El abogado uruguayo Luis Almagro Lemes, secretario general de la OEA, se movería más por conveniencia personal que por principios, según expertos y personas que lo conocen de cerca. (Foto: AP)
El abogado uruguayo Luis Almagro Lemes, secretario general de la OEA, se movería más por conveniencia personal que por principios, según expertos y personas que lo conocen de cerca. (Foto: AP)
Carlos Cabanillas

Un amigo peruano describe a como un hombre austero, estoico, de poca vida social pero de buen carácter. “Tiene mucha resistencia ante los ataques de sus enemigos”, dice este diplomático que lo estima. Tiene siete hijos en dos matrimonios y acaba de terminar su relación con la politóloga mexicana Marián Vidaurri, lo que le ha valido una investigación interna. Y también le valdrá una externa, pues la acaba de anunciar la contratación de una empresa independiente para esclarecer si ha violado las reglas éticas de la institución. “La denuncia anónima maliciosa ha insinuado beneficios”, lo defiende su amigo excanciller, quien además agrega en su defensa que la OEA ha cortado relaciones con los regímenes de Daniel Ortega y Nicolás Maduro, incluso reconociendo la figura de Juan Guaidó. “Cuando fue canciller de Uruguay le dedicaba loas a Hugo Chávez”, discrepa Luis Gonzales Posada, ex representante permanente del Perú ante la OEA. “Lo consideraba un ejemplo para Latinoamérica. Es un saltimbanqui político. No confío en él. Apoyó a Evo Morales y está alineado con ”. A nivel personal, Almagro es “el único vegetariano asador”, según Teledoce, que además es amante de la ganadería y ajedrecista. Se volvió íntimo de Pepe Mujica en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. “Su casa está llena de tableros de ajedrez”, recuerda su par peruano. Quizá por eso la biografía autorizada de Almagro subraya su habilidad para la estrategia. “Un traidor. Un rebelde. Un converso. Un oportunista. Un panqueque. Un estratega. El hombre veleta”, se lee en la contratapa de “Luis Almagro no pide perdón” (Planeta, 2020), libro de los periodistas Gonzalo Ferreira y Martín Natalevich. No es gratuito que el ‘blurb’ o texto promocional describa provocadoramente los virajes del secretario general.

“Él es muy consciente de lo que dicen de él, pero no lo ve como cambios de postura sino como jugadas de trebejos”, explica un antiguo colega suyo. “Tiene una obsesión por las redes sociales”, teoriza el expresidente del Consejo de Ministros Juan Jiménez Mayor. “Al inicio de su gestión pasaba por encima del Consejo Permanente y tuiteaba de frente”, recuerda. “Buscaba ser un personaje internacional”. En el citado libro se anuncia su futuro político en filas coloradas con un “nuevo batllismo para Uruguay” (por José Batlle, expresidente y jefe del Partido Colorado).

Su hijastra Zaida González también milita ahí. También se aborda su sonada relación con la politóloga mexicana, quien “integró el equipo de técnicos que escribía reportes para el secretario general desde la Secretaría de Fortalecimiento para la Democracia. Según cuenta ella, si bien no tenía trato directo con él, siempre recibía repercusiones desde la oficina del secretario general sobre su trabajo”. Luego de un viaje a Filadelfia, cuenta Vidaurri, Almagro la invitó a trabajar en su círculo más cercano. “Eso fue un viernes y el lunes me llamó a su oficina y me dijo: ‘Vente a trabajar conmigo’”.

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Jiménez Mayor pudo trabajar con Almagro y conocerlo de cerca. “Él ayudó a desmontar la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras”, recuerda Jiménez, quien fue designado jefe y vocero de dicha misión. “Empezamos en enero del 2016, y para noviembre del 2017 ya estábamos metiendo tres casos en el Poder Judicial”, rememora. “Teníamos varias investigaciones sobre personajes corruptos, y habíamos instalado una fiscalía especial, además de un tribunal y jueces anticorrupción. Para diciembre de ese año metimos el caso de la red de diputados contra cinco parlamentarios que habían falsificado documentos, pero la mitad del Congreso estaba en esa vaina. Ahí se dieron cuenta de que no era una misión de mentira. Y recién ahí Almagro salió a hablar por la presión de los medios y las ONG gringas, declaró fuerte contra mí, dijo que no producíamos resultados. Ya me había cortado la comunicación y no me recibía. Tuve que dimitir. Me quitó la seguridad y los teléfonos en un país donde te podían matar por denunciar los casos que vimos. Y no solo fue mi caso, sino el de varios funcionarios”.

Para Jiménez, exembajador del Perú ante la OEA, Almagro “se mueve como se mueve el viento”, y por eso tenía “una alianza con Juan Orlando Hernández, expresidente hondureño preso ahora por narcotráfico en Nueva York”. Y para superar el sesgo personal, se esfuerza en dar más ejemplos. “Prometió que no se iba a reelegir y mintió. No reformó la OEA, despidió gente, metió a muchos uruguayos y no ha logrado reducir la dependencia de los Estados Unidos, que significa el 60% de su presupuesto. La corte de la OEA acaba de fallar en su contra por daños morales al jurista brasileño Paulo Abrao. Almagro dice una cosa y hace otra. Habla mucho de principios pero luego los traiciona. Habla de democracia y anticorrupción, pero avala a dictadores y corruptos. Estuvo con Ortega y dio discursos ensalzando a Hugo Chávez. Cuando PPK pidió la carta democrática, él no la pasó al Consejo Permanente y tampoco la aplicó. Solo envió una misión. Primero viajó a Brasil a defender a Dilma (Rousseff), pero cuando vio que el Senado era un monolito, cambió de discurso y no hizo nada, porque la de [Michel] Temer era una sucesión constitucional. Y lo mismo pasará en el Perú: cuando saquen a Castillo, no dirá nada porque es constitucional”.

“Almagro es una veleta que se mueve con el viento”, coincide el internacionalista Farid Kahhat en reciente entrevista con “La República”. “Almagro no actúa por ideologías, lo hace por conveniencia personal, pero de una manera tan burda que va a terminar perjudicándolo”. A nivel de principios, Almagro sería marxista pero de la facción de Groucho. El problema, dice Kahhat, es identificar a la OEA con Almagro, cuando quien va a definir el curso de acción es el Consejo Permanente, que no es vinculante. Junto con los cinco cancilleres y dos vicecancilleres que llegarán al Perú el próximo 20 de noviembre, un octavo personaje será la voz de Almagro: Eladio Loizaga, excanciller de Paraguay y representante de la Secretaría General de la OEA. Él es quien se quedará más tiempo en Lima manejando la situación, como ha advertido el exrepresentante del Perú ante la OEA, Hugo de Zela. Hechas las sumas y restas, el excanciller Allan Wagner es de los que creen que la visita del Consejo Permanente “es la mejor oportunidad para que este organismo sepa cuál es el origen real de la crisis que atraviesa el Perú”, como le dijo a este Diario. Que así sea, más allá de Almagro.

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