Cuando el ex congresista Richard Arce y el abogado Luciano López le exponían a Dina Boluarte cómo pechar al Congreso para que no la haga larga con el adelanto, Alberto Otárola estaba allí. Un testigo del encuentro me contó que el primer ministro no estaba muy entusiasmado con la intervención de esos intrusos en Palacio, pero asentía cortésmente a sus intervenciones. Raúl Molina, el asesor principal de Dina, también estaba allí y oía con sumo interés. Ni modo, fue uno de los que promovió el encuentro. Lo importante es que Alberto estuvo allí y, es más, participó en el volteo de la propuesta intrusa para convertirla en el mensaje a la nación de la presidenta el domingo pasado.
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¿Saben qué le sugirieron Arce y López a Dina y que ella morigeró? Que pechara explícitamente al Congreso con su renuncia, que les hiciera sentir a los 130 congresistas las toneladas de papa caliente que les caerían encima si se va. También le insistieron en la necesidad de desmitificar al fantasma de la asamblea constituyente. ¿Cómo? Invocándolo. Esto Dina lo hizo con pocas ganas diciendo que –si el Congreso no se ponía de acuerdo- además del proyecto de adelanto al 2023 presentaría otro para encargar a la Comisión de Constitución del próximo Congreso, una reforma total de la carta. En realidad, ni siquiera se entendió bien lo que quiso decir y el ministro de Justicia, José Tello, el jueves, dio a entender que estaban concentrados en el adelanto y ya luego responderían por el otro proyecto. Alberto ni siquiera lo mencionó el miércoles en la noche cuando salió a anunciar que acababan de presentar un nuevo adelanto. Valga este ejemplo para mostrar que Dina y Alberto están juntos en decisiones cruciales y difíciles. Pero eso no significa que piensen y sientan igual. Tienen sus enfoques y sus matices.
Vámonos
Si ambos personajes dudan y reculan y se reservan espacios en los que una no consulta con el otro y viceversa, ¿cómo va a ser firme su relación? Para responder a esto, primero recordemos cómo se conocieron. Un asesor de Dina le recomendó a Otárola como abogado para defenderla ante la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales. Alberto explicó muy bien en los medios porqué las gestiones que Dina hizo para el Club Apurímac no traicionaban su rol de ministra. Recuerdo que la última vez que hablé con él cumpliendo esa función, a inicios de diciembre, me dio la firme impresión que de abogado en un caso puntual había pasado a ser parte del equipo de la inminente presidenta.
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Cuando juró Boluarte a la carrera el 7 de diciembre, miembros del entorno de ella me dijeron que les parecía el premier natural. Se extrañaron cuando ella escogió al desangelado Pedro Angulo. Luego Dina contó que Alberto declinó al premierato y le dijo que prefería Defensa. Quizá las cosas hoy quemarían un poco menos si ella le insistía para ser premier. El sector Defensa ya lo había marcado en el pasado. Vale la pena recordar esa circunstancia porque me temo que tiene eco hasta hoy.
Otárola había enfrentado una moción de censura cuando fue ministro de Defensa de Humala entre el 2011 y el 2012. Tras una escaramuza con los narco terroristas del VRAEM, un policía se reportó muerto en combate y otros dos desparecieron. Defensa e Interior, que operaban juntos en la zona, comunicaron a los pocos días, que los habían buscado intensamente pero sin éxito. Luego de eso, uno de los policías, Luis Astuquillca, llegó herido al poblado de Kiteni y el cadáver de otro, César Vilca, fue encontrado por su padre que organizó una búsqueda por sus propios medios. Tanto Otárola como su colega del Interior, renunciaron antes de afrontar la censura por su presunta indolencia. No fue por muertes de civiles sino de efectivos del orden. ¿Condicionó esto la vuelta de Otárola a Defensa en el momento en que aquella estaba por colaborar con la PNP en el estado de emergencia? ¿Influyó su pasado en la convicción de que las fuerzas del orden lleven la batuta en la respuesta a la protesta? Es muy posible que sí.
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El primer ministro que escogió Dina, Pedro Angulo, fue un fiasco e inmediatamente surgió en su entorno la idea de cambiarlo por Alberto. Pero el 15 de diciembre hubo muertos civiles en manos de una patrulla militar cerca del aeropuerto de Huamanga y se instaló, en el entorno presidencial, la idea de que al menos los ministros de Interior y Defensa debían renunciar para pagar el costo político de las muertes. Entonces, Alberto –vaya prueba para la relación- hubo de consentir y soportar que Dina entrevistara a candidatos casi en público, que no enganchara a ninguno y que, como descarte, volviera a la propuesta inicial: ‘ni modo, serás tú’.
El ‘upgrade’ a la PCM de quien estaba con la cabeza a punto de rodar, fue la decisión más temeraria tomada por Boluarte en medio de las protestas. Es difícil evaluar su impacto, porque no hay narrativa, lemas, pancartas, banderolas dirigidas específicamente contra Otárola. Las demandas son maximalistas y piden que se vaya ella, sin distinguir a Alberto entre la parafernalia de la diatriba callejera. No hay, pues, en la grita pública, un reclamo individualizado contra él que haga sentir a ella que entregar su cabeza puede ser una gran salida política. Si lo percibiera así, probablemente ya habría hecho rodar su cabeza desde la Plaza de Armas hasta el cruce de La Colmena y la Avenida Abancay, la zona más caliente de la protesta en Lima.
Hay un actor político que sí exige la salida de Otárola como requisito para que se sostenga Boluarte. Se trata de la Asociación de Movimientos Regionales del Perú, presidida por el madrediosense Fredy Vracko. Es un gremio que incluye alrededor de 80 movimientos, algunos de los cuales han ganado gobernaciones y alcaldías provinciales y distritales. El 16 de enero, lanzaron un comunicado en el que el tercer punto reza así: “Exigimos, como muestra de intención de diálogo de parte de la presidenta Boluarte, el inmediato retiro del señor Alberto Otárola, quien únicamente conoce de represión”.
Conversé con Vracko y me contó que en el chat de su asociación concordaron que ese era un buen punto, aunque hosco, para tender un puente. Me lo explica así: “Estamos tratando de traducir el zafarrancho de pedidos y demandas. El meollo es que el Congreso no representa a la ciudadanía; pero estamos en un marasmo, donde se pide que se vayan el Congreso y Dina; entonces, vimos que por aquí puede haber un acuerdo, que se vaya Otárola”. A cambio del pedido, por cierto, dicha asociación ofrece algunos liderazgos, que no son autoridades maniatadas, para mediar en sus regiones.
He aquí un ejemplo de que la oposición no extrema a Boluarte, sí tiene presente a su lugarteniente. Hay otro ejemplo, gráfico, dramático. Recordarán que el actual gobernador de Madre de Dios, Luis Otsuka, repelió a balazos a un grupo vandálico que se aprestaba a amedrentarlo e incendiar su casa en Puerto Maldonado. Aplacada la violencia, en la puerta de su casa, Otsuka le explicó a un periodista local que, a su parecer, el ataque había sido motivado porque se filtró una foto suya saludando a Otárola en el militarizado aeropuerto de la ciudad. Vracko, que es de la misma región, aunque distante del gobernador, coincide en la misma teoría. Alberto no tiende nuevos puentes para Dina, salvo los de derecha. En el resto del espectro, la oposición le marca límites.
Cuestión de enfoques
Cuando Otárola visitó a la mesa directiva del Congreso el 25 de enero, dijo tras el encuentro que estaba satisfecho “con el cronograma” que le habían mostrado. El término era equívoco pues Williams, Martha Moyano y Alejandro Muñante, quienes lo recibieron, estaban imposibilitados de darle cronograma alguno. No tenían idea –ya lo vimos- de lo que vendría luego. Le hablaron de escenarios y probabilidades, como me lo confirmó el ministro Tello, con quien conversé días atrás (ver crónica “Los ‘fujis’ se adelantan” del 30/1/2023). Al resumir de esa forma su encuentro con la mesa congresal, Otárola parecía no prestar mucha atención al propósito fundamental de la visita, ¡el adelanto!.
En realidad, en las apariciones de Otárola se pelean las promesas de orden y firmeza con los mensajes de diálogo. Y priman sus encuentros con las bancadas de derecha. El lunes recibió a Jorge Montoya y José Cueto de Renovación Popular; seguidos de Adriana Tudela, Alejandro Cavero, Norma Yarrow y Diana González, de Avanza País. No hubo representantes de otras bancadas. Pregunté si había un diseño de rápida ronda de diálogo. Lo que me dijeron es que estaba hablando con aquellos que se habían mostrado reacios a la premura del adelanto, y ello explica que no invitara a Fuerza Popular, APP y Somos que están por el 2023; pero no me explicaron porque no lo hizo con las de izquierda o si lo hizo y estas se negaron.
Tras esa respuesta a medias, ví aparecer a Otárola en la puerta de Palacio, con la parte de la explicación que faltaba. Poco antes, el Congreso había frustrado una vez más un acuerdo por el adelanto. ¿Qué dijo Otárola además de anunciar que acababan de presentar un proyecto urgente de elecciones para el 2023?. “He tenido diversas conversaciones con varios sectores (…), no necesariamente se reflejan en las visitas registradas”. No precisó con quiénes habló, pero al menos, quedó claro que el primer ministro sí sabe que hay que tender puentes hacia todos lados y que en el tema del adelanto no puede tener fisuras con la presidenta.
En todo lo demás; los estilos, prioridades y acciones difieren. Por ejemplo, mientras Dina rediseñaba su cuenta de Twitter y reafirmaba su discurso ‘adelantista’ (‘no me pidan que me vaya si yo me quiero ir’), Alberto apareció con los dirigentes de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) prometiendo que habría fútbol este fin de semana. Sus continuas promesas de seguridad contrastan con las malas noticias de bloqueos y disturbios que se resisten a desaparecer. Por momentos; Otárola es como el padre que te zamaquea asegurándote que todo va a salir bien y te pone más nervioso.
Un amigo de Dina, hoy observador a la distancia, me dijo hace unos días que percibía dos enfoques opuestos en Palacio: el del diálogo y las concesiones y reconocimientos a los protestantes que este obliga; y el de la respuesta de ley y orden. La primera la encarnaba Raúl Molina, jefe del gabinete de asesores de Boluarte; la segunda, Otárola. Molina renunció el miércoles y el jueves conocimos su carta a Boluarte donde le dice: “…no parezco ser el asesor principal que usted quiere (…). Con el debido respeto, Señora Presidenta, escuche a nuestra gente, a la gran mayoría que pide cambios, y respóndale como jefa de Estado, más que como jefa de gobierno”.
Dina ha escuchado a Alberto y se pusieron de acuerdo en darle prioridad al adelanto de elecciones generales, confiando en que convocadas estas, disminuirá la presión de la olla. Recogieron, de la exposición de López y Arce, y del consejo de muchos; que, en el caso del adelanto, pechar al Congreso no era un riesgo sino una necesidad. El jueves en la mañana, ambos aparecieron en el inicio parcial de operaciones de la refinería de Talara, firmes tras la renuncia de Molina. Dina dijo: “Mi renuncia no está en juego. Hay un sector de la población, grupos violentistas que a manera de chantaje piden mi renuncia; no vamos a ceder a ese chantaje político anárquico que quiere llevar al país al desorden y a la crisis”.
Dina y Alberto están juntos y parecen haber hecho un trueque. Él asume la prioridad del adelanto (aunque la invitación a sustentarlo ante la Comisión de Constitución la derivó a Tello) y ella asume que no se puede guiar por quienes le aconsejan ceder y dialogar en el campo minado. Alberto también cree en el diálogo, claro que sí, pero sus interlocutores no son necesariamente los mismos con lo que dialogaba Molina y sigue dialogando el viceministerio de gobernanza territorial y la secretaría de gestión social (en la cancha de la PCM). Algunos no se prestan para la foto, como el atribulado Otsuka y los congresistas no adelantistas. Algunos, como sugiere mi colega Juan Carlos Tafur y me comentan algunas fuentes, podrían acercarse a la PCM a ofrecer sus servicios para negociar desbloqueos y soluciones parciales, ganando dividendos en el intento. Pero esa es una línea de investigación que reclama pruebas. Por ahora, solo podemos reafirmar que, en lo esencial, Dina y Alberto están juntos.
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