Un día antes de que S.V.P.V cumpliera 13 años, se desmayó en el baño de su casa y se golpeó el lado derecho de la cabeza con la ducha. Sus padres la llevaron de emergencia al hospital María Auxiliadora, porque no dejaba de vomitar y creían que era una reacción al golpe. Sin embargo, allí les informaron que su hija había tomado laxantes y que estaba anémica debido a una estricta dieta. La menor tenía anorexia, un diagnóstico que tardó en llegar.
En el Perú, cada año 2.918 menores de edad, en promedio, son diagnosticados con algún trastorno alimenticio. Paola Otero, psicoterapeuta de Renascestis, un centro especializado en patologías alimentarias, explica que estos son trastornos psiquiátricos caracterizados por un miedo irracional a engordar. Una de sus particularidades es la distorsión de la percepción. “Aunque la paciente es delgadita, se ve y se siente gorda”, sostiene Otero.
En los últimos cinco años, el número de menores de edad diagnosticados con estas enfermedades en los establecimientos de salud del Minsa y de EsSalud aumentó en más de 300%. Y el incremento continúa: solo entre enero y agosto del 2023, se han reportado 290 casos de menores de 12 años con trastornos alimenticios, cifra que supera el total del año pasado. El 99% del total de casos del 2022 corresponde a menores de entre 12 y 17 años de edad.
En el 2013, el número de menores diagnosticados con algún trastorno alimenticio como bulimia, bulimia nerviosa, anorexia, anorexia nerviosa, entre otros, en los establecimientos de salud del Minsa representaba menos de la mitad del total de casos a nivel nacional. Este año, las niñas, niños y adolescentes con alguna de estas enfermedades corresponde al 62% del total de diagnósticos: los menores de edad que padecen algún trastorno alimenticio son casi el doble que los adultos que lo hacen.
Para Otero, la pandemia por el COVID-19 influyó en el aumento de casos. “El encierro agudizó todos los problemas en las familias, pero también permitió que los padres vieran los padecimientos de sus hijos” señala. Otras razones son la exposición a las redes sociales, ‘influencers’ e información que fortalece los estereotipos; así como el poco acceso a la salud mental.
Factores a considerar
“Normalmente estos trastornos comienzan a aparecer entre los 10 y 12 años, en la adolescencia, cuando hay un cambio en el cuerpo y a todos nos suele pasar que tenemos una fijación con nuestra imagen”, sostiene Otero.
No obstante, la especialista subraya que existen diversas variables que hacen que una persona tenga un trastorno de la alimentación, como la base genética, los estereotipos de belleza y de éxito, y la personalidad del paciente. Otero menciona que un último factor puede ser el abuso sexual. “Entre el 70 y 80% de pacientes han sufrido de abuso sexual”, sostiene.
El impacto
Los trastornos alimenticios como anorexia, bulimia, atracones u otros, generan otros problemas. Si hablamos de personas con anorexia, dado que se restringen en comer, no reciben todos los nutrientes que necesita el cerebro. Esto provoca el corte de funciones, como la capacidad de atención y de abstracción. “Cuando están con anorexia es muy complicado rendir como lo hacían antes. No entienden lo que les dice el profesor, por ejemplo”, explica Otero.
También, puede ocurrir un corte de la mestruación, la caída del cabello, problemas cardiovasculares, diabetes, problemas digestivos, problemas en la dentadura, entre otros.
Señales de alerta
“Los cambios bruscos en el peso del paciente, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, aislamiento y obsesiones son señales de alerta. Uno debe a estar atento a esos cambios extremos de conducta: si antes el menor salía, ahora no lo hace; si antes no estudiaba, ahora se obsesiona con estudiar; si antes comía de todo, ahora deja de comer lo que más le gustaba”, asegura Otero.
Un tratamiento difícil de obtener
El tratamiento psicológico recomendado para casos de trastornos alimenticios es cognitivo conductual, aquel que permite tomar más conciencia de los pensamientos negativos con el objetivo de ser más resolutivo en situaciones exigentes. Este suele durar entre tres y cinco años.
“Además del psicólogo, se debe contar con un psiquiatra para la medicación, y con un médico que dé soporte a los problemas físicos que aparecen”, dice Otero y advierte que “aunque el Estado hace lo que puede, no es suficiente. No se puede brindar una cita al mes, porque se requiere atención diaria. Tenemos que hacerle seguimiento a la alimentación y las personas no comen una vez al mes, lo hacen todos los días. Los sistemas privados tampoco tienen programas, ya que es caro mantener al mismo paciente por años”, advierte la especialista.