Han sido casi seis horas de viaje pero finalmente llegamos a Pucallpa, la última ciudad en nuestro recorrido por el centro del Perú.
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La capital de Ucayali nos recibe -además de con su sol abrasador- con un par de colosos que de inmediato captan nuestra curiosidad.
Junto al aeropuerto, que se encuentra en la periferia de la ciudad, hay un enorme avión abandonado. Sin embargo, pese a que junto a Hugo llevamos horas preguntando sobre la historia de aquella nave hoy oxidada, no llegan a darnos una sola historia.
Es un avión en desuso de la FAP. Parece que traía ayuda desde Ecuador pero se descompuso y salía más caro abandonarlo que repararlo. Dicen que está embrujado. Son solo algunas de las versiones que hemos escuchado.
Como ninguna suena lo suficientemente convincente, y como ya se nos abrió el apetito, decidimos seguir avanzando. Así llegamos hasta el óvalo Sáenz Peña, donde desde hace un par de meses se erige un enorme monumento.
Se trata de El Paichetero, una obra de fierros y cemento que se eleva hasta los 12 metros y que le tomó al grupo de artistas locales, liderados por Job David Tuesta Navarro, unos diez meses en construir.
En un portal local leo que la inauguración captó el interés de la mayoría de vecinos del centro de la ciudad. El artista, según el mismo medio, buscaba representar a la clase trabajadora y resaltar las riquezas naturales de la región.
El mensaje, aunque inspirador, lamentablemente se contrapone a la realidad pucallpina. Desde hace una década, el enorme rey de los ríos amazónicos, se encuentra en peligro de extinción en nuestro país. Debido, en gran parte, a que los periodos de veda no son respetados.
Desde hace algunos años, por otro lado, se ha intentado revertir esta situación promoviendo la construcción de piscigranjas y criándolos en cautiverio. Aunque se ha demostrado que características como el característico tamaño no son alcanzables en esas situaciones y, según un entendido en la materia, el sabor está bastante lejos del que se consigue en libertad.
La obra de Tuesta es realmente impresionante por sus dimensiones y el grado de detalle alcanzado, un justo homenaje al rey de los ríos y a quienes mañana tras mañana dedican su esfuerzo a pescarlo.
El temor, sin embargo, está en que si la situación no se revierte nos podríamos quedar solo con un paiche en la zona. Uno hecho de fierros y cemento.
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