— Se pensó que con el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que fijó el límite marítimo con Chile se terminaban los problemas de límites con este país. Se zanjó el tema marítimo, pero se reavivó el terrestre. ¿Lo esperaba?
No. La verdad no. Como usted dice, teníamos la expectativa de que con el fallo de la corte sobre el diferendo marítimo iban a concluir los temas pendientes con Chile. De hecho, para nosotros han concluido, porque el Perú no reconoce la existencia de una controversia sobre la frontera terrestre. Eso fue claramente establecido en el Tratado de 1929, y luego por la comisión mixta demarcadora.
— ¿Por qué cree que el ex presidente de Chile Sebastián Piñera dijo que el fallo de la corte ratificó que el Hito 1 era el inicio del límite terrestre, cuando definió solo el marítimo?
Eso sería especular sobre las razones que tuvo. El hecho es que él distorsionó el fallo de la corte que, precisamente, había dicho lo contrario, es decir, que las dos partes habían acordado la frontera terrestre en el Tratado de 1929. Incluso el fallo cita concretamente esa parte del tratado diciendo que la frontera terrestre se inicia en el punto denominado Concordia.
— ¿Desde cuándo y por qué Chile empieza a desconocer el límite terrestre?
A fines de los años 90, Chile empieza a cambiar su cartografía y a colocar el paralelo que pasa por el Hito 1 como el límite marítimo entre el Perú y Chile. El objetivo era marcar el límite marítimo que en ese momento el Perú ya había planteado a Chile. Esos mapas desaparecieron el punto Concordia, que hasta entonces había aparecido en todos los mapas oficiales chilenos. Fue una sorpresa para todos lo que hizo el presidente Piñera, de desviar la atención de sus ciudadanos. También le hizo un ingrato presente a la presidenta Bachelet, quien ya estaba elegida presidenta.
— ¿Qué reacción esperaba de Piñera?
Qué diferente hubiera sido si el presidente Piñera, en lugar de trastocar el fallo de la corte, hubiera dicho “muy bien, en esta zona la tierra es del Perú, el mar es de Chile, hagamos algo juntos”. Con eso el tema hubiera concluido. Además, hay que tener en cuenta que esos 37 mil metros cuadrados (del denominado triángulo terrestre), escasamente cuatro hectáreas, para el Perú es muy sensible porque tiene que ver con el Tratado de 1929, que después de 50 años terminó de definir los remanentes territoriales de la Guerra del Pacífico, que significó el paso de Arica a la soberanía chilena.
— ¿Y qué significa para Chile?
Esta zona para Chile no tiene esa misma connotación. Diría más bien todo lo contrario.
— Porque no fue parte de su territorio desde un principio...
Así es. Pienso que Chile debería tener ese factor en cuenta.
— ¿Si Chile insiste en desconocer el punto Concordia, cuál sería la solución diplomática para zanjar este asunto?
La diplomacia debe encontrarla. Yo no se lo puedo decir ahora. Hace pocos días leí las declaraciones de un médico tacneño que decía por qué no hacemos allí el Parque de la Concordia en homenaje a nuestros próceres. Tenemos próceres comunes como [el chileno] Bernardo O’Higgins. En el terreno diplomático, una vez que bajen los decibeles y se vuelva a la normalidad de la relación con el retorno de los embajadores, llegará el momento en el que se pueda encontrar una solución como las que se denominan “ganar ganar”, respetando los derechos del Perú y que para Chile signifique una solución conveniente. La diplomacia tiene sus tiempos y hay que respetarlos.
— ¿Cree que Chile aceptará la construcción de un parque y reconocerá que es territorio del Perú?
Eso lo dirá el tiempo, pero yo creo que a ambos países lo que nos conviene es encontrar una solución amistosa y positiva.
— ¿Y puede ser parte de esa solución amistosa que ambos países recurran al arbitraje de Estados Unidos, contemplado en el Tratado de 1929?
Yo no lo pienso. Primero, porque el Perú no reconoce una controversia. Es muy claro lo que está en el Tratado de 1929. De otro lado, porque el tratado ha sido completamente ejecutado y esa cláusula que refería al presidente de EE.UU., la facultad de resolver discrepancias entre los dos países en la ejecución del tratado, quedó superada por los hechos, pues el tratado ya fue ejecutado. Aparte, yo no sé si EE.UU. estaría dispuesto a involucrarse en el asunto porque es una cláusula que no los compromete. Tendrían que solicitárselo los países. La solución debe darse en el plano diplomático bilateral.
— ¿Podemos decir que las diferencias entre el Perú y Chile son más de gobernantes y autoridades de turno que de aspectos jurídicos?
No. Yo me resisto siempre a ese tipo de evaluaciones porque implican una falta de respeto. Es como decir que alguien quiere utilizar un tema de política exterior para fines de política interna. Yo no creo que sea ese el caso. La creación del nuevo distrito La Yarada-Los Palos puso nuevamente el tema en el tapete para Chile, y hay que volver al plano diplomático. Los gobiernos serios jamás utilizan la política exterior para fines de política interna.
— ¿Confía en la diplomacia chilena?
Yo confío en que Chile tiene clara conciencia de la importancia de las relaciones con el Perú y del futuro que nos espera, tanto en el plano bilateral como en el contexto de los organismos de los que formamos parte, como la Alianza del Pacífico.
— ¿Se justifica que Chile haya protestado por la creación de La Yarada-Los Palos?
Yo no lo justifico, pero ese ha sido el sentir de Chile.
— ¿Fue oportuna su creación?
Yo me preguntaría, ¿y cuándo es oportuna? Esta es una antigua aspiración de los pueblos de esa zona para poder tener rentas de manera directa que favorezcan su bienestar. Y es un proyecto que estaba desde hace siete años en el Congreso. Más bien algunos congresistas no avanzaron esperando que concluyera el proceso ante la corte de La Haya. Se aprobó en su momento sin que hubiera otra intención de por medio.
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