Luego del autogolpe perpetrado el 5 de abril de 1992 por parte de Alberto Fujimori, nació un movimiento que definiría, en gran medida, la suerte electoral –y no electoral– del Perú en las próximas décadas. Desde entonces y hasta la actualidad, el antifujimorismo ha jugado un rol clave en la protesta ciudadana, logrando en algunos casos, incluso, reacciones en las más altas esferas del poder.
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Sin embargo, donde más se han podido percibir los efectos de las movilizaciones de antifujimorismo es en la arena electoral. En las últimas tres elecciones presidenciales, los candidatos que se enfrentaron en segunda vuelta a Keiko Fujimori se vieron beneficiados por el movimiento. Tras activarse las manifestaciones del antifujimorismo, Fujimori Higuchi perdió en tres oportunidades ante sus rivales por un estrecho margen de votos (ver tabla).
Un ‘anti’ que va creciendo
Según el politólogo Carlos Meléndez, las identidades negativas –es decir, los ‘antis’– surgen en países en los que los partidos políticos no logran establecer vínculos de representación con la sociedad.
“Por lo tanto, aparecen movimientos que tratan de representar el rechazo a determinados partidos o líderes políticos que no está siendo canalizado por otras organizaciones políticas”, afirma.
En su libro “El mal menor” (IEP, 2019), Meléndez midió el porcentaje de “antifujimoristas duros” (es decir, todos aquellos que no votarían por un Fujimori en ninguna circunstancia). Según el politólogo este grupo ha aumentado en las últimas elecciones generales y ha pasado a ser, por primera vez, más potente que el antiaprismo.
El crecimiento de esta identidad negativa habría ocurrido, en parte, debido al escándalo Lava Jato, que involucró directamente a Keiko Fujimori. Otro motivo, explica Meléndez, sería la ‘elitización’ del fujimorismo.
“El fujimorismo, que en sus orígenes fue populista, termina representando el ‘establishment’. Eso hace que todos los que se opongan al status quo se alineen más fácilmente con el antifujimorismo”, afirma.
El antifujimorismo, hoy
A lo largo de los años, el antifujimorismo no solo se ha movilizado por temas relacionados de manera directa con la familia Fujimori. En el 2015, ayudó en la convocatoria de las marchas contra la denominada ‘ley pulpín’. Tras días de manifestaciones, el Congreso de la República terminó por derogar la controvertida norma. Dos años antes, el movimiento participado también en las protestas contra la ‘repartija’ en la selección de magistrados del Tribunal Constitucional.
Roxana Romero, vocera de No a Keiko, uno de los colectivos antifujimoristas más visibles, explica el objetivo del movimiento no solo radica en impedir que la familia Fujimori retorne al poder, sino también en evitar que se repliquen las prácticas de corrupción vividas durante el régimen fujimorista.
“No es solamente una fijación con la familia Fujimori, sino con lo que representa, con la herencia que han dejado en la política, con su manera de hacer las cosas: corromper todo, coparlo todo”, señala la activista.
A pesar de su usual nivel de convocatoria, las manifestaciones del antifujimorismo contra la decisión del TC de restaurar el indulto a Alberto Fujimori no alcanzaron la magnitud de las ocurridas a fines del 2017, cuando Pedro Pablo Kuzcynski otorgó la gracia presidencial al exmandatario.
Según Romero, esto responde, en parte, a que existe un “desgaste del mismo progresismo” debido a que “Castillo no está a la altura de las expectativas que teníamos de él”.
Para Carlos Meléndez, otro factor que explicaría la caída en la intensidad de las protestas del antifujimorismo es el contexto de pandemia por el COVID-19.
“Estamos en un momento en el que la gente está preocupada por cómo salir de dos años de encierro y aletargamiento de la economía, por cómo reactivar la economía del país. Hay otras prioridades en la vida cotidiana de los peruanos ahora La respuesta (a la decisión del TC) estuvo más fría que de costumbre porque en general la calle está fría, tanto para la derecha como para la izquierda”, indica.
Romero, no obstante, asegura que la respuesta del antifujimorismo “se dio y se va a seguir dando”.
“Nosotros estamos vigilantes a lo que determine la Corte Interamericana de Derechos Humanos (sobre la decisión del TC de restaurar el indulto a Alberto Fujimori)”, señala.
Treinta años después del 5 de abril de 1992, el antifujimorismo se prepara para movilizarse nuevamente. Este martes, en la Plaza de la Democracia, se realizará una vigilia organizada por los familiares de las víctimas de los casos Barrios Altos y La Cantuta, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y convocada por el colectivo No a Keiko.
Un gobierno sin impronta antifujimorista
En las últimas décadas, distintos líderes políticos han capitalizado el sentimiento antifujimorista en busca de respaldo popular. Es el caso, por ejemplo, de Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Martín Vizcarra.
El gobierno de Pedro Castillo, sin embargo, no ha intentado canalizar el antifujimorismo a su favor luego de las elecciones presidenciales.
“Hoy en día, el mejor capital político de cualquier líder que quiera transcender políticamente es utilizar el antifujimorismo. En el Perú no te movilizas por ser de centro o de izquierda, te movilizas por ser antifujimorista. Y eso es lo que no está aprovechando el presidente”, señala Meléndez.
Para el politólogo, el secretario general de Perú Libre Vladimir Cerrón solía apelar al rechazo al fujimorismo. Sin embargo, con el alejamiento del jefe de Estado del partido del lápiz, se habría debilitado la “impronta” antifujimorista.
“Pedro Castillo ganó gracias al antifujimorismo, pero una cosa fue Perú Libre en campaña y otra cosa es Perú Libre en el gobierno. Castillo, distanciado de Perú Libre, ha perdido esa impronta antielitista, entiestablishment y antifujimorista. Gobernando solo y sin sombrero, no tiene la habilidad como para poder capitalizar mejor ese ánimo antifujimorista”, asegura.
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