Ilustración: Víctor Aguilar
Ilustración: Víctor Aguilar
Fernando Vivas

La invocación a es una narrativa poderosa. Si la inseguridad se cuela en la mayoría de encuestas como el principal problema nacional; ¿cómo no va a ser seductor el cuento del presidente de El Salvador reputado por haber reducido la tasa de homicidios a casi cero en su convulsionada nación?

Es una narrativa en principio desideologizada, como la delincuencia; por lo que podría echarle mano tanto la derecha como la izquierda. Sin embargo, como Bukele es derechista y la izquierda, por trauma y tradición, antipatiza con las Fuerzas del Orden; quienes lo invocan suelen ser de la diestra. . Pero, una vez en el gobierno metropolitano, vio que el mentado plan desbordaba su voluntarismo, y dejó de blandirlo. Ni siquiera se ha subido a la ola bukeliana que nos asola estas semanas.

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La narrativa que promete la importación de algunos aspectos del plan, la enarbolan algunos alcaldes de municipios de alta tasa de inseguridad como Hernán Sifuentes (San Martín de Porres) y Felipe Castillo (Los Olivos). Ambos saben que desde las competencias acotadas de sus municipios, poco o nada pueden importar de El Salvador; pero basta asociar sus nombres al de Bukele para sacar buenos réditos publicitarios. El primer ministro, Alberto Otárola, juega a un efecto de carambola,

El mejor aliado de esta narrativa es el propio Bukele, que ha dado muestras de interesarse en el debate nacional, posteando en X al respecto. Con sus megacárceles abarrotadas y la percepción extendida de que las maras desaparecieron; ahora ofrece a su pequeño país –ex república tropical camino a la autarquía de prioridad única- la posibilidad de una exportación no tradicional: ideas.

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