A finales de los años ochenta, el pequeño Rodolfo Ortiz salía corriendo de la escuela para no perderse un capítulo de “Una Ventana hacia el Futuro”, un programa australiano que mostraba cuáles serían los revolucionarios inventos que llegarían con el nuevo siglo. Viéndolo creó, por ejemplo, un tren de levitación magnética a escala. Una tecnología que hasta entonces solo operaba de forma experimental en el Reino Unido. Y aunque esta fue una muestra de su talento, pocos imaginaban que con el tiempo aquel curioso estudiante se convertiría en un prolífico inventor dispuesto a transformar el mundo.
MIRA: Arturo Cornejo, el empresario trujillano dedicado a transmitir el arte de los caballos de paso
Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP llegamos a Cajamarca para conocer a la mente detrás de un novedoso ventilador mecánico múltiple que sirvió para enfrentar la emergencia sanitaria desatada por la pandemia de COVID-19 o un sistema capaz de potabilizar el agua que llega a las comunidades rurales de su región.
“Apenas salí del colegio estudié una carrera técnica en electrónica en un instituto local. Mis habilidades me llevaron a que con el tiempo ese mismo instituto me contrate como parte de su equipo técnico. Luego estudié Administración de Empresas, tengo una maestría en Gestión y unos estudios en la Universidad Católica (PUCP) y la Universidad George Washington”, resume Rodolfo.
A lo largo de su trayectoria, se aseguró de que su crecimiento empresarial estuviera siempre acompañado de una importante cuota de innovación. “Un inventor debe tener dos cosas: empatía social y curiosidad. Yo, por ejemplo, siempre veo cuál es la problemática que afecta al lugar donde me encuentro y comienzo a pensar en cómo solucionarla”, asegura.
Un ejemplo de ello fue la creación de AliVida, ventilador mecánico múltiple que ideó durante la primera ola de la pandemia de COVID-19. “Había una escasez de ventiladores en el mundo. Yo me encontré con dos publicaciones del MIT y busqué cómo aplicar esa misma tecnología con los materiales que tenía disponibles. Así que hice una bolsa ambu que se activaba con un sistema mecánico y generaba la presión que se requería para dar asistencia a los pacientes que no podían respirar”, explica.
A Rodolfo le tomó dos días diseñar el primer prototipo y recuerda publicarlo en sus redes sociales antes de irse a dormir. En la madrugada, una llamada lo sorprendería. “¡Qué has hecho!, me dijo un amigo periodista antes de contarme que mi publicación se había viralizado”, recuerda sonriendo.
El invento obtuvo innumerables reconocimientos por parte de instituciones locales, nacionales y extranjeras; además de permitirle a Rodolfo ganar un concurso especial de patentes frente al COVID-19 organizado por Indecopi.
Pero esta no era la única solución en la que vivía pensando nuestro inventor. Desde el 2017 había empezado a estudiar la forma de purificar el agua que llegaba a las comunidades rurales de Cajamarca.
“Según datos del INEI, en Cajamarca más del 75% es zona rural e increíblemente apenas el 1% de esa población tiene acceso al agua potable. Esto conlleva a una alta tasa de enfermedades como cáncer al estómago, anemia, diarreas crónicas o hepatitis. Comencé a realizar unos estudios junto a doctores de electroquímica, visité la Universidad de Lima y la UNI para consultar con otros especialistas. Y finalmente en el 2021 me presenté al concurso Hampikup organizado por la PUCP y el Instituto Tecnológico del Perú”, recuerda.
En dicho concurso, Rodolfo presentó Limphuy Yaku un sistema capaz de procesar en tiempo real el agua que llegaba a estas zonas y purificarla hasta los niveles necesarias para que pueda ser consumida sin riesgos por las personas. El sistema, además, se alimenta con pequeños paneles solares que permiten beneficiar a zonas sin energía eléctrica.
“En la zona donde hice el estudio, los niveles de hierro y manganeso son altos por la misma geografía local. A través del ozono diseñé un reactor que oxida el hierro y el manganeso, cuando se vuelven partículas el filtro los separa. El equipo fue sometido a varias pruebas de laboratorio y se determinó que científicamente cumplía con lo que prometía. Obtuve el primer puesto del concurso y el pequeño prototipo unifamiliar pudo convertirse en un modelo que abastece a 10 familias”, explica.
Posteriormente, el modelo fue llevado a Santa Rosa de Chaquil, en Polloc, donde fue probado con éxito. Esto, a su vez, le sirvió para ganar otro concurso, esta vez organizado por la revista ProActivo. Actualmente, Rodolfo trabaja junto a la Universidad Nacional de Cajamarca y la minera Southern Perú para que Limphuy Yaku alcance una escala industrial.
“Esta tecnología no tiene límite, solo depende del presupuesto que se le asigne a la investigación. Yo soy un investigador particular, así que el acceso a los fondos siempre es el mayor obstáculo. Pero el gran objetivo es poder ejecutarlo en todas las zonas rurales que lo necesiten”, asegura.
Contenido sugerido
Contenido GEC