El presidente de la República, Martín Vizcarra, dijo que se debe respetar a las instancias que establecieron la reparación civil para Odebrecht. (Foto: GEC)
El presidente de la República, Martín Vizcarra, dijo que se debe respetar a las instancias que establecieron la reparación civil para Odebrecht. (Foto: GEC)
José Carlos Requena

El 2018 ha sido intenso y prolongado por sus consecuencias, pero corto en lo político: empezó el 28 de julio, cuando el presidente lanzó el referéndum, y terminó el 9 de diciembre, con el espaldarazo electoral que significó la consulta.

¿Qué traerá el 2019, que –aunque cronológicamente empieza hoy– se inició hace semanas?

Lo inmediato será ver el impacto de las revelaciones que se hagan (¿se harán?) en el marco del acuerdo entre el Ministerio Público y Odebrecht, esperadas hacia mediados de enero.

En este contexto, ¿a qué apuntaban las declaraciones que dio ayer el presidente Vizcarra sobre la permanencia de la empresa brasileña en el país y el acuerdo en sí? La respuesta a esta interrogante es clave porque su origen entraña el potencial desenlace. ¿Existe la intencionalidad de sabotear el acuerdo, forjado por el equipo liderado por el fiscal Rafael Vela? ¿O lo declarado responde a la ligereza de un presidente con horror al silencio? No sería la primera vez: hace algunos meses, Vizcarra aseguró que Alejandro Toledo estaría en el Perú antes del final de su mandato. Tal decisión, como se sabe, no depende de la voluntad presidencial.

Por otro lado, parece poco probable que el gobierno cambie su estilo de ministros de perfil discreto, o que los desacreditados líderes de oposición planteen alguna amenaza al mandatario.

En el Congreso, seguramente se llegue a las elecciones de la Mesa Directiva en julio, con un panorama en que se sepa con toda claridad el sostén parlamentario que el gobierno decida forjar, ajeno a la ignorada bancada de Peruanos por el Kambio, o el rumbo que tome Daniel Salaverry.

Además, nuevas figuras tendrán un rol preponderante en la política subnacional, a la que el gobierno ha visto, desde su instalación, con gran cercanía. Entre ellas, se espera con gran expectativa el inicio de la gestión de Jorge Muñoz al frente del gobierno capitalino, en gran parte por los antecedentes de los que viene precedido, pero también porque su llegada significa el final de la decepcionante administración de Luis Castañeda.

Entre los gobiernos regionales que seguramente causarán cierta intranquilidad, se identifica a gestiones que serán encabezadas por antiguos líderes de protestas sociales (Zenón Cuevas en Moquegua o Walter Aduviri en Puno) o por políticos recorridos cercanos a una retórica que podría indisponer a los promotores de la inversión privada (Vladimir Cerrón en Junín o Mesías Guevara en Cajamarca).

Ya que la corrupción seguirá entre las prioridades ciudadanas, bien haría el gobierno en conciliar su cercanía con los gobiernos subnacionales con acciones concretas que prevengan malos manejos. ¿Cómo evitar que se repitan, por ejemplo, casos como las escandalosas extorsiones por parte de altos funcionarios de la región Arequipa (El Comercio, 29/12/2018)?

Así las cosas, el 2019 se anuncia como un año con muchos cambios. Pero la reconciliación a la que aspiraba Kuczynski para el 2018 (con ingenuidad, descaro o cinismo) seguirá lejana.