En la mañana del martes 15 se corrían las apuestas. ¿Propondría o no Pedro Castillo el adelanto elecciones como una suerte de renuncia con pechada, como una forma de morir matando, de asustar al Congreso con echarle la calle encima gritando ‘que se vayan todos’? Este cronista apostó a que no lo haría. No habían señales que apuntaran a ese gesto a la vez audaz y desprendido. Al contrario, los gestos, los pasos y mensajes del presidente, apuntaban a un ‘quedémonos todos hasta que se pueda’. Luego, Torres sí hizo un amago del ‘adelanto’, sobre él volveremos.
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En la mañana del ‘adelanto que no fue’, el abogado del presidente, Eduardo Pachas, dio a entender que el presidente daría sus descargos frente a las acusaciones que se le hacen y remataría en un mensaje concertador; Torres, en cambio, con las evasivas cachacientas que usa como escudo ante la prensa, dijo que habría ‘una sorpresa’.
A juzgar por el inofensivo mensaje a la nación que oímos, resulta que Pachas estuvo más acertado que el primer abogado y ministro de la nación. ¿Qué había pasado? Pues que, para variar, hubo cambios de opinión, giros en las variables consideradas, improvisación presidencial al tomar las decisiones, discrepancias en el seno del poder; castillismo en su esplendor.
Pero, ¿realmente Castillo había pensado en pechar al Congreso con el adelanto? Según mis fuentes, en el consejo de ministros del miércoles pasado se tocó el tema muy a la ligera. Eso puede indicar que el presidente y el primer ministro quizá masticaban la idea como una posibilidad para agregar a última hora, cuando pidieron al Congreso, el viernes 11 por la tarde, a través de una carta firmada por Torres, que permita a Castillo ir al pleno el martes 15. Ojo que, en el texto de la carta a María del Carmen Alva, firmada por Torres, se dice que el mensaje ya ha sido aprobado en el consejo del miércoles 9.
En ese mensaje aprobado el día 9, no estaba la propuesta del adelanto de elecciones. Según mis fuentes, ministros como César Landa y Dina Torres, no simpatizaban con la idea de suscribir una idea tan efectista. Sería difícil que en el Consejo haya mayoría para suscribir una propuesta polémica que excede las tribulaciones de cada ministro por separado. Pedro Castillo ha tenido cuatro gabinetes precarios, con una mayoría de ministros que no lo secundarían en cualquier temeridad. Por eso, nunca ha estado siquiera cerca de plantear una cuestión de confianza, como sí lo pudo urdir Martín Vizcarra. Además, el lunes 14 sucedió algo que restó fuerza a la posible temeridad.
Curso de colisión
La idea del adelanto, como ya vimos, no es solo desprendida sino pechadora. O nos vamos o nos quedamos. Es una iniciativa que tiene más sentido cuando la oposición está debilitada o dubitativa. Pero el lunes, se admitió la moción de vacancia con 76 votos -30 más que en la primera moción de diciembre- y el Congreso dejó establecido el curso de una colisión que debe consumarse el 28 de marzo. Ante esa determinación fatal; proponer el adelanto de elecciones ya no parecía tan tremendo. Miren sino, qué serena estuvo la oposición, escuchando la lectura del largo y monocorde discurso, sin inmutarse por los continuos aplausos de la bancada de Perú Libre. El mensaje de respuesta a Castillo, parecía ser este: ‘nada nos desviará de la vacancia, salvo que no consigamos los votos’.
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Pero, como muestra de lo volubles y volátiles que son los ánimos de los actores de la pieza que observamos; Aníbal Torres apareció ante la puerta del Congreso, tras el mensaje de Castillo, a contar que el presidente sí evaluó proponer el adelanto de elecciones. Lo contó así: “[Castillo le dijo] ‘Doctor, vamos haciendo un último intento por la concertación en el Congreso, para corregir esta inestabilidad política’ (…) por esa razón es que no hizo el anuncio de adelanto de elecciones generales”.
Castillo no hubiera podido anunciar tal cosa, pues no se había aprobado en el Consejo. No solo lo dicen mis fuentes. Dina Boluarte lo dijo ante varios micrófonos con claridad: “Yo no estaba enterada de ese punto final porque no se ha puesto en conocimiento del Consejo de Ministros”. Ah caray; pero, para no dejar a Torres colgado de la broca, agregó: “Seguramente ha sido algo que el premier ha conversado con el presidente”.
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Qué tanto se pusieron de acuerdo Torres y Castillo en el bluff, o qué tanto le hizo el presidente pensar a Torres que estaba de acuerdo con una idea a contracorriente de todo lo que ha hecho hasta ahora; no lo sabemos. Los secretos entre ambos nos son impenetrables. Pero, por la actitud de Boluarte y, por otra historia que luego les contaré, puedo afirmar que no hay plena unidad de criterio entre Torres, Castillo y los varios entornos de este. Es más, hay ministros que buscan otras vías de gobernabilidad.
Volvamos al bluff retrospectivo del ‘Caníbal’ Torres. Al parecer, surtió un sobredimensionado efecto. Al día siguiente de pronunciarlo, parte de la oposición mostró un ánimo de tregua. Jorge Montoya, el férreo vacador, estuvo a favor de perdonar la vida a Hernán Condori, para escándalo de morados y despiste de Avanza País. ¿Qué pasó?
En la tarde del miércoles, los periodistas nos enteramos que el Tribunal Constitucional estaba a punto de liberar a Alberto Fujimori admitiendo un habeas corpus y validando el indulto que PPK le dio el 2017. Es muy posible que los fujimoristas ya estuvieran alertados desde temprano. Cuando un político está a punto de conseguir su libertad, sus correligionarios y amigos hacen lo posible para que nada altere esa posibilidad. El silencio y la inhibición ante decisiones políticas dramáticas, como la censura a Hernán Condori, se impone como una medida de precaución. Me aventuro a afirmar que fue eso, más que el bluff retrospectivo de Torres, lo que desbarató la censura al ministro y provocó que se percibiera que había una nueva tregua.
La colisión de la vacancia está programada alrededor del 28 de marzo y los plazos son inexorables. Pero Montoya ya ha dado a entender que presagia una derrota. En realidad, la matemática vacadora no augura un triunfo y los 76 votos de la admisión son bastantes pero insuficientes. Por eso, al margen de la sorpresa del TC, la presunción de que el adelanto de elecciones asustaría al Congreso, con la peculiaridad de que serían generales y no solo presidenciales; bien valía esa suerte de bluff después de la partida, que pronunció Torres.
Acuérdate del Acuerdo
El lunes 14 en el palacio de Torre Tagle hubo una insólita reunión –por la disfuncionalidad entre los presentes- convocada por el canciller César Landa. Estuvieron el ministro de Comercio y Turismo, Roberto Sánchez; el secretario técnico del Acuerdo Nacional (AN), Max Hernández y un par de funcionarios del equipo de Landa. Hasta donde pudieron indagar mis fuentes, los ministros preguntaron a Hernández por los alcances del Acuerdo Nacional y charlaron sobre la necesidad de buscar a toda costa una distensión entre el Ejecutivo y el Congreso.
Se podría pensar que en esa reunión, los ministros le comunicaron a Hernández que el presidente iba a terminar su mensaje del miércoles de esta forma: “Anuncio la convocatoria del Acuerdo Nacional, instancia representativa y plural, que nos permitirá lograr los consensos necesarios”. Mis fuentes me aseguran que no fue así y que si se lo hubieran comunicado, Hernández los hubiera confrontado con la realidad: el AN hace convocatorias de esta magnitud solo tras una deliberación de sus integrantes, que incluye a representante de la sociedad civil y de los partidos, y no se activa inmediatamente porque el presidente se lo sugiera. Pero, como me aseguran, ni siquiera ha habido tal sugerencia; así que el anuncio de Pedro Castillo, en lo que al AN respecta, fue tan solo una manera de improvisar un remate para su discurso.
Lo interesante de la reunión en la cancillería es que revela que por lo menos dos ministros de muy diverso origen (Sánchez está por cuota de Juntos Por el Perú, el cascarón que sirvió a la candidatura de Verónika Mendoza y por hábil esfuerzo propio; y Landa es de los pocos independientes con prestigio que Castillo logró fichar) están buscando salidas para la gobernabilidad en una frecuencia distinta a la que Torres usó el miércoles con el bluff del adelanto y siguió usando los días siguientes al arremeter contra el TC.
El curso de colisión entre el castillismo y la oposición se ha alterado con la sentencia del TC, pues, aunque Castillo esté tentado a mostrarse neutral ante la segunda bancada del Congreso (Fuerza Popular), el antifujimorismo de muchos de quienes lo rodean, en especial de Torres, lo llevará a promover acciones o, al menos gestos, contra la liberación de Fujimori. Y parte importante de la oposición hoy está más interesada en liberar al Chino que en vacar a Castillo. La sorpresa no fue la propuesta para adelantar elecciones generales, fue una sentencia del TC que pide liberar al Chino.
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