Fernando Vivas

Además de nuestro oficio, todos nos hemos vuelto epidemiólogos. Los políticos, seres superlativos, lo son en grado sumo: actores decisivos de la salud pública. El lío es que muchos de ellos, en un terreno donde los salubristas tendrían que marcarles la pauta, no los quieren oír o los oyen cuando no tienen más remedio. Son líderes a ‘contra ciencia’.

¿Por qué? Por varias razones pero apuntemos una en especial que engloba a varias: el populismo. Usemos la definición de Cass Mude y Cristóbal Rovira (“Populism: A Very Short Introduction”, 2017): el populismo es una ideología elástica que alberga a otras, de izquierda o derecha. Es una dualidad pueblo traicionado/élite corrupta esgrimida por políticos que dicen interpretar, con un lenguaje sencillo, los valores populares que han sido burlados por esa élite tradicional que ha copado instituciones, partidos, medios de comunicación, ONG y universidades. Los científicos son parte de esa élite y encarnan una lógica de veracidad opuesta al populismo.

Los populistas cultivan un estilo campechano de decir las cosas. Pueden ser sinceros, aunque esa sinceridad sea, muchas veces, la base de decisiones desatinadas. Si un fenómeno como la pandemia requiere una explicación científica, ellos preferirán explicarlo con una teoría conspirativa de buenos y malos, y proponer curas políticas milagrosas.

Estos líderes que encarnan un orden de cosas e ideas conservadoras, no quieren, pues, someterse a las reformas y a las recetas sugeridas por la ciencia. El espíritu patriarcal gregario, las expansiones sociales, los ritos de cortesía, celebraciones religiosas, mitines políticos; todo eso que los expertos en salud pública ven fríamente como ‘vectores’ de contagio; fueron alentados y defendidos por Donald Trump, Jair Bolsonaro o Andrés López Obrador como parte de un sistema de valores y una economía que no podía paralizarse como pedían los salubristas. Podemos sumar a otros líderes de estilo más moderado, como el presidente del gobierno español Pedro Sánchez que permitió las masivas manifestaciones por el día de la mujer el 8 de marzo, quizá enervando el brote en España.

Todos los mentados han corregido sus primeras declaraciones minimizando la pandemia –en ese mismo estilo populista que los hacía hablar en nombre del pueblo burlado por los políticos sibilinos- y se han plegado a regañadientes a la receta dura de la inmovilización social y la paralización económica parcial. Al que peor le ha ido, pues ha pagado con su propia salud, es al británico Boris Johnson, que luego de haber sugerido que en su país se podía dejar avanzar la enfermedad hasta conseguir una ‘inmunidad de grupo’, fue contagiado y hospitalizado.

Trump subrayó el origen chino del brote y ha creado falsas expectativas en tratamientos que están en fase experimental. Sin embargo, el Dr. Anthony Fauci, experto y consejero en salud pública, ha estado a su lado en varias presentaciones públicas, dando a entender que a la ciencia, aunque tarde y a regañadientes, se la escucha en el país que hoy lidera la tabla de contagios.

Sobre liderazgos, hay uno frustrante y polémico, el de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su rol es monitorear problemas de salud pública, alentar la colaboración internacional y lanzar recomendaciones, en ningún caso vinculantes. La OMS se inhibe de sugerir restricciones al comercio y al tránsito de personas entre países. Por ejemplo, estaba descartado que una vez identificado el brote en China, se lanzaran recomendaciones de cierre de fronteras, siquiera parcial.

Por eso, varios salubristas piensan que la OMS es más ‘política’ que científica’, pues se rige por el respeto a los poderes que la constituyen antes que por la ciencia epidemiológica. Varios médicos comentan sorprendidos el hecho de que la OMS no recomiende usar mascarillas, salvo al personal médico y a los infectados. Su consideración, de hecho, puede ser más política que puramente médica: reservar ese recurso escaso solo para los profesionales de salud, evitando que lo acapare la ciudadanía. Cosas de la política y la salud en la cumbre del salubrismo mundial.

Barbudos y prospectivos

A sí le gusta oír a la ciencia. En ese sentido, es un líder ni populista ni tradicional. Por un lado es un ingeniero moqueguano desconfiado de la élite política tradicional; por el otro, es respetuoso de la academia, con la que está en buenas migas. Le rinde culto a su alma mater, la Universidad Nacional de Ingeniería e hizo ministro de Vivienda, a uno de sus profesores, Javier Piqué. Quiso hacerlo con Jorge Alva Hurtado, ex profesor suyo y actual rector de la UNI, pero este prefirió mantenerse al margen. Además, su hija, María Antonieta Alva, ya estaba enrolada en el Estado y pronto se convertiría en ministra de Economía.

El presidente respeta la especificidad de las disciplinas y ha entendido que la salud pública es una ciencia distinta a la medicina, pues involucra modelos estadísticos matemáticos y variables sociales. Por eso sacó a la médica Elizabeth Hinostroza, doctora que había gestionado un hospital (el de la Policía, lo que explica que ahora sea asesora del Mininter), y puso al salubrista . Y le ha encantado la figura epidemiológica del ‘martillo’ expuesta por este, al punto que se puso a explicar, con pizarra y plumón, los martillazos para aplanar la curva de infección.

Entre los primeros encargos y decisiones de Zamora, estuvo el de formar un grupo de apoyo científico. Epidemiólogos y un economista experto en estadística, , ex jefe del INEI, analizan cifras, hacen proyecciones de la curva en relación a los recursos sanitarios, y recomiendan medidas drásticas. A Vizcarra le gustó el grupo y un día que los oyó, los sentó a su lado para presentarlos en conferencia de prensa. El doctor César Cárcamo, con su barba desgreñada, completaba la postal del poder asesorado por mentes brillantes con su gramo de locura.

Solo alguien que respete a la ciencia puede dejar que sus representantes sean voceros. Zamora ha sido la voz del régimen un par de días que no hubo la conferencia ritual de Vizcarra al mediodía. El jueves pasado, tampoco hubo ese encuentro, y dos voceros, Matuk y la ex ministra de Salud, la neuróloga ; cubrieron el vacío. Aunque ambos han sido funcionarios, ahora, en su papel de técnicos, dijeron cosas bastante duras, de esas que el presidente, como muchos políticos, edulcoran o maquillan sin llegar al arranque populista.

Matuk, incluso, se asumió como uno de los autores de la idea del ‘pico y placa’ por género, recomendación que fue adoptada por el gobierno, y reconoció que fue un error. Y concluyó, razonablemente, que para evitar errores como esos, se había acordado llamar a sociólogos que analizaran los hábitos de consumo y movimiento de la gente; un asunto que ha sido descuidado y es crucial para manejarnos dentro de la cuarentena y cuando salgamos de ella. O sea, si hubo fallas de la ciencia; entonces, más y mejor ciencia.

Conversé con Matuk y me contó que, junto a los epidemiólogos del grupo de prospectiva, analizando la data que recién se conoce de otros países, han podido establecer que la curva llegará a su cima los últimos días de abril. Y de acuerdo a esa proyección, han hecho recomendaciones para anchar en la medida de lo posible los cuellos de botella: número de camas UCI con ventilador mecánico, número de pruebas moleculares y rápidas y de tests al día, capacidad de atención de telesalud en la línea 113 y –aunque suene lúgubre- suficientes unidades para recoger y disponer de cadáveres.

Vizcarra, en cada decisión y cambio de opinión, invoca a las recomendaciones de los expertos y refuerza la idea de que el gobierno, a pesar de la precariedad del sistema de salud y de los errores, se rige por la ciencia y no por los afanes populistas. También ha invocado a la religión y a la unidad. No solo la ciencia nos sacará de esta.

¿Cómo se contagia el coronavirus?

La COVID-19 se contagia por el contacto de una persona sana con otra que esté infectada. Esta enfermedad se propaga de persona a persona mediante las gotículas procedentes de la nariz o boca cuando el que se encuentra enfermo tose o exhala.

En muchos casos, estas gotículas caen sobre objetos o superficies, que después tocan otros individuos y se llevan a la nariz, ojos o boca cuando pasan sus manos por la cara.

¿Cómo prevenir la propagación del coronavirus?

Para reducir la probabilidad de contagio existen varias maneras. Las principales son:

  • Lavarse las manos con agua y jabón por 20 segundos y usar alcohol o gel desinfectante.
  • Mantenerse a una distancia mínima de 1 metro de cualquier persona.
  • Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca, debido a que las manos al palpar muchos objetos y superficies pueden recoger el virus.
  • Mantener una buena higiene respiratoria: si tose o estornuda deberá cubrirse la boca y la nariz con el codo doblado o con un pañuelo de papel, que deberá desecharse de inmediato.
  • Permanecer en casa si no se encuentra bien. En caso tenga fiebre, tos y dificultad para respirar, busque atención médica y siga las instrucciones que le de personal de salud.

¿Cuánto durará la cuarentena por coronavirus en Perú?

Después que se reportaron los primeros casos de en el Perú, el presidente Martín Vizcarra declaró estado de emergencia nacional por 15 días ante el avance del en el Perú. A través de este Decreto Supremo se busca la prevención y el control para evitar la propagación del coronavirus en el territorio nacional.

Sin embargo, este jueves anunció que habrá prórroga por el bien de todos los peruanos, y se extenderá este periodo de emergencia nacional por 13 días más, es decir hasta el 12 de abril.

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