Carlos Periche detiene el motor de su bote y mira hacia la orilla – ya pequeña por la distancia– para buscar los tres puntos que ha marcado en su mente: el ángulo de la sombra del faro en el cerro, la intersección de dos plataformas de petróleo, la porción del tanque de agua que se ve a lo lejos. Su cabeza funciona como un GPS y si el cálculo de esas referencias imperceptibles para cualquiera es correcto, ahí están los peces. O al menos deberían.
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Es la mañana del miércoles 29 de junio, Día de San Pedro y San Pablo, en la caleta Cabo Blanco de Piura y Carlos, pescador como su padre y su abuelo, lanza el anzuelo al mar. Esperar se ha vuelto la parte difícil. Tiene 56 años y casi toda su vida se ha dedicado a la pesca artesanal. Solo en esta caleta son unos 600 pescadores como él que han visto cómo cada año su fuente de trabajo y alimentación va disminuyendo.
“Antes apenas lanzabas el cordel ya picaban. Había cabrillas de 6 kilos, meros de 30 kilos, Ahora con suerte te salen de un kilo. Hay muchos pequeñitos que dan pena”, dice. A los 10 minutos de espera pica un peje blanco. Carlos se asegura que el tamaño sea adecuado, lo coloca en un balde azul y vuelve a esperar. Minutos después sale una cabrilla voladora. Esta sí es pequeñita. La mira, hace una maniobra rápida para descomprimir su estómago y la devuelve al agua. “Si no hacemos eso no se hunde y no sobrevive”, explica.
Esa es la tarea de todos los días, seleccionar, esperar, seleccionar y seguir esperando. Por eso en ese tiempo piensa en el pasado, en 10 años atrás cuando un cordel con seis anzuelos, como el de doy, entraba y salía cargado al instante. A veces no alcanza ni para la comida y menos para vender. Hoy hubo suerte y dio para el ceviche. “Si me preguntan cuál es el ceviche más rico yo digo el de mi bote. Más fresco imposible”, bromea.
EL REGRESO DE LAS VELAS
Cabo Blanco está ubicada a 3km al noreste del distrito El Alto y en los años 50 vivió su época dorada por ser el hogar del merlín negro más grande del mundo (1.560 libras o 707 kilos, pescado en 1953). Por este mítico pez, hace 66 años Ernest Hemingway pasó una temporada en la caleta intentando encontrar uno similar que sirva de toma perfecta para la película “El viejo y el mar”, basada en su libro. De esos tiempos, apenas quedan fotos. Ahora no solo es casi imposible encontrar ejemplares grandes de cualquier especie, sino que los pescadores se sienten abandonados por un gobierno (tres, de hecho) que no apareció en toda la pandemia.
Por eso, ese mismo miércoles se realizó la “Gran Regata del Siglo” después de dos años de suspensión. La carrera de veleros artesanales, declarada Patrimonio Cultural de la Nación en el 2018, fue una oportunidad para intentar ponerse nuevamente en el centro de la atención de este deporte. A la 1 p.m., con la bendición del San Pedro que entró al mar en la tradicional procesión por su día, diez embarcaciones de Cabo Blanco y El Ñuro compitieron por ser la más veloz y llevarse una ‘orejona’ (“como la de la Champions”), pintura de alta calidad y 2.500 soles del primer puesto.
Más de dos horas después y una embarcación menor volteada por el viento en plena carrera, la embarcación San Miguel Arcángel llegó a la meta. “No se trata de la velocidad del viento, se trata de maña, destreza”, explica Alberto Jacinto, pescador artesanal de El Ñuro y miembro de la asociación de embarcaciones de paseo turístico.
Carlos Chapilliquen Panta, presidente del gremio de pescadores de Cabo Blanco, organizadora de la regata, explicó que el evento busca revalorar el velero peruano y llamar la atención sobre la necesidad de una pesca artesanal responsable. Todos los que participaron son pescadores que están en la misma situación que contaba Carlos Periche. “La pesca de arrastre está depredando el mar, hace lo mismo que un tractor en el campo jalando todo. Se tiene cuidar las 5 millas peruanas porque ahí se reproducen los peces. Cabo Blanco y El Ñuro pesca con cordel, anzuelo y carnada, nosotros sí seleccionamos”, asegura.
No solo son pescadores, Orlando Córdova Tume, propietario del restaurante Cabo Blanco, explica que cuando abrió el restaurante en los años 80 había abundancia de mero, robalo de grandes tamaños que hoy no llegan a tallas adecuadas. La cherela, en cambio, ya casi ha desaparecido. “Todo eso encarece los pescados y los platos. Es una cadena. Las vedas no se cumplen, se está acabando con los peces y todos perdemos”, resume.
LA LEY EN ESPERA
Para este lunes está programado el debate para la aprobación del predictamen de la nueva Ley General de Pesca en la Comisión de Producción del Congreso. El martes pasado debía realizarse, pero faltó quórum.
Carmen Heck Franco, directora de Políticas de Oceana Peru, explica que este predictamen acumula cuatro proyectos de ley de cuatro bancadas diferentes para atender la sobreexplotación del mar peruano. El principal pedido es garantizar que las 5 millas, zonas de reproducción y refugio de muchas especies, esté libre de embarcaciones con redes de cerco de arrastre mecanizado. Asimismo, se busca actualizar limitar la categoría de pesca artesanal a aquellos que utilicen herramientas manuales y no equipararla con la de mediana escala.
“Al ser mecanizadas tienen un poder de pesca mayor y no son selectivas, levantan todo lo que encuentran a su paso. Nos sorprendió que no haya quórum por la importancia de la norma. Los pescadores artesanales abastecen al 80% de pescados que consumimos en el país”, explica a este Diario.
Una reciente encuesta realizada por Oceana Perú y la consultora Ipsos, en la cual participaron 803 pescadores artesanales, pone en evidencia la necesidad de actualizar la ley que tiene 30 años. Un 90% de encuestados considera que los recursos pesqueros están sobreexplotados.
“Es trabajo de los congresistas atender las preocupaciones y debatir, ya sea a favor o en contra de lo que se está proponiendo, pero lo mínimo que se espera es participar del debate”, dijo. El futuro de la pesca artesanal está hoy en sus manos.