La persistencia de César Acuña como autoridad regional y líder partidario es un desafío a la regla de la volatilidad del político peruano. Si la semana que pasó el protagonismo lo tuvo la multitud marchando por la Panamericana Norte desde Puente Piedra, pues más arriba, en Trujillo, estuvo ‘el papá de La Libertad’ (Dina dixit) robando cámara para explicar porqué se viralizó una foto suya vestido con chilaba blanca en Abu Dhabi.
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“Soy un trabajador público, un servidor público. Tengo derecho a descansar (…). Tengo derecho también, sin ser vanidoso, de viajar donde tenga la posibilidad de viajar (…) uno tiene que, de acuerdo a sus posibilidades, poder irse al lugar que mejor le parezca”, masculló.
Y hay más: advirtió que aún no se ha tomado todos los 30 días de vacaciones que tiene por ley y lo espera otro viaje programado para diciembre. No dijo el destino, pero estén seguros de que si lanzaran un dardo al mapamundi, allí donde se clave, su plata lo llevaría. Este fue su mensaje, tautológico como sus ‘acuñismos’: el que puede, puede.
“Entonces, si la frivolidad es pecado capital de los políticos ante el drama de un país inseguro; ¿porqué la de César pasa más piola que la de otros?”
La multitud no protesta directamente contra la extorsión que causa estragos en el país y, dramáticamente, en los colegios de Trujillo (ver “Colegios pagan entre S/10 mil y S/20 mil”); la gente protesta contra las autoridades que percibe distraídas del combate al mal y absortas en sus frivolidades y ajustes de cuentas.
Entonces, si la frivolidad es pecado capital de los políticos ante el drama de un país inseguro; ¿porqué la de César pasa más piola que la de otros? Respuesta preliminar: por más pica que saque su veleidad, en el fondo de la indignación popular queda espacio para un atenuante, casi perdón, ‘bueno, al menos lo hace con su plata, no con la nuestra’.
Por supuesto, un prejuicio a favor no es absolución. La Contraloría y sus opositores dentro del gobierno regional ya investigan si en verdad cumple un calendario vacacional, cuáles viajes respondieron a invitaciones oficiales cuáles no, si provocó gastos o si produjo resultados para La Libertad. Como estas coyunturas ha sorteado otras y lo volvieron a elegir gobernador.
Quiero que me respeten
Acuña es lo más lejano a un político antisistema, ni siquiera es un reformista con planes radicales para la educación peruana (¡el origen de su fortuna empresarial!), para disminuir la pobreza o para desterrar la discriminación.
La primera vez que lo entrevisté, en su campaña del 2016, le pregunté en más de una forma si alguna vez se había sentido discriminado. Quería explorar la idea de que un móvil de su politización fuese el haber bregado contra prejuicios por su origen racial y pueblerino (se crió en Tacabamba, el mismo distrito en el que nació Pedro Castillo, quien sí quiso pegarla de antisistema). Me esquivó la pregunta. Le comenté a Luis Favre, su asesor de campaña, mi frustración por no sacarle una respuesta asertiva. Hoy puedo contar lo que me dijo Luis: “Él no busca el poder, busca reconocimiento, es un integrado”.
El perdón parcial a Acuña radica, pues, en los resquicios de indulgencia aspiracional que despierta un emprendedor con fortuna integrado al sistema. Si es un hombre feliz que no ha logrado su felicidad completa es porque aún siente que se le mezquina el reconocimiento total. Manda en Trujillo pero Lima le es esquiva. Muchos trujillanos también. El miércoles, luego de su conferencia de prensa en pleno paro que también tuvo réplica en La Libertad, fue al aeropuerto local. Algunos viajeros le gritaron zambacanuta y lo grabaron para que el escracheo tuviese un soundtrack a la medida. Como ya tiene muchos años en política, posee la correa que le permite soportar la grita. Ya se le presentarán otras oportunidades, en zona de comfort, para decirnos ‘aquí estoy con mi plata, con mi partido que maneja el Congreso, con mi respaldo a Dina, ¿y qué?’.
La pregunta que debemos hacernos ante su frescura al replicar y su templanza al afrontar insultos, es si su poder tiene fecha de caducidad en el 2026 como la tiene Dina (ella en julio y él en diciembre, si solo nos atenemos al término del mandato). Respuesta final: El castigo electoral por ‘dinista’ podría descuadrar al partido hasta hacerle perder la inscripción en el 2026. Acuérdense cuando dijo ‘chau, chau APP’ en el audio de una reunión de la cúpula, presionando a los miembros de su bancada a que se fajen por una ley que favorecía su campaña a la gobernación. Le estaba diciendo a su bancada que ellos quizá no tendrán vida después del Congreso, pero él sí la tiene después de la política, con su plata nomás, porque el que puede, puede.