Dice que no tenemos una clase política, que es una clase delincuencial. Que los políticos que quieren hacer bien las cosas son realmente minoría, pero que no podemos seguir quejándonos. “O entramos a la cancha y nos compramos el pleito o seguimos viendo cómo destruyen nuestro país”. María Cecilia Villegas hace mucho tiempo escribe y dice lo que piensa.
—¿Cómo cree que vamos a salir de todo esto?
Es bien difícil ver la salida porque hay una gran desconfianza de los ciudadanos en la clase política, en la clase empresarial, en la sociedad civil, en las instituciones y entre los mismos ciudadanos. El Perú es uno de los países en el mundo con menor confianza interpersonal y la confianza es la base del desarrollo de un país. ¿Cómo salimos de una situación en la que los peruanos no queremos involucrarnos en política? Mira lo que ha sucedido con el tema de educación. El Congreso de la República decidió insertar a 14.800 maestros en la carrera magisterial que fueron separados del magisterio en el 2014, porque no quisieron dar la prueba de ingreso, pese a que tuvieron muchísimas oportunidades. Algunos sí la dieron y jalaron. Entre ellos hay tres congresistas. Sale esta ley y es un golpe durísimo a la educación que es la base del desarrollo.
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—Y lo peor es que afecta sobre todo a la gente sin recursos…
Ese es mi punto. Afecta a la gente que no tiene recursos y que no tiene voz. Entonces, la élite del país, la gente que sí tiene recursos, los líderes, no se sienten involucrados porque nosotros no mandamos a nuestros hijos a los colegios públicos. No nos afecta directamente y no nos hemos preocupado de la construcción de un país. Yo siento que los ciudadanos no se involucran, no les importa. Como no mandamos a nuestros hijos a los colegios públicos y no usamos transporte público, todas las contrarreformas no nos afectan y por lo tanto no levantamos, no cuestionamos.
—¿Cambiaría la situación si la gente profesional y eficiente se mete en política?
Sí, porque lo que ha ocurrido es que le hemos dejado la política a los peores. Quienes llegan al poder no son políticos profesionales, no entran a servir y a construir un país; entran a servirse, a responder a grupos de interés, les ponen dinero sobre la mesa.
—¿Cuándo comenzó esta descomposición política?
Siempre hemos sido una sociedad muy sectaria, una élite muy pequeña que nunca se preocupó de lo que ocurría en el resto del país. Luego de la reforma agraria, se marca aún más con la migración a Lima que comienza hacia los 50 y que está documentada por [José] Matos Mar. En la época del terrorismo fueron llegando a los cerros de la periferia de la ciudad, y todos vimos cómo iban creciendo estos asentamientos humanos, que era como se llamaban en aquel momento, pero nunca nos preocupamos de que tuvieran título de propiedad, servicios, casas de calidad. Es como una extralegalidad; una población informal que no tiene seguro médico, vacaciones, que no tiene pensiones.
—El problema es que los políticos en campaña dicen que van a trabajar para todos los peruanos, pero al final no sucede nada. ¡Mira cuántos años perdidos!
En el gobierno de Toledo debieron haberse implementado las reformas de segunda generación, que eran aquellas vinculadas a los temas acceso a salud, a educación, nutrición. Nada de eso se implementó. Los gobiernos de Toledo y de García han sido evaluados como muy buenos gobiernos, cuando en realidad lo que sucedió es que hubo un ‘boom’ del precio de los commodities. Luego entra Humala y ese ‘boom’ comienza a caer. Él venía primero con el polo rojo, con sus políticas de izquierda; era un seguidor de Chávez que hizo mucho daño. Si uno revisa las políticas de su gobierno, la gente cree que no fue tan malo porque seducimos a Nadine y no pudo implementar el socialismo del sindicato. Pero él nos dejó la refinería de Talara. Mira la cantidad de recursos que se han desperdiciado en esa refinería, en lugar de ocuparnos de proyectos de saneamiento y salud. Es indignante.
—Se suponía que con Humala había una respuesta al famoso establishment. Surge luego Pedro Castillo como la rebelión del pueblo frente a un sistema económico liberal que no funciona…
Discrepo. El modelo económico peruano es una economía social de mercado y no hay realmente un modelo liberal implementado. Hoy funciona porque tiene 70% de la población afuera, en la extralegalidad. Además, hay mucha regulación y demasiadas trabas para que sostengamos que realmente existe un modelo liberal. Pero, más allá de eso, el modelo funcionó porque nos permitió crecer y reducir la pobreza, como lo logramos hasta el 2020. En ese año teníamos 20% de peruanos en pobreza. Hoy todavía no salen las cifras oficiales, pero se calcula que es entre 32% y 33%. Imagina el retroceso. No es que el modelo económico no funcione, es que no hemos implementado las políticas de segunda y tercera generación para permitir que todos aquellos que están en la extralegalidad puedan entrar. El capitalismo consciente lo que busca es poner a la persona en el centro de todas las decisiones.
—¿Y cómo aterriza a escala política? El capitalismo es más o menos el demonio, según la narrativa de la izquierda.
Los líderes empresariales, muchos, no todos, pero hay un grupo de ciudadanos que, además de sostener a Castillo, hoy están sosteniendo a Dina sin importar el Rolex, sin importar que mienta. El gran problema es que no hemos hecho la tarea de enfrentarnos y hemos permitido que mucha gente crea en esa retórica izquierdista. La diferencia es que la izquierda quiere igualarnos a todos hacia abajo y el liberalismo o el capitalismo, la libertad económica lo que quiere es que la gente tenga derechos para salir adelante, que haya bienestar.
—La crítica es: ¿de qué modelo exitoso estamos hablando si hoy los ricos son más ricos y los pobres más pobres?
Esa información no es cierta, los números no mienten. Nosotros podemos decir que hay muchísimo por hacer, que hay muchísima inequidad, pero también sabemos cómo era el Perú a finales de los ochenta. No me vas a decir que hoy estamos peor que en esos años. Hablemos de salud, educación, vivienda, transporte, agua y saneamiento. Todo esto es responsabilidad del Estado. Hay recursos, pero no hay la voluntad política de reformar. Estamos viviendo en una perversión de la política absoluta, porque no hemos llevado a los mejores a la política. ¿Un gobernador regional y seis Rolex? ¿Qué es lo que sucede?
—¿Quién ha sido el presidente que realmente estaba interesado en hacer reformas?
Nadie ha tenido pantalones para reformar y a nadie le ha interesado, porque todos son cortoplacistas, todos piensan en el voto y es peor, ¿no? Moisés Naím habla de los tres enemigos del mundo actual, que son el populismo, la polarización, la posverdad. Esa es nuestra tragedia.
—¿Estamos viviendo en un Estado fallido?
Estamos muy cerca. Estamos en lo que [Daron] Acemoğlu y [James] Robinson llaman un “leviatán de papel”: da la impresión de que existe un Estado, pero no existe realmente.
—¿Qué buscamos ahora? ¿Un candidato Bukele?
La luz está en el liderazgo empresarial activista. Los políticos no miran el largo plazo, pero los empresarios verdaderos sí, porque sus empresas no van a ser sostenibles en un país que no es sostenible. No te digo que los empresarios tengan que ser candidatos, pero sí deben impulsar la discusión. Lo que necesitamos es crear una clase política para poder exigir. ¿Por qué no salimos todos a decirle al Congreso que esta norma contra la educación de los niños no pasa? ¿No usamos el transporte público? ¿Entonces dejamos que se destruya la reforma del transporte? ¡La ATU es una vergüenza! Los aeropuertos del Perú que están en manos de Córpac son una vergüenza. ¿Por qué no tenemos una carretera central?
—¿Me está diciendo que el pueblo es cómplice?
Absolutamente cómplice. Y lo peor: mayor educación y mayor poder, más cómplice todavía. Nadie quiere ejercer responsabilidad. La respuesta fue Pedro Castillo ,que era una persona no apta, no preparada para gobernar. No lo hubiéramos puesto a manejar una bodega, pero le dimos el manejo del Perú. Hoy el camino es meternos a la cancha. Podemos hacer política activamente: tomar posición no quiere decir militar en un partido político; tomar posición activa, escribir en redes, salir a marchar, cuestionar. O podemos hacer política por omisión, que es la peor de todas, que es quedarte callado y no decir nada y ver cómo tu país se destruye. Hay una frase que dijo Julio Favre, el dueño de Redondos, que me encanta: “Los empresarios son los responsables de encauzar el país hacia el desarrollo, porque son la población más poderosa, más fuerte y tienen responsabilidad”. En el Perú hemos dejado de lado esa responsabilidad. No queremos hablar, no queremos responder, no cuestionamos. Tampoco hay sanción social. Con nuestro hablar a media voz hemos permitido que se destruyan las instituciones.
“Nadie está pensando en el Perú”
—¿Qué piensa de Boluarte?
Lo que he pensado siempre: es una mujer de izquierda que no estaba preparada para asumir la presidencia del Perú. Ha sido funcionaria, pero no tenía la capacidad de llegar a ser vicepresidenta, mucho menos presidenta. Si es mujer o es hombre, para mí es absolutamente irrelevante. El tema es que no está preparada. Yo soy una mujer liberal y nunca voy a votar por la izquierda, porque no creo en las políticas de izquierda, porque van contra los principios liberales. Además del Rolex y las mentiras, está todo el tema de cómo está gobernando, qué proyectos está sacando, qué es lo que está haciendo. El Perú no tiene tiempo para seguir esperando y cada año que perdemos es un año que nos va a costar recuperar. Este 2024 no sabemos qué es lo que va a pasar y cómo vamos a terminar.
—¿Cree que podrá llegar al final de su mandato?
Si el Parlamento se mantiene este año, el próximo ya no le importa porque la sacan y ellos se mantienen. Creo que el pacto es temporal y por eso los incentivos, que son perversos en este momento en la política; se van a ir acomodando según cómo cada quien juegue sus cartas. Lo que ha hecho Dina con los gobernadores regionales, enviándoles dinero extra para proyectos, es parte del pacto que hay de subsistencia. Nadie piensa en el Perú, nadie pone a los ciudadanos en el centro de la toma de decisiones.
—¿Cómo se aplica la sanción a un corrupto? ¿Cómo se persigue el delito? Hoy tenemos a la JNJ liderada por Inés Tello, que fue suspendida, queriendo cortarle la cabeza a Patricia Benavides. ¿Qué piensa de Benavides y de la JNJ?
En el tema de la JNJ, yo creo que era absolutamente inaceptable que ellos se mantuvieran. Para comenzar, Tello estaba fuera del requisito de la edad y nosotros tenemos que defender el Estado de derecho más allá de las personas. Pero regresó a través de una acción judicial que fue contra el Congreso. No conozco el detalle del caso de Benavides, pero sí creo que los peruanos quieren autoridades limpias. No quieren gente que tenga investigaciones.
—¿Y los fiscales Lava Jato?
Son una vergüenza. Han judicializado la política o politizado la justicia, como quieras verlo. Se han aprovechado y han perseguido a gente para hacer carrera política. Igual que el juez Concepción Carhuancho, que abusó de las prisiones preventivas. Ojo, que carrera política no necesariamente quiere decir postular al Congreso. También es capturar el poder dentro de la institución a la que pertenecen.