Volver a empezar, por Carlos Galdós
Volver a empezar, por Carlos Galdós
Carlos Galdós

Cuando estaba en la universidad, yo ya trabajaba en la radio, en vivo y en directo, en la institución salsera del Perú llamada Radiomar (porque me gusta la salsa). Uno de mis grandes problemas en esa época era que no podía dar los exámenes de algunos cursos porque se cruzaban con mi trabajo. Así se lo hice saber al jefe de prácticas del Taller de Radio, Luis Alberto Santana Reyes. Entonces se nos ocurrió la ‘genial’ idea de dar el examen en vivo y en directo mientras yo estaba al aire en los 106.3 de la FM. A Luigi, además, lo conocía de mi barrio, donde iba a buscar siempre a su enamorada, hoy esposa. De todas maneras iba a ser muy gracioso y efectivamente así ocurrió. Sin que mi profesor se diera cuenta, lo saqué al aire desde mi teléfono y todos mis oyentes fueron testigos de mi examen fi nal de Taller de Radio, en vivo y en directo. Todos menos mi profesor, que se había convertido en víctima de mi broma. Después de esa magna troleada, Luigi me dijo que quería conversar conmigo, que si me había atrevido a hacer eso al aire, de qué otras cosas podría ser capaz. Me dio su tarjeta con su respectivo “llámame cuando quieras, soy programador de Studio92”.

Un día, entrando a la cochera de la radio en la cuadra 38 de la Av. Paseo de la República, un taxista no tuvo mejor idea que empotrarse, chocarme y dejarme la maletera del auto como un acordeón. Eran las 6 de la mañana y yo debía estar ya en la cabina saludando a mis oyentes. Yo soy de la vieja escuela: “el aire es primero”, así que llamé a la productora del programa y le pedí que me enlazara telefónicamente porque iba a transmitir en vivo todo el proceso del choque, ir a la comisaría, el dosaje etílico, etc., etc. “Estás loco, Galdós”, me dijo. “No, no estoy loco. Veamos qué pasa”. Y funcionó.

En estos 16 años frente a Caídos del catre y Galdós en Studio92, he ido en pijama miles de veces, he llamado a mi vieja a hacerle bromas y salió el personaje Menopáusica, entre otros. Me he burlado de los políticos, he dicho lo que siento y pienso, he llorado cuando pasó lo de Utopía, reté a los oyentes a que me atrevía a llamar a la radio de la competencia y salir al aire sin que se dieran cuenta (y así fue), he visto mucha gente ir y venir. Me ofrecieron unas cuantas veces cambiarme de radio y siempre mi respuesta fue “gracias, pero no”. No me movilizó nunca la plata, me he peleado con un par de jefes y el tiempo me dio la razón en estos largos 16 años escuchando desde las 6 de la mañana muchas voces de todo el país y unas cuantas de peruanos en el mundo. Siempre me ha alegrado más que me reconozcan por la radio que por la tele, hasta que de un tiempo a esta parte las llamadas llenas de cariño me comenzaron a decir “te escucho desde el colegio y ahora estoy casado”, “mis hijos te escuchaban cuando los llevaba a la universidad”. Ahí me comencé a dar cuenta, de a pocos, que estaba corriendo el riesgo de convertirme en el Chabelo de la radio.

Hoy quiero estar más cerca de lo que les cuento y escribo en esta página todos los sábados. El chico malo de la radio me comenzó a aburrir, me ganan más las emociones que la palomillada. El ciclo se cumplió. Gracias a todos los involucrados en este tiempo maravilloso. Las puertas de Radio Capital se han abierto generosamente para mí. Los espero desde este lunes a las 6 de la mañana. No me puedo ir del mundo de la radio todavía, porque siento que puedo dar más.

Esta columna fue publicada el 22 de abril del 2017 en la revista Somos. 

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