que esperar dos días por las filas enormes, pero pudieron distraerse con juegos”, narra. Los niños recibieron apoyo en la Carpa de la Alegría, que promueve UNICEF y Plan Internacional en el Centro Binacional de Atención Fronteriza, de Tumbes.
David ingresó al Cebaf de Tumbes el jueves 13 de diciembre. “Vengo a reunirme con mis hijos. Acá estarán mejor que allá”, dijo cuando
le preguntaron sobre los motivos para su ingreso al país.
Pero este año, no habrá regalos. David quisiera comprarle a sus hijos zapatos nuevos, ropa y sorprenderlos. Carmen lo mira y los niños también. A ellos, que llegaron en octubre, se les vence el
tiempo para efectuar los pagos que les otorgarían la legalidad. Si no lo tienen, no se oficializará su matrícula en el colegio que les brinde vacante. Ellos, como más de 580 niños que ingresaron en la
misma época por Tumbes, esperan ir al colegio en marzo. Si Carmen no gestiona el Permiso Temporal de Permanencia ni el certificado de Interpol no podrá trabajar.
La realidad es que tampoco hay dinero. Tiene una semana vendiendo caramelos, galletas y chocolates. Como Gregorio, su cuñado, sabe que apenas se saca para el diario y el alquiler y ni siquiera hay para enviarle a sus seres queridos que están en Venezuela. “Pero estamos juntos”, dicen. Eso es bastante, más aún en esta época.
En la casa del asentamiento San Pedro, las risas de los niños, sus travesuras, hacen afirmar a los mayores que no se equivocaron de la decisión tomada. En su Navidad no habrá hallaca, el tamal típico de Venezuela, ni pan de jamón, ni cerdo. “Algo habrá para comer y
eso es lo importante”, remarca Jessica. Estos migrantes son parte de los más de 500 mil venezolanos que, según cifras de UNICEF, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Superintendente Nacional de Migraciones, se encuentran en el Perú.
Según cifras del reporte de Monitoreo de Flujo de Población Venezolana en Perú, preparado por OIM y UNICEF y aplicado en noviembre a más de 1.600 migrantes en su ingreso al CEBAF de Tumbes, se registraron 584 niños y niñas acompañados por adultos. Casi la mitad tenía menos de 5 años, la cuarta parte entre 6 y 11 años, y el 28% eran adolescentes de 12 a 17 años.
El informe también recoge la descripción de los padres sobre los cambios emocionales que han tenido sus hijos en el viaje. Más del 60% de niños, niñas y adolescentes han experimentado al menos un cambio emocional fuerte como temor a perderse, facilidad para asustarse, inquietud si los padres se alejan, llanto excesivo, pesadillas, entre otros.
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