Vive en España, pero se formó en el Perú y sigue con pasión nuestras incidencias jurídicas. Es su especialidad. Por eso fue convocado para escribir “De Montesinos a los Cuellos Blancos” (Planeta, Lima 2019) en la serie Perú Breve. Por eso, fue convocado a la Comisión Wagner, que planteó algunos proyectos de reforma de la justicia, pero no aceptó porque le pareció muy poco tiempo para una tarea tan importante. Mañana martes presenta su libro en El Virrey (7 p.m.).
— ¿Procesar a expresidentes y otros poderosos es síntoma de que está mejorando el diagnóstico terrible que hace en su libro?
Es un síntoma de que el sistema político está en una crisis muy grande y el único lugar donde se puede manejar el malestar y denunciar el escándalo es en la justicia. Todavía estamos viendo poco. Estamos viendo la fase preparatoria y las prisiones preventivas. Podremos responder en serio cuando tengamos condenas. Te recuerdo un caso como los ‘petroaudios’, que parecía tan evidente. Resultó que era prueba ilícita y todos a la calle.
— ¿Le alarman las prisiones preventivas?
Hay que usarlas con cuidado. La Corte Suprema ha recordado cómo hacerlo en situaciones específicas. Te pongo el caso ajeno a los escándalos políticos, pero sí mediático, de la señora que atropelló y mató [Melisa González Gagliuffi]. ¿De qué forma reacciona la justicia ante el escándalo? Prisión preventiva. Es una forma de intentar reivindicarse ante una opinión pública que cree que la justicia no funciona. Después, se toman años para condenar.
—Dices que un indicador de que la justicia avanza es que pueda juzgar los actos del poder. Procesar a expresidentes es un avance.
Sí. A partir de la condena de Fujimori, se han visto cosas que no se veían en el Perú y que no se ven en muchos otros países. Pero hay otros que echan a perder esa imagen. ¿Por qué Toledo espera la extradición? Porque el escándalo de Ecoteva estuvo años acá hasta que se fue.
—Por otro lado, leí un documento de la fiscal de EE.UU. que ve el caso de Toledo y no dedica una sola línea a replicar la tesis de la persecución política. ¿Ven con respeto nuestra justicia?
No lo sé, no te puedo contestar eso. Lo que me llama la atención de ese caso es que a Eliane Karp no se le pide la extradición. ¿Están esperando que se vaya a Israel?
—Hay un mar de casos que, según su libro, debieran desjudicializarse porque saturan al PJ. Una forma es el arbitraje. Pero el arbitraje ad hoc, sin respaldo de una entidad, se corrompe.
Hasta hace poco pensaba que el límite del arbitraje es que está al alcance solo de los pocos que pueden pagarlo. Ahora surgen otras dudas. La idea original es que un tercero encuentre una solución más rápido y mejor que los jueces porque conoce el tema, y con fórmulas que no sean de ganador y perdedor, se ha desvirtuado. Los árbitros no son terceros independientes y el que escogen los de las partes puede estar de acuerdo con una de ellas.
—La conciliación extrajudicial no es promovida.
No lo es porque se ha maleado. Se ha convertido en un trámite adicional que tienes que pasar, mostrar que no es posible y vas a juicio. En otros países funciona muy bien, como Argentina y Guatemala.
—Una base del mal, según tu libro, está en las universidades. Se enseña una doctrina que se asume no tiene que ver con la realidad.
El problema central es que la realidad importa poco. Parecería que tiene que adaptarse al derecho y no al revés y esto se reproduce en un nivel de esquizofrenia mayor. “Se aprende en la práctica”, decían mis profesores. El abogado se acostumbra a este doble juego en el cual ve normal que las cosas funcionen de otra manera, no como dice la ley. Esto viene de la Colonia.
—Las medidas cautelares son una sofisticación perversa de estos abogados.
Y alimentada por algo absurdo que pasa y se permite en el Perú. Tienes sede en Lima y pones una demanda en la selva. Te la dan como a esa universidad [Telesup] y al día siguiente el juez renuncia. Y si no hay escándalo y los medios no presionan, no se revierte. A veces los medios hacen una intervención perversa, también. Resulta aleccionador el caso de Lula en Brasil. Los fiscales fueron los primeros en usar sistemáticamente los medios para apoyar sus campañas. Me pareció bien. Pero el caso de Lula demuestra que se puede hacer lo mismo de mala fe, anular un candidato, un objetivo político.
—¿Ese razonamiento podría aplicarse al caso de Keiko o de otro candidato?
Teóricamente, podría. Y aparecen jueces o fiscales justicieros mientras hay cosas debajo. El caso de Lula no quisiera trasladarlo al Perú.
—¿Los jueces deben estudiar una especialización? La Academia de la Magistratura es poca cosa.
Sí. De cara a la justicia hay un componente más complicado. Los mejores abogados no quieren ser ni litigantes ni jueces ni fiscales. Hipotéticamente, puedes tener una buena formación académica, pero los que van al sistema de justicia son los peores.
—¿Ni por que han subido los salarios?
No es un problema de salarios. Tiene que ver en buena medida con el prestigio. En el Perú es de los más bajos. Hay países en los cuales es un gran honor ser juez.
—¿La fama de un Concepción Carhuancho o un José Domingo Pérez puede ayudar a cambiar esto?
Sí, hasta ahora todo lo que decía pinta a un personaje mediocre y timorato. Hay jueces que no son así, conozco a algunos. Pero esos tres que hacen mayoría en la Junta de Fiscales Supremos no van a premiar a un buen fiscal, evidentemente.
—¿Qué alternativa tenemos a este sistema que solo permite que los supremos elijan a su jefe?
Podría ser un nivel de decisión con fiscales superiores, pero este sistema no se cambia con la gente que está dentro. Hay que romper el sistema desde fuera. Si no se coloca gente que no haya sido educada en esas reglas de juego no escrito, si no metes cuñas, si no abres las ventanas; nada va a cambiar.
—¿O sea, con voluntad del Ejecutivo y de un próximo Congreso?
Sí. El próximo año se cumplen 50 años del primer intento de reforma, con Velasco. Tengo duda de que Vizcarra se dé cuenta de la magnitud del problema. La experiencia de la Comisión Wagner, y esa fue la razón por la que no acepté participar, es que tenía un plazo de 12 días, porque el presidente tenía que hacer su discurso de 28 de julio. Es una visión del problema de la justicia a partir de las encuestas. Ojalá Vizcarra escuche voces de largo plazo, que se entere de que la reforma empezó hace 50 años y todo ha fracasado.
—¿Será que hay muchos abogados entre los políticos, con los vicios de la enseñanza del derecho?
Sí y hablamos de la esquizofrenia hace un rato. Cuando se les plantea cambiar la sociedad, piensan en leyes. Dejan la realidad y vuelven a la ley.