Un colorido grupo de papagayos saltan de rama en rama, mientras un pequeño mono devora todos los frutos de pomarrosa que encuentra en su camino. Varios metros más abajo, Gabriel Malpartida saca de su jaula a una imponente serpiente capaz de enviar a un adulto a la sala de urgencias con una simple mordedura.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP llegamos a Tingo María para conocer al fundador de Animals Paradise, el primer serpentario del Perú que con el tiempo se ha convertido en un albergue temporal para las decenas de especies que son rescatados del tráfico de animales silvestres.
Corría el año 2000 cuando la hermana de Gabriel, quien había emigrado a Alemania y cuyo esposo trabajaba en un parque nacional, le encargó abrir un centro de crianza y reproducción de reptiles, ante el creciente interés de los científicos germanos por estudiar a estos animales provenientes de Sudamérica.
De inmediato, este joven contador decidió dejar de lado los números y las fórmulas para sumergirse en todas las investigaciones posibles sobre reptiles. Gabriel y su hermana adquirieron cerca de dos hectáreas en Castillo Grande y comenzaron a trasladar a sus primeros ejemplares.
Sin embargo, la ausencia de centros de este tipo, sumada a la tediosa burocracia estatal, llevó a que recién en el 2003 se emitiera la resolución que declaraba la creación de “Animals Paradise”, el primer centro especializado en la crianza y reproducción de serpientes en el Perú.
Para entonces, el interés de los científicos europeos ya había quedado de lado, producto de las demoras. Pero, al mismo tiempo, las especies que venían criando se habían establecido en el lugar, así que no había vuelta atrás.
“La exportación a Europa se frustró pero inesperadamente la gente comenzó a interesarse cada vez más. Nosotros les habríamos las puertas, al principio gratis pero mantener el lugar es realmente costoso así que comenzamos a cobrar un sol por el ingreso”, recuerda Gabriel.
Poco a poco, al interés de los vecinos y turistas se comenzó a sumar el de diferentes científicos. El serpentario forjó una alianza con el Instituto Nacional de Salud para investigar nuevos antídotos contra los distintos venenos de las serpientes. Universidades como la Villarreal o San Marcos comenzaron a enviar delegaciones de alumnos deseosos de estudiar.
Además, las condiciones del lugar llevaron a que la Administración de Flora y Fauna de Tingo María, la Policía Ecológica o la Fiscalía del Medio Ambiente comiencen a derivar hacia el serpentario a las decenas de especies que eran rescatadas de los traficantes de animales exóticos.
“De repente nos convertimos en un albergue temporal para animales. Ahora hay alrededor de 150 animalitos y podemos decir que somos un serpentario, un zoo criadero y un albergue temporal en el que buscamos rehabilitar a los animales que llegan para luego reinsertarlos en sus hábitats”, explica orgulloso Gabriel mientras alimenta a un guacamayo que ha llegado para posarse en su hombro.
Los retos, asegura, son diversos pero uno de los principales es tentar el reconocimiento como centro de rescate por parte de las autoridades, lo que les permitiría captar más donaciones y apoyo. “Ahora somos unos 12 voluntarios, además de una médico veterinaria y una interna, pero confío en que si llegamos a convertirnos en un centro de rescate tendremos un mejor financiamiento y así podremos ayudar a más animales”, asegura.
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