A partir de la crisis del coronavirus, Juan de la Puente, analista político y abogado, señala que este es el momento para trazar el camino que el Perú debe seguir en los próximos años. De no hacerlo, enfrentaremos el riesgo de un populismo o un gobierno centrista inactivo.
Usted ha señalado que se necesita un nuevo acuerdo nacional tras esta crisis. ¿Cuál sería su objetivo?
La crisis del coronavirus replantea un debate que se creía que ya tenía consensos. Estábamos centrados en la reforma política y de la administración de justicia; no había mayor discusión sobre otros temas como la economía, las prioridades sociales y el manejo del territorio. La crisis del coronavirus replantea la discusión nacional, relativiza las reformas sectoriales, no dice que no son importantes, sino plantea nuevas prioridades. En ese tránsito, se disparan las expectativas de todos los sectores, de los empresarios, los trabajadores, etc. Un acuerdo nacional tendría dos virtudes: la primera es moderar las expectativas que en un periodo de crisis son muy importantes; y la segunda, eleva las prioridades comunes y consensuadas porque se supone que van asomando las nuevas: salud, educación, la protección de los que nos cuidan.
En el pasado, si bien el Acuerdo Nacional del 2002 sirvió para varias políticas públicas, en la práctica fue dejado de lado por los gobiernos de turno en puntos esenciales...
De acuerdo, por eso me refiero a un nuevo pacto político. Europa está discutiendo un nuevo pacto comunitario, se intenta acuerdos macro en las economías más avanzadas para proveer de ayuda a las personas y a las empresas. Esta es una hora de gestión de crisis, pero pasada la cuarentena necesitamos rayar nuevamente la cancha.
¿La discusión política de los últimos años ha dejado de atender temas centrales que hoy, en medio de esta crisis, explotan?
En algún momento, el Perú se cansó de discutir olvidos históricos como el de la salud, de la policía. Entonces, generó un consenso respecto a que primero había que resolver como prioridades la reforma política y la judicial, que son importantes. Ganó espacio una visión neoinstitucionalista de la agenda pública, que hoy, con el coronavirus, aparece reflejada en una agenda nueva.
¿Cuál es el rol que va a tomar el Congreso en esta crisis?
Uno intuía un Congreso más colaborador con el gobierno para hacer reformas, no obstruccionista y que prepare las condiciones para que la elección del 2021 nos provea de instituciones fuertes. Ese consenso ha cambiado porque hoy tenemos un Congreso que tiene como propósito apoyar la lucha contra la pandemia pero ejercer funciones de control, de representación de sectores que no están siendo escuchados, por ejemplo los aportantes a las AFP. En ese sentido, se ha ganado su derecho a funcionar. Su primer acto que es entregar facultades me parece que es limpio y democrático.
El estado de emergencia ha puesto sobre la mesa algo que parece obvio: la necesidad de adoptar políticas públicas con sustento adecuado. Pero el Congreso toma medidas en base al ánimo popular...
Es probable que pase eso si no existe una voluntad de diálogo. El primer acto después de levantar la cuarentena debe ser convocar a un diálogo político pero con todos, no solo las instituciones. Se ha reunido un par de veces el Consejo de Estado, lo que demuestra que hay una colaboración en la parte más alta de la estructura del Estado. Pero el diseño de un país poscoronavirus debe ser más plural, con más deliberación y con más participación de empresarios, trabajadores, partidos, gobiernos locales y la academia. Un nuevo acuerdo nacional es importante.
¿El manejo de la crisis ha dejado de lado a los actores políticos para reemplazarlos por líderes de instituciones en el Consejo de Estado?
No creo, porque recién estamos en el minuto 5 de un partido muy largo. No diría que ningún representante del Estado sobra, ni que ningún actor político que hoy se muestra débil será débil permanentemente. Aparecerán fuerzas más legítimas porque tienen mejores propuestas, porque son más maduras, más racionales; pero también aparecerán fuerzas populistas de derecha o izquierda que sobre la base de las necesidades de la gente jueguen un papel menos racional, pero igualmente tendrán un grado de legitimidad. Si no se produce un acuerdo nacional, la única opción es ir a una gestión de futuro desde una lógica paternalista, autoritaria o un gobierno centrista inactivo como hemos tenido varios en el pasado, que sea elegido por descarte.
Lo público está en agenda. No solo se habla de la salud pública, sino de un transporte público eficiente y hasta de una aerolínea de bandera que pueda repatriar a los peruanos varados. ¿Habrá un cambio en el discurso del rol del Estado de cara a la próxima campaña?
Sí, pero yo advierto que una cosa es la necesidad de contar con un Estado más fuerte, más audaz y con instrumentos decisivos para afrontar la crisis, y otra cosa es derivar en una visión estatista de hace 50 años. El enfoque de fortalecimiento de lo público no pasa necesariamente por la apropiación de actividades por parte del Estado. Hoy, cuando el Estado pretende invertir S/30 mil millones para establecer líneas de garantía para salvar a las empresas no está ocupando el papel de las empresas; está cumpliendo un papel promotor. Lo que pasa es que ese papel hasta ahora ha sido de ida, y no de ida y vuelta; es decir, se pretende que las ganancias sean privadas y las pérdidas, colectivas. Creo que de esto nace una mayor capacidad del Estado para gravar impuestos, establecer restricciones, promociones en el mercado, y forzar que se produce, se compre y se venda en función del interés general.
La gestión de Vizcarra ha armado equipos sectoriales que ponen a trabajar de forma coordinada a los hospitales del Estado y al sector privado, bajo el mando del Ministerio de Salud. ¿Puede ser esta una oportunidad para que haya mayor cooperación entre lo público y lo privado?
Yo creo que la valoración positiva del papel que desempeña el presidente Vizcarra y las medidas adoptadas en la primera etapa de la pandemia, que han sido respaldadas, incuestionables, no debería trasladarse a un balance confiado respecto de las decisiones del gobierno. Lo que se ha hecho en salud me parece muy importante, y quizás lo más importante es haber hecho este equipo con representantes de sectores que resuelven un problema central que es la falta de unidad en el sistema de salud peruano.
¿Es el fin del discurso liberal que quiere menor intervención del Estado?
Por lo menos es la crisis del sector neoliberal que no es consecuente con el liberalismo clásico respecto de la necesidad de la igualdad. Pero no estaría seguro de que sea el fin de eso porque la crisis financiera internacional del 2008 apenas nos trajo una pequeña victoria de las medidas contrarias a la austeridad en un pequeño grupo de países. Esta crisis no está planteando como discusión central si habrá austeridad que golpee a los pobres, sino cuál es la capacidad de los estados de mover al mismo tiempo más demanda y más oferta. Tengo la sensación de que en el Perú sí es un momento muy preciso para valorar lo que se ha hecho para cambiar la naturaleza del modelo neoliberal. El Perú ha sido el primer país de América Latina que seis días después de la declaratoria de emergencia era capaz de poner un subsidio directo a dos millones 700 mil peruanos, y que en 12 o 15 días sea capaces de identificar a 700 mil trabajadores informales. Esto es muestra de un alto nivel de las políticas públicas en materia de protección social que se han generado en los últimos 18 años contra las prédicas neoliberales, que no quisieron Juntos, Pensión 65, que se resistieron a la universalización de la salud, que criticaron Qali Warma. Pero eso no implica no reconocer que algunos elementos del modelo como la disciplina fiscal sean fundamentales.
¿Esta crisis puede plantear el retorno de discursos tipo la Gran Transformación?
Es probable que cambien no solo los discursos, sino una cantidad importante de actores. Vamos a tener una campaña donde, a diferencia de lo que se pensaba, los contenidos van a ser más importantes. El aprendizaje que vamos a tener estos meses sobre subsidios, deseempleo, bienestar y vulnerabilidad va a ser muy importante, así como hemos tenido aprendizaje sobre corrupción. No estoy seguro de que vaya a ser suficiente que alguien tenga una postura populista sin contenido. Probablemente haya espacio para el populismo pero también habrá espacio para propuestas de gobierno responsable, firme, que mucho dependerá de cómo salgamos de la emergencia este año. Con una caída del crecimiento de -5% la necesidad de reactivar y generar empleo va a ser más importante.
¿Hacia dónde apuntarán las agendas presidenciales en la siguiente campaña?
Si existe una deliberación abierta pública en el contexto de la construcción de una agenda nacional, el Perú le podría prestar atención a candidaturas más inclusivas. Hemos madurado mucho como sociedad en la última etapa para ser presas del discurso fácil populista. No creo que el nivel de la crisis permita decir a ciencia cierta que este es el terreno para un populista o un outsider.
En temas de campaña, el coronavirus complica el proceso electoral. ¿Qué posibilidades hay de que surjan candidatos que no estaban en el escenario político reciente?
Veo muy difícil que aparezcan candidatos que no hayan estado en el candelero de estas semanas que hemos pasado y las próximas. Sí advierto una campaña electoral con mayor participación de especialistas en economía y en políticas sociales.
¿Las élites empresariales saldrán desprestigiadas?
Ya están desprestigiadas porque arrastran la relación con la corrupción. Lo único que tienen ahora es una enorme capacidad de presión sobre el Estado y el Gobierno. Pero no creo que tengan la capacidad para empoderar candidatos presidenciales con un discurso parecido a ellos. Aquel que aparezca en la campaña electoral como el candidato de los ricos quizás no va a tener el éxito que pretendería. Un sector de los empresarios está logrando un aislamiento político de por lo menos una década.
¿Hasta dónde soporta la democracia el control en el que vivimos? ¿Hasta que la gente tenga hambre y rompa esta situación?
Nosotros ya no somos una sociedad que ha vivido en los últimos 20 años en crisis, de modo que la resistencia social, anárquica sea fácil. Creo que caminamos a un segundo proceso de entrega del bono, y esto que aparece como un problema ahora, la informalidad, pasada la emergencia será una forma de recuperación del bienestar de la gente, que es como ha funcionado la informalidad en el Perú. No creo que el Estado tenga esa capacidad de reducir esa cuota del 70% de informalidad. Pero tengo la sensación de que el sistema político y la sociedad tiene enormes reservas en memoria, solidaridad, gestión comunitaria y en legitimidad democrática para impedir un desborde masivo.
Esta entrevista forma parte del especial #CuarentenaPolítica. Sobre los mismos temas opinan los especialistas Steven Levitsky, Rosa Alayza, Maria Alejandra Campos y Carlos Ganoza.
ENTREVISTAS DE ESTE ESPECIAL:
- Steven Levitsky: “Una buena respuesta no garantiza que todo termine bien”.
- Maria Alejandra Campos: “La falta de protagonismo de los actores políticos en esta crisis refleja su intrascendencia”.
- Carlos Ganoza: “No hay liberales en una pandemia”.
- Rosa Alayza: “La gente medianamente seria no puede pensar que la pandemia es un paréntesis”.
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