Varias decenas de perritos, de todos los tamaños y colores, se abalanzan emocionados sobre Sandra Garcés cuando llegamos al refugio que fundó hace tres años y medio con la esperanza de cambiarles la vida.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP llegamos a la ciudad de Arequipa para conocer a la fundadora de Entre Patas, un refugio en el que perros abandonados, maltratados o enfermos son atendidos, cuidados y puestos en adopción responsable.
Sandra ama a los animales desde que tiene memoria. De pequeña, cuando sus padres no le permitían tener mascotas en casa, se escapaba a las chacras y parques cercanos para buscar a algún perro callejero, alimentarlo y llevarlo a casa para bañarlo.
“Cuando crecí lo seguí haciendo, pero en un momento las manos me quedaron cortas”, nos cuenta la joven ingeniera industrial mientras unos inquietos cachorros se disputan sus caricias.
“Mi sueño siempre fue hacer un refugio y la pandemia me recordó que mañana me podía morir sin haberlo hecho. No tenía tiempo, dinero ni nada pero decidí hacerlo. La vida me llevó a conocer a Nataly, una compañera de trabajo que tenía la casa de su abuela deshabitada y pudimos alquilársela para abrir el refugio”, de esa forma surgió Entre Patas, el 19 de diciembre del 2020, recuerda.
Sin embargo, Sandra descubriría muy pronto que el reto de llevar adelante esta iniciativa era mucho mayor a lo que había imaginado. “En casa había llegado a tener hasta seis perritos al mismo tiempo. En el refugio a la primera semana tuvimos que recibir a 15 perritos de un albergue que tuvo que cerrar, así que comenzamos a lo grande”, cuenta.
Poco a poco, el número de huéspedes fue creciendo y las responsabilidades también. Actualmente Entre Patas acoge a 65 canes y cuenta con un equipo de 10 voluntarios constantes entre quienes alternan el cuidado, la limpieza y la alimentación de los perros.
“Mi vida cambió totalmente. Desde hace tres años no hay día que no despierte a las 4 de la mañana. Tuve que aprender mucho, desde cómo atender las enfermedades hasta armarles sus propias dietas. Fue un aprendizaje duro. Hubo momentos que me abrumaron porque siempre hay altibajos, como las dos veces en las que nos robaron. Pero nos hemos sabido recuperar y somos un grupo bastante unido”, cuenta Garcés.
Otro desafío grande que enfrenta el refugio es la constante búsqueda de financiamiento. “Yo pago el alquiler de la casa. Además, hay 30 miembros que aportan cierta cantidad de dinero para ayudarnos con los gastos fijos. Para casos extraordinarios organizamos eventos como rifas o la mascotatón”, dice Sandra antes de explicar que esta última es una carrera organizada por su grupo no solo para recaudar fondos sino también para concientizar a la población sobre los cuidados que necesitan estos pequeños animales.
Pese a las dificultades, sin embargo, esta joven peruana se mantiene firme en su deseo de que este pequeño rincón de Arequipa se mantenga como un gran santuario para los animales.
“Cuando ves cómo llegan estos perritos pierdes un poco la fe en la humanidad”, confiesa. “Pero la red que hemos formado alrededor de Entre Patas te demuestra que pese a la miseria aún hay más gente buena que mala en el mundo”.
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