Los lobistas tienen un millón de amigos. De esa forma siempre pueden recurrir a alguno cuando cae un gobierno y arriba otro. Si son persistentes como Karelim López, no esperan a que este se instale. Indagan, reparten sus tarjetas, colaboran. De Karelim, por ejemplo, sabemos que tuvo amigos apristas cuando el Apra pesaba en el Estado. Fue colaboradora de la exministra y excongresista Mercedes Cabanillas. Luego, se acercó a Fuerza Popular y tuvo una estrecha relación con Luz Salgado. Es más, aportó a la campaña de Keiko Fujimori y por esa razón fue blanco de las pesquisas de José Domingo Pérez, según me cuenta su abogado César Nakazaki. También sabemos que buscó acercarse al entorno íntimo de Vizcarra a través de dos amistades que cultivó con esmero, la del vidente Hayimi y la de Karem Roca, la célebre ex secretaria del presidente. Hasta se hizo amiga de Richard Swing en el intento (ver “La maldición de Karelim” del 12/2/21).
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La segunda vuelta del año pasado revivió sus simpatías por Keiko Fujimori. Karelim fue de las que no se resignaban a la victoria rasante de Pedro Castillo y apoyó la tesis del fraude. Hasta colaboró con la organización de movilizaciones contra Castillo. Cuando se hizo inminente su triunfo, tiene que haberle costado mucho hacerse a la idea de que tendría que adaptarse al nuevo estado de cosas. Pero debía hacerlo por su chamba. Vio puertas abiertas en las comisiones de transferencia de los ministerios y se acercó a colaborar.
Alguien que la conoce me dice que eso hubiera sido un cambio demasiado brusco, pero una fuente vizcarrista me contó esta anécdota: Daniel Salaverry, que había sido voceado por Vladimir Cerrón como ministro de Vivienda, apoyó la comisión de transferencia de ese sector (aunque no figuraba en la lista oficial). Allí le hablaron de Karelim como alguien que decía haber trabajado en el gobierno de Vizcarra. A Salaverry le llamó la atención el personaje y, días después, se lo comentó a Martín Vizcarra, quien, como saben, fue el motor de su campaña presidencial con Somos Perú. Vizcarra reaccionó sorprendido. La recordaba, claro que sí, pero no como una excolaboradora, sino como una pieza crucial en la difusión de los audios de Karem Roca que aceleraron su vacancia.
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Valga la anécdota para establecer cuán eficaz y letal puede ser una gestora de intereses navegando entre los afectos y las debilidades humanas. Lo que encontró Karelim en la última transferencia, fue un caos inédito: un presidente que prometía áreas de influencia a mucha gente a la vez. Como me dijo una de las personas que trabaron amistad con él y con la que mantiene esporádicas conversaciones: “El presidente hace caso a la última persona con la que habló”. O sea, siempre hay uno que atrasa a otro en el juego de sillas presidencial. Pero Karelim tenía un amigo que varias veces tuvo el chance de hablar al final, porque estaba casi siempre al lado del presidente, veía su agenda y lo conocía de alma: Bruno Pacheco.
Adiós amigos
Lo que organizó Castillo para administrar y repartir el poder fue un precario sistema de concesiones a amigos empresarios chotanos. Hubo cuotas, claro que sí, pero esas fueron para partidos y gremios (dos ministerios a Nuevo Perú, dos a Perú Libre, uno a los socios del magisterio, el Midagri a los gremios agrarios, etcétera); a los amigos les dio, caóticamente, la concesión o el privilegio de atender sus sugerencias y aplicarlas en el área de su interés.
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Así fue que, por ejemplo, los empresarios chotanos Abel Cabrera Fernández (que no ocultaba su apasionado castillismo en su Facebook, cerrado en estos últimos días) y Alejandro Sánchez Sánchez (el dueño de la casa de Sarratea), le sugirieron nombres hasta de ministros; mientras otros amigos, como Bruno Pacheco y Juan Silva, se convirtieron en secretario general de la presidencia, uno, y ministro de Transporte y Comunicaciones, el otro. Cabrera tuvo tal ascendiente sobre Castillo que, según fuentes que lo conocen, pudo sugerir la designación del ministro de Vivienda, Geiner Alvarado. De esa forma, Salaverry quedó fuera del juego castillista, hasta que, con el apoyo del asesor Biberto Castillo (lo contamos en “A Pedro Castillo se lo tragó el mar” del 2/2/2022), logró colocarse en la gerencia de Perú Petro. (Nota para reafirmar los vínculos entre Cabrera y Alvarado: cuando el ministro era funcionario en el gobierno regional de Amazonas, Cabrera fue empresario de construcción en la región con proyectos de mejoramiento de centros educativos).
¿Cómo intentó Karelim navegar en este río revuelto castillista? Encontró a Pacheco y cultivó, en poco tiempo, una intensa amistad. Ambos han contado la misma historia que los unió por primera vez: que Bruno había sido catequista de Karelim. Nakazaki me expandió esta versión: una vez al año, coincidían en un ritual rimense que lleva la imagen del Señor de los Milagros al Cerro San Cristóbal. Pero Karelim había dejado de asistir en los últimos años, así que fue una grata sorpresa encontrar a Bruno encumbrado en un nuevo gobierno que hasta ese momento le era ignoto y odioso. He ahí, el talento de la lobista que algunos han calificado como la Cecilia Blume de nuestro tiempo: estar donde revienta el cohete.
El vidente Hayimi me habló con entusiasmo de Karelim a quien llama su comadre espiritual, pues amadrinó el bautizo de su casa en el balneario de Los Órganos. Esa es una peculiaridad de la gestora, contada por quienes la conocen: es intensa, apabulla con tips espirituales, brama, susurra, organiza y orquesta. Recibe comisiones, claro, pues son el fruto de su chamba en tres dimensiones, la formal, informal e ilícita (ha admitido delitos de lavado de activos en su declaración como aspirante a colaboradora eficaz); pero también deja mucho de sí en cada gestión. Así como pide a sus amigos que la ayuden con sus cuitas de lobbysta, hace suyas las cuitas de sus amigos.
César Nakasaki, por celo profesional, no dirá nada que la perjudique, pero destaca ese lado pasional de su patrocinada. Me contó, por ejemplo, que a ella le daba mucha pena perjudicar a Luis Pasapera Adrianzén, el dueño de la empresa Arcose, a través de la cual ella gestionaba los intereses del Grupo Pasapera ante el MTC; pero tuvo que hacerlo al admitir el delito de lavado de activos, que presume que su empleador le pagó comisiones fruto de actividades ilícitas.
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Con Pacheco llegó a tal nivel de amistad que, si uno lee detenidamente su testimonio ante la fiscal Luz Taquire, se nota el celo con el que protege a su amigo y no dice nada que lo comprometa más de lo que, por mérito propio, este ya lo está. Sin embargo, Nakazaki me contó que la pareja de Pacheco la presiona para que no lo comprometa. Pacheco, en un primer momento, le ofreció compartir la defensa legal. Lo mismo le plantearon en el Grupo Pasapera. Pero Karelim optó por defenderse sola y decirle adiós a sus amigos coimplicados. Es la mejor defensa cuando se está en un grupo tan inorgánico como este.
La situación familiar de la aspirante a colaboradora es dramática. Su pareja se separó y se ha llevado a sus dos hijas menores al extranjero. Le comento a Nakazaki que ello le resta arraigo familiar ante un eventual pedido de prisión preventiva, pero él alega que todo ha sido comunicado oportunamente a la fiscalía y esta comprenderá la necesidad de proteger a las chicas. Por cierto, a raíz de la fama que cobró la madre, se revelaron historias que las impactaron negativamente. El hijo mayor, un joven futbolista, sí se quedó en Lima y la visita. Ella vive con una persona que la acompaña.
Antes de vivir la soledad de la colaboración eficaz, Karelim fue una amiga diligente. Según ha contado Nakazaki, y me lo confirma cuando conversamos, ella se llevó de Palacio un USB de Pacheco con información sensible que ya está en manos de la fiscalía y da pistas sobre las obras direccionadas en el MTC. Allí figura el nombre de ‘los Niños’, que ella no había oído antes. Pacheco le dijo que cuidara ese archivo, pues era la garantía de que no se hundiría solo.
Un gesto más temerario de Karelim, según siguió contando el abogado, fue que ella se citó con Juan Carrasco el 19 de noviembre, cuando este aún era ministro de Defensa, en la casa de Sarratea. El motivo era recibir de parte del ministro, un documento de ‘arraigo’ para el perseguido ex secretario, es decir, algún nombramiento que lo hiciera menos proclive a las hipótesis de fuga que valoran los jueces ante pedidos de prisión preventiva. Según el relato de Nakazaki, no hubo tal ‘arraigo’ para el atribulado Bruno.
Señora MYPES
La anécdota con Carrasco, me permite volver a Palacio y a Pedro Castillo. Cuando se difundió el video de ‘Cuarto Poder’ que ampayó al ministro en Breña, este dijo que había ido a reunirse con el presidente. Sin embargo, según contamos en “Pedro quiere descansar” del 6/12/21, Castillo cuadró a Carrasco, delante de otros ministros, por haber dicho algo que, según él, era falso. Carrasco se disculpó y luego apareció en público con una nueva versión: que no se reunió con Castillo, sino que lo buscó para invitarlo a un evento y no lo encontró.
Ese mismo día, Castillo dio explicaciones a sus ministros y a algunos de sus colaboradores sobre Sarratea y Karelim López. He hablado con uno de los que recibieron tales explicaciones y con otra fuente indirecta. Sus versiones coinciden: Pedro Castillo les dijo que Karelim López llevaba la voz de empresarios del mundo de las MYPES y a él le interesaba estrechar lazos con ese sector. Sabemos que López Arredondo solo se representaba a sí misma y a los empresarios que la contrataban. Pero aquí entramos en la nebulosa de los imputados que construyen coartadas. Castillo inventó un motivo para uno (o dos o tres) encuentros que a Karelim no le costaría admitir; pero ella, a través de su defensa, insiste en que no tuvo ninguna reunión pactada y con agenda, sino que, estando reunida con Pacheco, se apareció Castillo y ‘se ganó’ con una discusión en la que ambos se restregaban responsabilidades.
Karelim no admite que a través de su amistad con Pacheco, bregó para que Castillo y Juan Silva ordenaran que en el MTC se le diera un empujón a sus proyectos. Eso, hasta ahora, está negado por todos los actores. La elocuencia de su declaración radica en que afirma, porque se lo dijo Pacheco, porque lo vio en un documento o porque se enteró de otra forma; que Castillo, Silva, empresarios chinos de CCECC y CCAMEC consorciados con la empresa INIP de los peruanos Roberto y Alexander Aguilar Silva, además de 5 congresistas de Acción Popular, constituían una mafia que direccionaban ilícitamente obras. Pacheco no es denunciado por Karelim pues, según su relato, Zamir Villaverde, ‘el cajero de la mafia’, impedía que otros intervengan en el esquema.
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Entonces, ¿quién ayudó a Karelim con sus proyectos? La aspirante a colaboradora calla esa parte, pues no admite haber repartido coimas ni haber inducido a algún funcionario a traficar influencias a su favor. Ella admite ser culpable de lavar activos y por eso, su declaración es ante una fiscal especializada en lavado. El mayor valor de su declaración está en lo que canta de otros, de esa mafia, a la que sindica con ese nombre; y en el relato –ampliado por su defensa- de los choques entre los distintos ‘concesionarios’ de Castillo.
Pacheco quiso estrechar los lazos de Karelim con la familia presidencial, de ahí que ella colaboró con la fiesta de la hija de Castillo. Pero fue apenas, según cuenta Nakazaki, una gestión amical para conseguir la presencia de Brenda Carvalho, a quien conocía por que el esposo de la animadora brasilera, el célebre Julinho, fue profesor de fútbol de su hijo. Otra, vez las amistades y compadrazgos, que permiten a la lobista estar donde revienta el cohete.
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Y quiso estar en una reventazón mayor, la del cumpleaños del presidente el 19 de octubre. Pacheco, conocedor de la capacidad de su amiga para organizar eventos, le pidió que organice una reunión con folclore y comida cajamarquina. Ella consiguió todo pero, según me contó Nakazaki, a última hora, los sobrinos que, al igual que Zamir Villaverde, se resentían de que Pacheco ligara a sus amistades con Castillo; boicotearon el evento. Como la comida estaba hecha, ella la mandó a Palacio donde hubo un jolgorio más discreto.
Le pregunté a César Nakazaki si su defendida podría admitir más delitos en su voluntad de obtener el estatus de colaboradora eficaz. “Siempre se puede hacer una ampliación de declaración”, me respondió, con un dejo de malicia. Que se cojan confesados los implicados en tramas turbias de las que López no ha hablado en su declaración en la fiscalía, como las relacionadas al Caso Petro Perú, a las cuitas de Fermín Silva y a otros capítulos inéditos del castillismo.
Matilde Pinchi Pinchi, pieza fundamental en la caída de Fujimori y Montesinos, organizó un thriller de fino dramatismo, tan letal como un rifle de doble repetición, pinchi pinchi, bang bang. Karelim, en un rol similar, 22 años después, protagoniza una mezcla de géneros: melodrama con toques de autoayuda espiritual, comedia de contrastes sociales y policial costumbrista. Las próximas semanas, su relato cobrará más sentido y eficacia.
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