El estado peruano es un elefante reumático, al que cuesta mucho hacer correr. Cuesta demasiado ponerlo a la altura de una emergencia, aunque se hayan tomado previsiones presupuestales y normativas semanas atrás cuando el Congreso no estaba instalado para pedir cuentas; aunque desde antes de que el virus impactara a Europa el presidente ya decía, ‘esto nos va a llegar, tenemos mucha relación comercial con China, nos va a llegar’, según me cuenta una fuente palaciega imitando la cadencia vizcarrista.
Quien no estaba tan alerta era la ministra de Salud, Elizabeth Hinostroza. Cuando el 6 de marzo se confirmó el Caso 0, Martín Vizcarra decidió con su equipo que la ocasión ameritaba que solo el presidente se dirigiera a la nación. Quizá le hubiera pasado el micrófono a un ministro despabilado; pero en ese momento había la idea de ‘esto es lo que tenemos, y con esto lo enfrentaremos’. Pero, como ya vimos en crónica pasada (“El viral que no queríamos”, 15/2/20), el gobierno decidió, primero, cambiar de timón, quitando peso al Minsa para dárselo a la PCM, y luego cambiar de timonel, reemplazando a Hinostroza por Víctor Zamora.
El ‘Rey del Mediodía’
Evoqué esos primeros días de cuarentena porque ahí se sentaron las fortalezas y debilidades del combate. Las fortalezas son obvias: liderazgo y vocería consolidada de Vizcarra, montando a diario una conferencia de prensa que se ha convertido en ritual estelar; y dando la percepción, aquí y a quienes nos observan, que el combo temprano y drástico de toque de queda con subsidios a la vena popular, es lo mejor que se podía hacer. Las debilidades en la ejecución de las medidas, las relataremos más adelante.
En la TV le dicen a Martín Vizcarra –no estoy bromeando- el ‘Rey del Mediodía’, pues el rating crece para todos los canales de cable y TV abierta que se cuelgan de la señal aproximadamente a las 12:30 p.m. Se ha intensificado la comunicación política, aplicando el principio de que esta debe ser centralizada, firme y didáctica en tiempos de crisis. Y la peculiaridad de la pandemia ha impuesto otros protocolos en Palacio: un metro mínimo de distancia para el Consejo de Ministros. Este se realizaba en un salón en último de los 4 pisos de Palacio; ahora se ha mudado al comedor del primer piso, para dispersar a los ministros y a los técnicos invitados.
El gobierno ha aplicado un plan comunicativo que tiene a Vizcarra como protagonista absoluto, pero poco a poco se han incorporado otros ministros al reparto, robándole tímidamente cámara. A Víctor Zamora le pidieron que no hable el primer día, para que se nutriera de su sector, pero al día siguiente ya estaba recuperando la vocería que el Minsa había perdido. De paso, borró todo su pasado tuitero, para mitigar el impacto que su nombramiento iba a tener en fujimoristas y apristas, a quienes había troleado.
A Maximiliano Aguiar la cuarentena lo pescó en Argentina, pero sigue desde allí las incidencias. De hecho, mis fuentes presumen que él ha sido clave para diseñar este modelo de comunicación centralizada en tiempo crítico. Cuando indago por cómo se ha adaptado el team Vizcarra a la crisis (teniendo en cuenta la lejanía física de Aguiar y del asesor y amigo Iván Manchego que está en Moquegua, mientras que Mirian Morales, sí cumple su doble rol de secretaria general de Palacio y estrecha colaboradora del presidente); una fuente me cuenta que estos días se ve a Vizcarra muy cerca de sus ministros, haciendo equipo con ellos.
Otra fuente matiza esa imagen de team ministerial: en realidad, Vizcarra siempre llama y consulta a sus ministros, pero en esta época la relación se ha intensificado. Ya no viaja y hay una agenda única interministerial, que coadyuva al espíritu de equipo: todos los ministros tienen un tema común, desde el Minsa, por obvias razones, hasta la cancillería que atiende el llamado de los varados en el extranjero, pasando por el crucial rol del MEF, el Midis, Mininter y Mindef.
María Antonieta ‘Toni’ Alva, puntal del team Vizcarra y hallazgo dentro de sus filas, fue la elegida, junto a la ministra del Midis, Ariela Luna; para anunciar el fuerte paquete de medidas de subsidio económico. Ello, más la drasticidad del toque de queda, ha colocado al Perú como modelo de combo contundente. Otros países de la región, como Chile, Argentina, Ecuador y Colombia, se lanzaron con medidas similares tomadas días u horas después; pero en ningún caso fueron sorprendidos. Mis fuentes me cuentan que Vizcarra teleconferenció con sus homólogos antes de tomar sus mayores decisiones.
En todo caso, no fueron Piñera, Fernández, Duque o Lenin Moreno (el que enfrenta el más duro embate en la región de Guayaquil), sino otros los modelos de Vizcarra. Angela Merkel, que con mucho aplomo y sin espantarlos, dijo a los alemanes que hasta un 70% podrían ser contagiados; fue inspiradora. Otra inspiración fue una cita de Giuseppe Conte, el primer ministro italiano, que el presidente parafraseó diciendo: “porque te quiero abrazar más adelante, me distancio ahora”.
El ritual ha cobrado, pues, momentos de elocuencia y pedagogía. El jueves, Vizcarra incorporó puntero y pizarra para explicar como se aplana una curva a martillazos. El presidente ha hecho suya la teoría epidemiológica del martillo y la danza, y quiere darnos golpes duros antes del impostergable baile. Que cree en esa teoría compartida por Zamora y la mayoría de epidemiólogos, lo demostró al presentar al Grupo de Prospectiva, que responde al Minsa, pero que compartió con el presidente sus proyecciones y su clamor para aplanar la curva más de lo que la cuarentena queremos creer que ha hecho ya.
Bonos, detenidos y tests
Por supuesto, el estado peruano está lejos de contar con los recursos del estado alemán. La voluntad política no se estrella tanto contra la oposición congresal (que no se opone al paquete esencial, sino que tiene discrepancias salvables sobre la forma de liberar fondos de AFP y de encarar el control concurrente), sino contra la molicie estatal. Ahí están las debilidades a las que aludía.
Por ejemplo, cuando se decidió comprar pruebas para detectar y prevenir con premura, se priorizó la compra de pruebas rápidas, mientras que la compra de las moleculares se empantanó en dudas e imprecisiones que, sumadas al cambio de ministro, y luego al cambio de Omar Trujillo, jefe del INS (Instituto Nacional de Salud) por César Cabezas; nos han dejado a expensas de un mercado que el propio Zamora calificó de ‘salvaje’.
Vizcarra esgrimió una carta de Xi Jinping, el presidente chino, para asegurarnos que no nos vamos a quedar sin pruebas, pues hay lotes que vienen desde China. El gesto político trató de cubrir la ineficiencia e impotencia burocráticas. Pasa siempre, con y sin pandemia. Otro caso de voluntad desafiada por la realidad, es la ambiciosa implementación de la ayuda económica a través del Banco de la Nación y de bancos privados que colaboraron con la tarea. Por supuesto, la magnitud de la población de llegada –más de 2 millones de familias- es tal, que se colarán muchos que no debieran estar y faltarán muchos que sí debieran estar. Lo mismo podría pasar con los créditos del plan Reactiva Perú.
Hay una cuenta que Martín Vizcarra lleva con celo digno de mejor variable, la del número de detenidos. La mastica, la saborea, la escupe y la diferencia por regiones. Y da a entender que cualquier escalada en las cifras comparativas se debe a los indisciplinados que no se quedaron en casa. Ello es difícil de demostrar, pues hay un sector esencial permitido de circular, pero la incidencia de más casos en el Norte y en Loreto hace pensar que sí hay una correlación viral.
He ahí el lado represivo y a la vez paternalista con la que ha explicado la restricción adicional de circulación por género–el presidente la bautizó como un nuevo ‘martillazo’- que ya se empezó a aplicar mientras dure la cuarentena que nadie quiere prolongar.
Volviendo al aspecto represivo, este ha recrudecido con medidas de excepción que la población más solvente aplaude. Sin embargo, el espectáculo diario de forcejeos con policías o soldados que llevan a los desobedientes a la comisaría, deja con la duda de si tanta exposición al contagio de guardias e indisciplinados, vale la pena y no sería mejor establecer procedimientos más disuasivos y prudentes. Fue por evitar el contacto con los guardianes del orden, limitándolo a un simple chequeo visual, que se optó por la restricción de género en lugar de hacerlo de acuerdo a la terminación par o impar del DNI.
Comisionitis
La voluntad política también se desangra en comisionitis. Ya vimos cómo, antes de encontrar ministro de reemplazo, se creó una comisión multisectorial que tenía la consigna de compensar el liderazgo y vocería que faltaba al Minsa. Con Zamora, esa función no es necesaria. Es más, este ya se plantó en su cartera cambiando la cabeza del INS y nombrando como jefe de su gabinete de asesores al ex vice ministro Juan Arroyo, volteando la figura, pues Zamora había sido asesor suyo.
El ministro también ha hecho sutiles reconocimientos y reclamos. En uno de estos últimos, afirmó, en plena conferencia, que el Minsa tenía la rectoría de un inmenso problema. Y Vizcarra, le respondió que el gobierno comprendía y le daba todo su respaldo. Fue un sutil reclamo de ministro a presidente, que este último ya había atendido por desde que se quitó vocería y protagonismo a la Comisión Multisectorial y sentó a Zamora a su lado. Ahora bien, una fuente me explica que, salvado este reconocimiento al Minsa y a su jefe, esa comisión es crucial para coordinar el apoyo de los otros sectores a un ministerio que solo no podría con tanta presión.
El estado tiene un problema que excede a la pandemia y al correcto enfoque multisectorial: nuestro sistema de salud padece un múltiple paralelismo que ningún gobierno se ha atrevido a tocar. Ni siquiera suele listarse entre las reformas pendientes. ¿Cuál es? Que el Minsa compite con Essalud (adscrita al Ministerio de Trabajo, aunque con bastante autonomía), los hospitales de las Fuerzas del Orden, y un mercado de clínicas con una dinámica ajena a los avatares de la salud pública. Esta es la principal razón por la que se ha formado un nuevo grupo, el Comando Covid 19, encabezado por la ex ministra de Salud, Pilar Mazzetti, para hacer lo que el también ex ministro y miembro de ese grupo, Óscar Ugarte, ha llamado la ‘coordinación intrasectorial’. Si es así, el nombre de ‘comando’ confunde.
La estrategia del martillo, también llamada de ‘supresión’ (por su diferencia con la más moderada de ‘mitigación’), es la que recomienda la mayoría de expertos en lugares donde no existe el orden, los recursos y la tecnología de Japón, Corea del Sur o Singapur. Esos gobiernos han aplicado con éxito una estrategia más próxima a la mitigación; porque además de las fortalezas mencionadas, son más propensas a relativizar el valor occidental de la protección de la intimidad en aras de la vigilancia epidemiológica.
La reticencia del gobierno en explorar los caminos de la vigilancia digital con data precisa, podría afectar la eficacia de su estrategia. La información divulgada cada 24 horas por el Minsa, podría estar más desagregada para el análisis de la academia y del periodismo. Se especifican las regiones y hasta los distritos, pero difundir la información de barrios, manzanas y hasta edificios en los que hay casos confirmados, ayudaría a la prevención.
El extraño revuelo que causó la filtración del análisis que dio positivo a la ex ministra de Salud, Zulema Tomás; amenazando, en tuits institucionales, con investigar y sancionar a los responsables, hace ver que el gobierno difícilmente nos llevaría al uso de aplicaciones de prevención, con mapas y alertas de casos, como han sido usadas en Corea. Si el estado de emergencia nos ha hecho perder libertades de movimiento, cerrar empresas y hasta perder fuentes de ingreso; es extraño que parezca grave el permitir la difusión de la ubicación de los casos con un nivel prudente de precisión. Además, la responsabilidad social en tiempos de pandemia ha llevado a muchos a compartir voluntariamente su condición de infectados.
Los martillazos son, pues, contundentes y ejemplares en la región. Veremos sus efectos, hasta donde la molicie del estado lo permita, la informalidad lo aguante y el propio gobierno venza las reticencias que le impiden comunicar todo lo que podría comunicar.