Todos hemos sido antifujimoristas o fujimoristas en algún momento de nuestras vidas. Por lo tanto, la muerte de Alberto Fujimori el miércoles 11 alrededor de las 6 p.m. podría ayudar a enfriar millones de calenturas personales. (Precisión cronológica: Keiko Fujimori hizo el anuncio oficial a las 6:26 p.m., Alejandro Aguinaga dijo que murió aproximadamente a las 6:10 p.m. y su médico oncólogo José Carlos Gutiérrez dijo que “a las 6 p.m., minutos más, minutos menos”). Quedó cancelada una leyenda que logró vivir solo por pocas horas: que la familia y los partidarios ocultarían el deceso hasta el día 12 para que no coincida con la misma fecha en la que murió Abimael Guzmán, a la misma edad de 86 años. ¡Qué son ambos personajes ante el derrumbe de las torres gemelas que estremeció al mundo otro 11 de setiembre! Las coincidencias no implican nada, ni siquiera obligan a comparaciones de terror.
La muerte del ‘Chino’ también pondrá algunas cosas en su sitio para nuestros poderes y sus calenturas institucionales. Por ejemplo, el apepista presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, y su mesa directiva respirarán tranquilos pues ya no corre el plazo de 60 días en los que debían decidir sobre la validez de una pensión vitalicia, pues no hay viuda o hijo menor de edad que lo sobreviva y que pudiera recibir el dinero (sabemos que se casó con la japonesa Satomi Kataoka, pero la posibilidad de que una solvente japonesa reclame la pensión con éxito es muy extravagante). Susana Higushi murió en el 2021, ya amistada con su ex. Miguel Torres ha contado que hace unos meses, Keiko y Alberto visitaron la tumba de Susana en el cementerio Campo Fe de Huachipa y él le dijo a su hija que quería reposar allí. Y allí fue el cadáver ayer sábado, a ritmo acompasado del Chino, tras los dos días en que fue velado en el Museo de la Nación. Fue en féretro a cara descubierta, hay que decirlo, para atajar, antes de que siquiera asome, alguna leyenda similar a la que envuelve al difunto Alan García, ‘que no está muerto, que está vivo, vea usted’.
El Tribunal Constitucional también ha dado un suspiro colegiado al reparar en que la sentencia que lo dejó en libertad el pasado 6 de diciembre no fue tan fatal como se lo hicieron sentir sus críticos y la Corte IDH. Se sintieron molestos e incómodos –lo sé, porque he entrevistado a más de un tribuno- cuando el ‘Chino’ se inscribió en Fuerza Popular y dejó que el partido nos invite a especular sobre la viabilidad de su candidatura presidencial. Detrás del fallo del TC había una motivación, o llámenla ilusión, humanitaria y conciliadora, que se sintió burlada con esa candidatura fantástica. La muerte en libertad pone, para el tribunal, las cosas en su sitio. Que las ponga para el sistema interamericano de justicia que batalló contra el indulto llevando al Perú al desacato, es más difícil. Pero los muertos ya no tienen indulto ni derecho de gracia, ni sentencias de cumplimiento, ni pagan reparaciones civiles. Carlos Rivera, abogado de las víctimas de las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, me dijo que la reparación de alrededor de S/. 57 millones que debía se extingue porque no hay a su nombre propiedades que pudieran ser incautadas.
Keiko sin Alberto
La muerte del padre también pone ciertas cosas en su sitio para Keiko Fujimori. La segunda generación del fujimorismo es liderada por ella, ¿cabía alguna duda? Pues sí la cupo en la campaña del 2016 cuando Keiko intentó reducir su antivoto distanciándose de Alberto. Entonces abjuró del golpe del 5 de abril de 1992 y separó de la lista congresal a figuras emblemáticas del ‘albertismo’, como Martha Chávez y dejó ir a Luisa María Cuculiza. Sin embargo, cuando se buscó explicaciones para su caída ante PPK, muchos fujimoristas acusaron al ‘giro caviar’ de Keiko como causante de la derrota y la llevaron a retomar, con fuerza, su posición conservadora. Que Alberto hubiera sido el autócrata pragmático, liberal no solo en materia económica sino que acogió para el Perú novedades progresistas promovidas por los entes multilaterales como el Ministerio de la Mujer y la Defensoría del Pueblo, poco importaba; el conservadurismo alimentado a la vez por católicos y evangélicos, había impuesto una radical agenda pro vida y pro familia que acató su lideresa. Muchos atribuyen el predominio conservador al núcleo duro del albertismo. Sin embargo, AF ha muerto sin que conozcamos a ciencia cierta cuál ha sido su evolución ideológica en ese aspecto. Ignoramos qué tanto se aggiornó en la Diroes y en sus meses finales en libertad, pues lo que cuentan sus huestes suele ser reverencial y ambiguo. Carlos Orellana, su hombre de prensa y amigo desde la campaña que arrancó en 1989, me dijo que el ‘Chino’ siempre se autodefinió de izquierda y que su eficacia en haber ganado adhesiones en el espacio popular y vital para los partidos izquierdistas, es la principal razón del encono antifujimorista desde esa trinchera.
En la cúpula de Fuerza Popular se dice que Fujimori acabó por aceptar la bicameralidad que él mismo desapareció con su mayoría en el CCD de 1993 y que le reconocía a Keiko su esfuerzo en construir un partido a diferencia de las organizaciones electoralmente descartables que él fundó. Las cosas no están en su sitio en el debate doctrinario interno del fujimorismo; pero ahora sí lo están en materia de liderazgo. Keiko es lo que les queda, disipada ya la ilusión casi fantástica –e ilegal, según varios constitucionalistas- de que postulara en el 2026. Piensen por un minuto en el significado que pudo tener para la hija el vivir desde diciembre del 2023 con el padre con el que tuvo públicas discrepancias a fines del 2000 en torno a Montesinos, con el que concilió cuando afrontó su proceso de extradición desde Chile y la convenció de lanzarse a la política, pero respecto del que tomó una decisión radical: no convertir su libertad en prioridad política del partido. Y nos consta, a todos y a Kenji, que así fue. Bueno, pues, a pesar de todo eso, vivió con él en sus últimos 9 meses y lo inscribió como militante de su partido antes del hito del 12 de julio, además de declarar que prefería que él fuese el candidato al 2026. Hasta tuvo que soportar que se hicieran encuestas que la medían con él como carta de FP.
Ese dilema de papá o hija ya se acabó. Ahora, Keiko no tiene un rival de carne y hueso en casa, ‘no duerme con el enemigo íntimo’. Por el contrario, tiene un legado simbólico gracias a una sucesión intestada, pero que es indiscutiblemente suya si Kenji mantiene su retiro de la política. Alberto ha dejado un capital político que administrar. El liderazgo orgánico de Keiko vuelve a estar en su sitio, al mando de FP, ¿pero qué tan empequeñecida está la lideresa luego de la desaparición física de Alberto y respecto del pico que tuvo entre el 2016 y el 2018, cuando fue mayoría absoluta en el Congreso? Es aquí, en el terreno puramente político, donde las cosas no encajan bien; pues el melodrama Fujimori sí encuentra un desenlace preliminar con la imagen de Keiko y Kenji, entrelazados los brazos, viendo el traslado del féretro de su padre desde su domicilio hacia el Museo de la Nación. Pero las piezas políticas están sueltas. Keiko, tras tres derrotas electorales, no tiene rivales para las internas. Quien más se acercó a esa valla fue ‘Nano’ Guerra García, tempranamente fallecido. Antes del hito del 12 de julio, FP no obtuvo ninguna afiliación importante salvo la del propio Alberto. El fujimorismo se preciaba de su autosuficiencia y por eso se negó a recibir aliados en sus planchas, pero con la muerte de Alberto le llegó la hora de evaluar qué tan saludable es la soledad electoral keikista. Las alianzas que otros partidos de derecha y centro tienen en mente prescinden del fujimorismo, pero van a la caza de su electorado popular. ¿Qué hacían en el velorio, además de expresar sus condolencias, Rafael López Aliaga, César Acuña y líderes apristas y del PPC? De pronto calculaban cómo arrebatar a Keiko y a Fuerza Popular el capital del ‘Chino’ desaparecido.