“Siempre hay espacio para el diálogo, y parte de la dificultad es que muchas veces hay que construir a los interlocutores”, opina Jorge Nieto, ex ministro y, semanas atrás, candidato para encabezar la Presidencia del Consejo de Ministros, aunque la oferta por parte de la presidenta Dina Boluarte no se concretó. “Ha habido movilizaciones masivas de todo tipo, con mayor o menor cuota de violencia, donde no ha habido liderazgos visibles. Quizá tenga que ver el hecho de que hay convocatorias horizontales, tomamos muy poco en cuenta eso”, agrega.
—¿Con quién tiene que sentarse a dialogar?
Tienes un sector de la población que viene por enojos y demandas históricas. Hay un gran esfuerzo de inversión pública que el Estado le debe a la sierra peruana, en particular la sierra sur, para que el suelo esté más parejo. Un esfuerzo que empiece por energía, por agua, por educación y salud, proyectos productivos. Hay que volver positiva esta situación, escuchar reclamos. No sé por qué al Gobierno no se le ocurre anunciar nada para estas demandas.
—Pero no son los únicos. Esta protesta tiene capas. Están, por ejemplo, las economías ilegales.
En particular, la minería ilegal. Son entre 300.000 y medio millón de peruanos los que se dedican a esa actividad. No los vamos a matar a todos, ¿no? Necesitamos una política específica que parta de la realidad: están allí, desarrollan una actividad económica, muchas veces –como en Madre de Dios– generan un daño ecológico irreparable, pero hay que hacernos cargo del problema en todas sus reales dimensiones.
—Y luego están los grupos radicales y violentistas.
La variada mezcla de grupos violentistas, incluyendo exsenderistas o senderistas. Ellos tratan de orientar, de conducir esto. Lo que hacemos cuando englobamos a todos en un solo epíteto es cohesionarlos y regalarles la multitud, cuando lo que hay que hacer es política, y comenzar a trabajar y abrir espacios de diálogo. No es fácil, pero es la tarea del político. El político está para abrir puertas que están cerradas.
—El Gobierno invoca al diálogo, ¿pero lo está buscando realmente? ¿Qué está faltando?
No he visto ningún intento serio de diálogo, salvo el que hizo el enviado de la PCM, Raúl Molina, a Puno. No he visto a los políticos en ese rol; vemos a los ministros en Lima, en sus oficinas, en Palacio. No hay esa voluntad expresada con claridad en el Gobierno, y ciertamente tampoco en algunos sectores de la movilización.
—¿Siente que la presidenta está, digamos, sobreprotegida por su Gabinete y su entorno inmediato?
En su última presentación, ella abrió la conferencia de prensa, pero el que la cerró fue el primer ministro. Me quedé sorprendido; la figura de máxima autoridad allí es la señora Boluarte.
—Bastante metafórico el asunto.
Así es como lo ve la sociedad, la gente: una presidenta a la que se le nota, no diré sometida, pero que no está en la plenitud de su rango. Lo que se ve es una figura muy fuerte del primer ministro, además en una actitud bastante beligerante, que causa un impacto negativo en el esfuerzo de construir un diálogo. Si unimos un discurso beligerante de un lado y acciones violentas del otro, estamos en el peor de los escenarios.
—En la misma conferencia, primero se habló de que todo estaba “bajo control”, y recién varios minutos después se mencionaron las muertes. También eso es ilustrativo.
Fue el ministro del Interior, Vicente Romero, el que señaló el tema. Eso nos habla de la manera en que jerarquizan las cosas. Para el Gobierno, lo relevante fue señalar que tenían el control de la situación: no lo tienen y lo saben. Dime de qué presumes y te diré de qué adoleces. No se ha asumido políticamente la muerte de medio centenar de personas. Para cualquier gobierno del mundo, son muchos muertos y nadie ha asumido esa responsabilidad.
—¿Cómo explicar lo sucedido en la Universidad de San Marcos?
El ingreso de la policía a la Universidad de San Marcos ha sido decidido por el Gobierno, sin presencia de fiscalía o la defensoría. En la forma y en el fondo, en el contexto nacional, es echarle un poco más de gasolina a la hoguera en la que se queman las posibilidades de diálogo. Siguen sin diferenciar legalidad de legitimidad.
—Carlos Basombrío dijo días atrás que el eslogan “Dina asesina” es algo muy fuerte para cualquiera que no esté muy bien curtido en la política. ¿Boluarte tiene ese doble pellejo?
Veo a Dina Boluarte en un segundo plano en relación con el primer ministro, y eso es una distorsión. Ella debería estar a la cabeza buscando caminos de diálogo, arriesgando políticamente, pero se la ve replegada en Palacio. Si Boluarte asume realmente su responsabilidad como presidenta en una circunstancia histórica como esta, lo primero que debería hacer es pedir la renuncia de su primer ministro.
—¿Fue ella misma quien semanas atrás le ofreció el premierato?
Ella me lo ofreció en la conversación de una hora y media que tuvimos, cuando estaba consciente de que el entonces primer ministro [...] no era la persona adecuada y tenía que cambiarla. Yo llevé ideas sobre lo que había que hacer y, si las recibían, probablemente habría aceptado.
—En una entrevista de fines del 2021, usted me dijo que la salida a una crisis depende de “las convicciones democráticas de las élites”. ¿Qué pasa con las credenciales del Congreso?
Lo que veo es una muy pobre lectura de lo que está pasando. Por ejemplo, quieren discutir la reelección congresal y la bicameralidad, medidas con las que estoy de acuerdo, pero hay que hacerlo en un momento adecuado. Están desubicados.