En las últimas semanas, la mortalidad asociada al coronavirus en el país ha registrado sus niveles más altos desde inicios de la pandemia. A la fecha, el Perú tiene la mayor tasa de fallecidos por habitantes en el mundo debido al COVID-19, con 85,6 muertes por cada 100 mil personas, desplazando del primer lugar a Bélgica, que reporta un índice de 85,2 decesos. La letalidad del virus a nivel local también está por encima de lugares con alta transmisión como Estados Unidos o Brasil, ambos con 55,8 fallecidos por cada 100 mil habitantes.
Desde mediados de agosto, el Ministerio de Salud (Minsa) ha registrado un leve descenso en los fallecimientos diarios por la enfermedad. Sin embargo, solo este mes hubo un promedio de 200 muertes cada día, cifra superior a lo observado en julio (190) o junio (172). Ayer, el ministerio informó que las víctimas totales a causa del coronavirus ascendieron a 28.277.
Muertes en exceso
Si bien el Minsa ha actualizado en dos ocasiones la cifra oficial de decesos por esta enfermedad, el verdadero efecto relacionado con el coronavirus sería aún mayor. Desde el 1 de abril hasta el 25 de agosto, el Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef) ha contabilizado unas 69.230 muertes en exceso comparadas con el mismo período del 2019. Las mayores brechas se presentaron durante los meses de junio y julio [ver gráfico]
Al igual que en la Sala Situacional del Minsa, el Sinadef también muestra una disminución en los fallecimientos totales en las últimas dos semanas. El pico más alto se alcanzó el 3 de agosto con 1.003 decesos, para luego dar paso a una reducción gradual hasta llegar a un promedio diario de 763.
Impacto diferenciado
Tanto el leve descenso de la mortalidad por el virus de los últimos días como el número de víctimas totales han mostrado distintos patrones según las regiones afectadas. Desde el inicio de la pandemia, el mayor exceso de muertes se ha presentado en Lima Metropolitana. A la fecha, la capital reporta 37.662 muertes en exceso, cifra que equivale a 54,4% del total nacional. El segundo lugar lo ocupa el Callao, con una brecha de 4.211 fallecimientos.
A ambas regiones le siguen en la lista Piura, Arequipa, La Libertad, Ica, Áncash y Lambayeque [ver gráficos]. Los departamentos de la zona norte se convirtieron en los primeros focos de la enfermedad y alcanzaron los picos de decesos entre mayo y junio. En tanto, los que conforman la zona sur, especialmente la ciudad blanca, registraron sus máximos desde finales de julio y a lo largo de agosto, luego del inicio de la cuarentena focalizada.
Por su parte, la región Loreto presenta la mayor brecha en la selva. Desde abril, esta región ha registrado 1.632 fallecimientos más que el mismo periodo del año anterior. Al igual que Piura o Lambayeque, el pico máximo de muertes en esta región se presentó durante la primera quincena de mayo. La estela mortal de la enfermedad alcanzaría su punto máximo un mes y medio después en San Martín.
Tema de fondo
¿Que explica el desfase aún persistente entre la data del Minsa y lo reportado por el Sinadef? Fernando Mejía, investigador principal del Instituto de Medicina Tropical Alexander Von Humbolt de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), señala que las cifras actualmente recogidas por el Sinadef son un reflejo indirecto de las muertes por COVID-19. En este grupo figuran tanto los infectados como aquellos que padecían otros males y no pudieron ser atendidos debido al colapso del sistema de salud.
“El registro de muertos es muy variable en cualquier país del mundo. El Minsa solamente reporta a los pacientes que tienen una prueba confirmatoria, mientras que en el Sinadef se puede ingresar casos que tú crees que son COVID-19, pero que por no tenerla tienes que poner que es probable o lo registras así”, dice.
El especialista añade que uno de los factores claves para evitar los decesos es la asistencia temprana a los pacientes con oxígeno medicinal. En países con sistemas de detección tempranos y provisión a tiempo de este elemento la mortalidad fluctúa entre el 15% y el 20%, mientras que en algunos centros de salud del país este indicador es más del doble.
“La mortalidad tiene que ver con la infraestructura, con lo que se le ofrece al paciente y en el momento en que se le ofrece. El oxígeno es un medicamento importantísimo ahora. Del estudio que hicimos [en el hospital Cayetano Heredia], nuestra mortalidad era casi del 50%, pero ahora que hemos ampliado los puntos de oxígeno ha bajado en 20 puntos. Aún con la llegada de más pacientes, estamos hospitalizando y detectando más tempranamente. Eso implica una gran ganancia en término de vidas solamente poniendo camas y oxígeno”, detalla Mejía.
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