A sus 72 años, Rubén Huatuco dedica sus días a atender a los animales abandonados en las calles de Huaral.
A sus 72 años, Rubén Huatuco dedica sus días a atender a los animales abandonados en las calles de Huaral.
/ HUGO CUROTTO / EL COMERCIO
Renzo Giner Vásquez

Una pequeña mototaxi azul recorre las calles de . De repente, el vehículo se detiene y de él desciende un delgado septuagenario. Con solo un silbido un grupo de perros corren rápidamente hacia él agitando la cola y dando brincos. El hombre se inclina, saca un pequeño tazón de plástico y lo rellena con un caldo de carne, croquetas y menudencia. Es una acción que repetirá por el resto de la tarde, durante todas las tardes, hasta que tenga las fuerzas suficientes.

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Como parte de la campaña de El Comercio y el BCP, nos encontramos siguiendo a don Rubén Huatuco por las calles huaralinas y observamos cómo va alimentando a cuanto perro o gato callejero tenga la suerte de cruzarse en su camino.

Después de su primera ronda del día, don Rubén nos abre las puertas de su casa, donde nos reciben Canela y Chocolate, dos perros rescatados por él y por su esposa, Blanca Valladares, quien también lo ayuda en la preparación de la comida para animales. La tarde previa pudo ir al mercado, así que hoy tiene una ración extra de pollo, menudencia, patas y pescuezo que ya mete a sancochar en una enorme olla de metal en su cocina.

Mientras la carne se va cociendo, el hombre de 72 años arrima una enorme bolsa de 20 kilos de comida para perros. “Yo compro siete de estas al mes. Cada una me sale cerca de 120 soles. Además compro unas 8 o 9 bolsas de comida para gatos. Yo cada día debo ganar 30 o 40 soles en mi mototaxi para poder costear lo que gasto alimentado a todos los animalitos de Huaral”, explica.

Don Rubén destina un presupuesto especial para comprar, preparar y repartir la comida de los animales.
Don Rubén destina un presupuesto especial para comprar, preparar y repartir la comida de los animales.
/ HUGO CUROTTO / EL COMERCIO

Don Rubén asegura que el cariño que recibe de los animales que ayuda es pago suficiente para su labor; sin embargo, confiesa que a veces se siente impotente por no poder hacer más. “Si yo veo a un animalito con frío en la calle paro mi moto, me bajo y me saco el polo. Pero no me doy abasto para ayudar a todos y acá en Huaral no tenemos un albergue”, cuenta mientras limpia las piezas de pollo, dejando a un lado la grasa y los huesos que podrían dañar a los animales.

Yo lo preparo así. Creo que no solo se trata de tirarles comida, hay que alimentarlos con dignidad, como comeríamos nosotros. Hay quienes me llaman loco, quienes dicen que cómo voy a salir a la 1 de la mañana a repartir comida para animales, pero no entienden la mezcla de pena y enojo que siento al ver a tantos animalitos abandonados”, explica con la voz entrecortada.

Según don Rubén, esta vocación es heredada de sus padres, Crisólogo Huatuco y Bernardina Mateo, quienes eran conocidos en su calle por siempre cocinar platos extra para regalárselos a algún mendigo que pase por su puerta o auxiliar a algún animal abandonado que se cruzaran en el camino. Y está seguro de que su hijo, Carlos, quien fue becado en Japón y ahora vive en Estados Unidos junto a los dos nietos de Rubén, también lo lleva en la sangre.

Don Rubén asegura que su deseo de ayudar a los animales callejeros es heredado de sus padres, Crisólogo Huatuco y Bernardina Mateo.
Don Rubén asegura que su deseo de ayudar a los animales callejeros es heredado de sus padres, Crisólogo Huatuco y Bernardina Mateo.
/ HUGO CUROTTO / EL COMERCIO

Su labor, aunque en algunas ocasiones lo ha llevado a enfrentarse a vecinos que abusan de los animales, es por lo general reconocida con una sonrisa, cariño o algún tipo de ayuda por parte de sus vecinos. “Con decirle que una vez se me acercó un ladrón y me regaló 10 soles, me dijo que era para comprarle comidita a los perritos. Yo primero se lo rechacé pero se ofendió así que lo acepté y compré más croquetas”, recuerda entre risas.

La labor de don Rubén, quien además de alimentar a los animales también promueve la esterilización de los mismos, es sin duda inspiradora. Ahora ha llegado el momento de que salga a una nueva ronda, con dirección al Parque de los Sueños y luego al hospital, donde nos dice que hay un grupo de perros esperando por su bolsa de comida.

Nosotros por otro lado, continuaremos nuestra ruta hacia Barranca, con la satisfacción de saber que conocimos a un peruano que suma que posee la dedicación y el corazón propios de un ángel. Del ángel de las mascotas.


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