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Ralph Zapata

Las tardes de domingo son, por lo general, momentos para disfrutarlos en familia, después de una larga semana de trabajo. En , las familias se reúnen a almorzar, charlan y ríen en la sobremesa. “En Venezuela es igual: nos reunimos en familia, almorzamos todos juntos y bebemos celebrando la vida”, dice Jhonder Bocourt Hernandes, de 24 años, mirando sus tatuajes que le recuerdan a sus abuelos.

Pero este domingo —en realidad hace más de un año— nada es igual, salvo las canciones que reproduce en su celular. “No lloro por mi destino/ Sollozo es por lo que dejo” canta el muchacho que viste un gorro que trajo de su natal Venezuela. A su lado están Yorgenis José Mendoza Salcedo, de 24 años, y el hermano de este, Yordenis José, de 18, que también añoran su patria durante estos días. De lunes a sábado el trabajo los consume.

Los tres enfrentaron una travesía similar a la de miles de venezolanos que dejaron su país para buscar mejores oportunidades en Perú. Abordaron un bus desde Lara (Jhonder), o Portuguesa (ambos hermanos), caminaron largos kilómetros hasta Cúcuta, en la frontera con Colombia. Allí realizaron varios trabajos, recibieron ayuda de ciudadanos altruistas y después llegaron hasta Rumichaca, frontera de Ecuador con Colombia. Su viaje, caminando continuó hasta Aguas Verdes, en la frontera de Perú con Ecuador.

-Lejos de casa-

Los que han migrado alguna vez conocen los sentimientos que afloran estando lejos. Esos mismos sentimientos que esta tarde de noviembre, en Piura, atrapan a Jhonder, José y a su hermano en una conversación monótona pero sentida: la patria, los suyos, la nostalgia de no estar en este preciso instante con sus familiares. “Puede que tengamos trabajo acá, pero la familia siempre nos falta. Nos gustaría estar compartiendo con nuestra madre, con mis abuelos. Uno piensa en los años que se pierden con ellos que están envejeciendo. Pero esto es lo que nos toca”, dice Jhonder mientras aparta la mirada hacia otro lado.

José interviene y dice que hace unos días su padre le envió una fotografía donde se lo ve delgadísimo. “Él antes era gordito, cuando estaba como Perú y se conseguía todo. Me dio una tristeza verlo así. Ya me quiero volver, por mis hermanos, por mis padres”, dice el hombre que llegó a Piura con su esposa y sus tres hijas. Vendió caramelos, trabajó como albañil, como carpintero y ahora lo hace en un camal de pollo en La Legua, Catacaos.

Los tres, la esposa de José y sus tres hijas, viven en una vivienda alquilada en La Legua. Se levantan a la 1 a.m. para iniciar la jornada de trabajo. Alistan la cocina, matan los pollos, los pelan y después los reparten en javas que cargan en motocicletas que ellos mismos conducen. Regresan a las 10 a.m., duermen un rato, almuerzan y a las 4 p.m. cogen de nuevo sus motos y salen a cobrar a los clientes. A las 7 p.m. se acuestan para volver a comenzar al día siguiente.

-Recordar la patria-

Los domingos, cuando almuerzan en el patio de su casa alquilada, cantan las canciones del músico llanero Jorge Criollo, o de Julio Pantoja y Vitico Castillo. Letras nostálgicas que los transportan un rato hasta su natal Venezuela.

En el camal de La Legua ganan S/280 semanales. Jhonder envía, cada semana, entre S/50 y S/100 a su familia. José, en cambio, no puede ahorrar porque debe atender a su esposa e hijos; mientras que su hermano recién se ha incorporado al trabajo. Pero los tres coinciden en que en febrero quisieran regresar. “Regresaré a Venezuela para recargar energías y volver a la guerra, porque a mi no me para nadie. Lo haré por mis padres, por mis abuelos”, dice Jhonder.

Él ingresó a nuestro país de manera formal y cuenta con Permiso Temporal de Trabajo (PTP) hasta octubre del próximo año. En cambio, José y su familia lo hicieron por Aguas Verdes, sin registrarse en el Centro Binacional de Atención Fronteriza (Cebaf). Sin embargo, a todos ellos los motivó la crisis humanitaria que padece Venezuela. Y pese a que sus condiciones de vida han mejorado en Perú, la patria siempre se añora.

En la actualidad hay 865 mil venezolanos en Perú. El ingreso de estos ciudadanos a nuestro país disminuyó desde junio de este año, cuando el Estado peruano comenzó a exigir la visa humanitaria para ingresar de forma legal. Lita Orrego, jefa de Migraciones Tumbes, dijo que ahora entran por Tumbes entre 6 y 10 venezolanos al día, cuando antes lo hacían 1.600 en promedio.

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