No sorprende que le hayan clavado 18 meses de prisión preventiva, sino que haya flotado 30 años en su burbuja. Plop. Reventó. En arrebatos que parecían una confesión sincera, pero eran lo que quedaba de su vanidad, empezó a contar ante policías y fiscales cuán desarraigado estaba en el suelo en el que había caído. Todo lo que dijo se usó en su contra calzando con la figura del ‘desarraigo’, condición para la prisión preventiva: que no tenía uno sino varios domicilios, que ganaba y gastaba mucho, que no tenía propiedades ni empresas a su nombre. Si antes tener propiedades a tu nombre era muy sospechoso, ahora no tenerlas lo puede ser aún más.
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