Martes 27. En pocas horas será primera dama de un país al que lo único que la ligó de niña fueron unas fotos de Machu Picchu en un ejemplar de “National Geographic”. No podemos hacer la entrevista en la sala porque ahí está su esposo con tres presidentes y el rey emérito de España. Lo hacemos en el comedor, que en unas horas será sede de un evento para ella tan emotivo como la juramentación de PPK: Nancy y Pedro Pablo cumplen 20 años de casados y la familia se ha juntado para festejarlos y despedirlos del mundo privado. Nancy está abrumada con todo lo que le pasa –¡no es para menos!–, pero tiene la formación, el sentido común y el millaje – en especial el tramo de 11 mil millas entre Melbourne y Nueva York que cambió su vida– para explicarnos en un español que por pausado resulta diáfano cómo así será una primera dama de perfil bajo y proactivo.
—¿Cómo se siente? ¿Entusiasmada, preocupada ante el cambio de vida?
Es algo nuevo, totalmente. Tengo que aprender mi trabajo como primera dama y tengo que apoyar a mi esposo en su nuevo trabajo. Será difícil, pero para mí es un privilegio y un honor estar en el Perú, al costado de mi marido, Pedro Pablo.
—Ha anunciado que irá a la marcha contra el maltrato a la mujer. ¿Es feminista o simplemente una mujer segura de sí?
Feminista no es una mala palabra para mí. Crecí en los años 60 y 70 en EE.UU., una época histórica en la batalla de la igualdad de derechos. Siempre he querido trabajar. He trabajado 30 años alrededor del mundo, en más de 40 países.
—En esos viajes, ¿ha entablado relaciones estrechas, profundas, con gente muy diversa?
Sí, por ejemplo, trabajé en Holanda con un banco privado que sufrió una bancarrota, financiaba películas de Hollywood. Y trabajé muchos años en Japón. Tengo un bachillerato en Ciencias Políticas en Wisconsin. Allí trabajé con el senador Jim Sensenbrenner III. Estuve con él tres años y luego decidí viajar como mochilera por la India y Europa. Regresé a EE.UU. y empecé a estudiar una maestría de Negocios Internacionales en Wisconsin.
—¿Cómo conoció a Pedro Pablo?
Lo conocí en Melbourne, en Australia. Estuve trabajando para una revista financiera en Nueva York [“Institutional Investor Magazine”], promovía proyectos especiales de inversión. Fui al estado de Victoria, cuya capital es Melbourne. Trabajaba con la oficina del gobernador. Mi trabajo se enfocaba en mercados emergentes. Pedro Pablo llegó como invitado, un banquero de alto nivel. Yo pensaba que era un hombre muy serio, pero al conocerlo siempre estaba bromeando, tenía un buen sentido del humor. Después de conocerlo, tomé vacaciones por una semana, con mis amigas, en Australia. Al regresar en el avión estuve en clase ejecutiva y este hombre regresó de primera clase y me dijo: “¡Estás aquí, qué sorpresa!”. “Sí, estoy aquí, como tú”. Un hombre desconocido estaba sentado junto a mí y él [Pedro Pablo] le dijo: “Yo quisiera sentarme aquí, ¿quieres ir a primera clase?”. Y el hombre dijo: “¡Por supuesto!”, porque era un vuelo largo de 24 horas, de Melbourne a Nueva York. Él estaba a mi lado y habló por casi 24 horas. Fue una tortura [ríe]. Este hombre hablando, hablando, la historia de su vida, mucho sobre el Perú, qué quería hacer. Aprendí casi todo sobre él en este vuelo.
—¿Eso fue hace 20 años?
31 años, 11 años antes de nuestro matrimonio.
—Primero hubo un amor de lejos.
Sí, él me llamó dos o tres veces por día; me visitó cuando podía. Fue un hombre muy cariñoso. Y persistente, y muy alegre.
—¿Dónde se casaron?
En Wisconsin, en mi pueblo [Rock Springs] de 400 habitantes. Salió un artículo pequeño en el periódico local. “El nuevo presidente del Perú tiene lazos con nuestro pueblo”.
—Lazos profundos. Antes de conocer a Pedro Pablo, ¿había algo que la ligara con el Perú?
Le conté una historia esta tarde a mi amiga Mariella [nos acompaña en la entrevista] en la peluquería. En este pueblo tan pequeño, mis padres siempre trabajaban. Mi padre tenía tres trabajos a la vez, mi mamá dos. Yo me quedaba sola cuidando a mis hermanos. Soy la mayor, tengo dos hermanos y una hermana. Mi pueblo no tiene restaurantes, ni cine ni centro comercial; solo un grifo, dos tabernas y una tienda. Siempre trataba de encontrar algo que leer. Una tía nos regalaba todas las navidades una suscripción a la “National Geographic”. Leía en mi cuarto las historias de los otros países y recuerdo hasta ahora las páginas de un ejemplar sobre el Perú y la foto de Machu Picchu. Y todavía puedo recordar la ventana, la luz, la foto, porque estuve tratando de entender esta montaña tan extraña, tal alta, como triángulo, el Huayna Picchu. Y quería saber por qué este sitio es tan interesante, por qué todos quieren ir ahí. Y con esta revista empecé a entender el mundo.
—¿Luego ha subido con Pedro Pablo al Huayna Picchu?
A Machu Picchu varias veces, pero al Huayna Picchu todavía. Él sí puede, yo no sé [ríe].
—¿Cuál es el secreto de la vitalidad de Pedro Pablo?
Siempre hizo ejercicio fuerte, siempre tomó una hora alrededor del mediodía para jugar tenis, squash o hacer máquinas. Él es como un buen cardiólogo, sabe que para ser más joven hay que hacer ejercicio. Es su secreto.
—Su tren de vida no va a parar.
Está siguiendo a su padre [Max], que tenía la misma actitud. No lo conocí, falleció en 1967, pero he investigado mucho sobre su vida. Pedro Pablo dice siempre: “No voy a jubilarme nunca, voy a seguir los pasos de mi padre, él trabajaba hasta los últimos días como médico”. No me lo puedo imaginar sentado sin hacer nada mirando la televisión.
—¿Fue difícil para usted cuando tomaron la decisión de vivir en el Perú?
No, porque desde la primera noche en el avión él me dijo: “Quiero regresar al Perú, me han botado, pero quiero regresar”. Siempre me lo dijo y cuando decidió tener pasaporte estadounidense fue un ‘shock’ para mí. Increíble. Le dije: “¿Qué estas haciendo?, no tienes que hacerlo, tú eres peruano, no entiendo”. Durante los años del gobierno de Fujimori estuvo muy deprimido sobre las posibilidades del Perú. No podía ver un nuevo camino ni para él ni para el país. Entonces, él decidió aplicar para el pasaporte estadounidense, pero no fue mi consejo, nunca.
—Cuando en el 2001, recibe la invitación de Alejandro Toledo, ¿ahí sí tuvo claro que era el retorno de Pedro Pablo al Perú y usted con él?
Sin una conversación entre nosotros. Lo entendí bien. Para mí, fue una oportunidad única para nuestra hija. Yo recordaba mis días en Rock Springs, encerrada en mi habitación. Susy nació en Miami y creció con dos idiomas. Yo pensaba, ¡qué oportunidad para Susy crecer aquí y hablar español como una peruana! Pedro Pablo tiene otros tres hijos, pero nunca tuvieron la oportunidad de vivir aquí y aprender el idioma como peruanos. Para Susy, fue algo muy importante y yo decidí que tuviera la oportunidad de ser peruana.
—¿Usted se ha convertido en parte peruana en estos años?
En parte peruana, sí.
—Y ha dicho que quiere ser una primera dama de perfil bajo, pero con tareas definidas.
Ya hemos tenido reuniones con el primer ministro Zavala y con la secretaria general de Palacio. Estamos pensando en cuatro enfoques. Agua limpia, que es un tema muy importante para mí porque gané una beca y me mandaron a vivir a la India a un pueblo sin agua y sin electricidad. Sé lo que es vivir sin agua. El segundo tema son los niños y sus problemas de salud y educación. También me preocupa la violencia familiar.
—Ha conversado de estos temas con Nadine Heredia en las reuniones que tuvieron.
No, ella habló sobre sus programas en términos generales con Pedro Pablo y conmigo, pero no hemos hablado de detalles.
—¿Usted se trasladaría a una oficina en Palacio de Gobierno?
Probablemente van a darme un escritorio; una oficina, no creo.
—Sin polillas.
[Ríe, PPK declaró sobre las polillas de Palacio]. Ojalá que sí porque el tercer piso donde está la residencia tiene polillas. Pero también tenemos polillas en esta casa. Es algo normal en Lima. El Palacio es un monumento histórico para los peruanos y podemos mejorarlo y abrirlo al público.
—¿Le ha costado adaptarse al Perú?
A veces. Me gusta el tráfico ordenado. Aquí tenemos un problema espantoso con el tráfico.
—No sería peruano si no le pregunto por la comida.
Puedes ver que en la cocina tengo 300 libros y 50% son de comida peruana. Mi hija es una buena chef. Siempre estamos yendo a restaurantes, cortando recetas, hablando en familia sobre nuestros platos.
—Nació en un pueblo pequeño y ahora vive en una ciudad caótica.
Oh sí, me siento siempre mejor en el campo. Por eso fue mi idea tener una casa en Cieneguilla. Me gusta tener conejos, cuyes, gallinas, mis propios huevos. Es una posibilidad tener cuyes en el patio de atrás de Palacio. Los animales me alegran.
—En la campaña hubo momentos intensos y frustrantes.
A veces he sido su peor crítico. Los candidatos se equivocan a veces y ¡pum! Cuando llega a la casa, le digo: “¡Qué has dicho!”.
—Cuando perdió en el 2011, ¿sabía que iba a volver?
No puedes predecir el futuro, las cosas cambian. No puedes decirlo en cinco años. Tenía que ver y medir el ambiente y decidir paso por paso.
—¿Cuál ha sido un momento difícil en esta campaña?
Leer los periódicos, que recibimos 13. Los leo porque tengo que entender las noticias y quién dijo qué para hablar con Pedro Pablo. Si estuviera aquí sin leer, ¿qué podría decir al fin del día? Para mí fue difícil. A veces la información es falsa. Por ejemplo, no soy prima de Jessica Lange [ríe].
—¿No es prima segunda de Jessica Lange? Pedro Pablo me dijo en una entrevista que era prima segunda.
Soy prima lejana, qué sé yo. Se equivocó, perdóname. Personalmente, no la conozco. Ella creció en Minnesota. Pero hay algo interesante. Su primer marido [Paco Grande, fotógrafo español] vivió en Minnesota y luego de su relación con Jessica, empezó una nueva relación con una peruana y tiene hijos peruanos. Tengo amigos en Urubamba que conocen al primer marido de Jessica Lange.Vamos a tener un escándalo ahora porque Pedro Pablo te dijo que yo era prima segunda [ríe]. Pero sí hay algo, porque mi tía hizo una investigación en la biblioteca de los mormones en Salt Lake City y encontró que hay una relación distante.
—Ahora, no importa que sea prima lejana de Jessica Lange, sino primera dama del Perú.
Formé mi propio grupo para la campaña y escogí el nombre Chambeando por el Perú. Tenemos contactos en todo el país, me gusta viajar, no tengo miedo de ningún lugar. Puedo comer chicharrón u hormigas. Después de mi experiencia en tantos países, no voy a morir por comer un plato de chicharrón.
—Que tenga buena chamba.
Gracias.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 31 de julio de 2016