En medio de la cálida y abundante selva madrediosense un árbol se impone sobre el resto. Su copa, erigida sobre los 30 metros de altura, además, guarda un preciado tesoro que por generaciones ha constituido la principal fuente de ingreso de las familias en esta zona. “En época de recolección hay que tener cuidado porque los frutos caen de tal altura que podrían ser mortales”, advierte Miguel Zamalloa, hijo de castañeros que hoy trabaja por abrir un abanico de oportunidades para las nuevas generaciones en Puerto Maldonado.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP llegamos a la capital de la biodiversidad del Perú para conocer al presidente de la Cooperativa de Recolectores Orgánicos de la Nuez Amazónica del Perú (RONAP), una organización que ha conseguido un modelo de trabajo tan eficiente que hoy busca ser replicado en otros países y sectores por importantes organismos internacionales como USAID.
Miguel es el menor de seis hermanos. Su infancia se desarrolló en el corazón de la selva madrediosense, donde sus padres -ambos originarios del Cusco- se asentaron para dedicarse a la recolección de castañas. Para el 2003, la familia de Miguel se unió a la naciente RONAP, una asociación que se gestaba de la mano de la empresa Candela Perú y soñaba con que los recolectores puedan exportar esta preciada nuez amazónica al extranjero.
Por algunos años el modelo funcionó tanto para la empresa como para los recolectores; sin embargo, en el 2010 se produjo un quiebre económico que parecía condenar a RONAP.
Precisamente por esos años, Miguel, quien ya contaba con una carrera en ecoturismo por parte de la Universidad Nacional de Madre de Dios, fue invitado a participar del consejo de vigilancia de la asociación. “Yo había acompañado a mi padre a una que otra reunión, pero recién ese año me involucré más en el tema. Para el 2012 me eligieron presidente y me di cuenta que ya no existía asociatividad”, recuerda mientras descascara unas cuantas castañas.
Ya al frente del barco, Miguel y su equipo dedicaron los primeros meses a identificar cuáles eran los principales problemas de la asociación. “Descubrimos que en realidad nadie había preparado a los castañeros para trabajar en asociación, además cada decisión se debía tomar en asamblea y eso ralentizaba el objetivo comercial. Así que decidimos empezar de cero, uno de los primeros pasos fue incluir no solo a los castañeros titulares, quienes bordeaban los 50 o 60 años, sino también a sus hijos”, explica.
Entonces, desde RONAP se creó un equipo técnico conformado en su mayoría por hijos de castañeros o que guardaban algún vínculo con los recolectores. En el 2013, además, cambiaron de socio comercial y se plantearon como primer objetivo exportar sus productos al extranjero.
Pese a las implementaciones, sin embargo, Miguel veía que la asociación no terminaba de amalgamarse. “Fue entonces cuando decidimos implementar los acompañamientos psicológicos. Comenzamos a visitar uno por uno a los socios, llevamos diez años haciéndolo. Creamos un área psicológica y hoy en día cuatro psicólogos trabajan con nosotros porque nos dimos cuanta que el tema emocional era el más importante al momento de conectar con la gente”, señala.
¿Los resultados? En solo cuatro meses RONAP pasó de tener 29 socios a los 50 que trabajan juntos actualmente. En el 2019, además, comenzaron a exportar sus productos hacia Estados Unidos. A la fecha, las castañas de RONAP no solo han salido al gigante norteamericano sino también a Francia, Chile y Ecuador.
“La idea es llegar a otros países. Pero además no queremos descuidar nuestro enfoque ambiental y social. Tenemos una visión mucho más grande para que la capital de la biodiversidad sea más sostenible”, asegura.
Esa visión se traduce, por ejemplo, en las variadas charlas que RONAP lleva a los colegios locales, donde hablan desde cuidado del medio ambiente hasta educación sexual. Por otro lado, Miguel y su equipo colaboran con las autoridades en el control y vigilancia de los bosques, un tema de suma importancia en una región donde la minería ilegal y el narcotráfico siguen ganando terreno.
El trabajo de esta nueva generación de castañeros es tan eficiente que actualmente colaboran con prestigiosas instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo o la WWF, mientras que otros organismos como USAID busca replicar su modelo en asociaciones de otros rubros y países.
“Nuestro sueño es ser un modelo para ser llevado a otros espacios y generar oportunidades para nuestra gente que se quedó en campo, yo tengo amigos que no tuvieron la misma oportunidad que yo y busco que las tengan. Además de generar identidad a través de la castaña para que el madrediosense se sienta orgulloso de su región”, sentencia.
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