El primer round fue en realidad una ronda pacífica, de ‘diálogo’ la han llamado. No vale la pena preguntarse a quién y por qué se le ocurrió. Es lo que manda la tradición. Bueno, una interpretación de la tradición: cuando hay un nuevo primer ministro, este convoca a las bancadas y dialoga con ellas en nombre del gobierno. Cuando hay un nuevo Congreso, que es una situación aún más extraordinaria que el cambio de Gabinete, suena lógico que, además del primer ministro, el presidente y otros ministros se sumen a la ronda, ¿o no?
El presidente dejó entrever el mismo lunes poselecciones del 26E que promovería la ronda. Pocos días después, el 29, en entrevista con Mávila Huertas, fue explícito y dijo que el mismo jueves llamaría a las bancadas. Y contó, como un anticipo de la nueva buena onda que, un día antes, en una visita a una obra en Tumbes, invitó a unirse a la partida a los dos electos por esa región: Napoleón Puño, de APP; y Manuel Merino, de Acción Popular. (Por cierto, Merino, es el único de los acciopopulistas electos con experiencia congresal, y su bancada ha decidido que será el candidato a la Mesa Directiva. Por lo tanto, tiene chance de ser el presidente del Congreso. El azar ya lo juntó a Martín Vizcarra).
—Cabezas, no brazos—
Sí hubo un cálculo ajeno a la tradición. Fue de forma y de fondo. Palacio decidió invitar no solo a las bancadas, sino a los partidos. Mi fuente no pudo precisar la razón conceptual detrás de ello, pero, en todo caso, guarda coherencia con las propuestas de reforma política. Es una idea institucionalista. Tras tanto desbandado hoy disuelto, vale subrayar que los congresistas también se deben a sus partidos.
¿A quién llamar para hacerle la invitación extensiva, entonces? Palacio decidió, en esa misma línea institucionalista, que había que hacerlo a las cabezas de los partidos en lugar de los números 1 de la lista por Lima, que hubiera sido la alternativa. En algunos casos, se llamó a los personeros legales, pues el contacto con ellos era más fácil de conseguir a través de los entes electorales. Varias de las llamadas las hizo Mirian Morales, la secretaria general de Palacio. En el caso de UPP, para empezar con los díscolos, se llamó a Víctor Soto, el personero y, luego, a José Vega Antonio, el presidente del partido. Pero ellos, arrastrados por el radicalismo antaurista y su vocero Virgilio Acuña, salieron rápidamente a decir que no irían.
Frepap tampoco asistió. Habían aceptado la invitación y en Palacio los esperaban, pero a última hora declinaron. Su ausentismo no fue un gesto ni un desaire. En su excusa pública, dicen que los electos prefieren esperar a la entrega de sus credenciales por el JNE. Alguien que los conoce bien me contó que han decidido callar en siete lenguas hasta que estén preparados para responder a la prensa. No están contentos con su torpe performance de los primeros días. La idea de enfrentar las cámaras en la puerta de Palacio al salir del diálogo los aterró.
Fieles al plan de las cabezas, para el caso de APP se llamó a César Acuña y tuvieron que empezar con él y su gente. Acuña salía de viaje a la 1 p.m. y por esa razón toda la bancada –estuvieron los 22 en pleno– madrugaron para la cita a las 7:30 a.m. Siguiendo el plan de todas las reuniones, empezó Vizcarra con una bienvenida y llamado a la paz, y siguió Zeballos presentando un resumen de la agenda del Ejecutivo y los decretos de urgencia. Hablaron Acuña, Luis Valdez (secretario general de APP y congresista electo por La Libertad) y Omar Chehade.
La cosa hubiera quedado ahí si no fuera por un clásico de la representación nacional: el que pide por su región, su carretera, su represa, sus veredas. Me contó una fuente palaciega y me lo confirmó una de APP que, ante esa improvisada estación de pedidos, Vizcarra tuvo que aclarar que la reunión no fue convocada para ver esos temas puntuales. No fue la única bancada con la que pasó algo similar.
Los ministros que acompañaron a Vizcarra y Zeballos, en casi todas las reuniones, fueron María Antonieta Alva, del MEF; Edmer Trujillo, de Transportes; Rodolfo Yáñez, de Vivienda; Jorge Montenegro, de Agricultura; Ana Teresa Revilla, del Minjus; y Ariela Luna, del Midis. Vizcarra presentaba, Zeballos exponía, Alva precisaba algunos decretos de urgencia, y los electos hacían algo similar: uno de ellos exponía y abría la participación de sus correligionarios. Así fue con los menos díscolos y problemáticos del lote: Acción Popular, Somos Perú, el Frente Amplio y los morados.
—Caras largas—
La más fea sorpresa no vino de UPP (su ausencia no dolió) o del Frepap que dejaron a Palacio con la curiosidad insatisfecha. Vino de Podemos. La idea de llamar a los partidos y no bancadas, allí sí le jugó una mala pasada a Martín Vizcarra. Si se hubiera convocado solo a bancadas, tal vez se hubieran podido librar de José Luna Gálvez, el impresentable –afronta un pedido fiscal de prisión preventiva– presidente de ese partido. No lo llamaron a él, sino al secretario general, Enrique Wong, que es leal a Luna y lo alertó. Enterados de que vendría, en Palacio pusieron caras largas pero lo dejaron entrar. Urresti, el campeón de atletismo que hizo saltar la valla a Podemos, también tenía la cara larga.
Más valor tuvo para Palacio recibir a Fuerza Popular, la bestia negra del vizcarrismo durante la vigencia del anterior Congreso. No fue la bancada naranja entera, sino una comisión, pero igual fue un gesto de paz tras la disolución. Una fuente fujimorista me contó que, en verdad, tenían planificada una reunión partidaria con anterioridad. Lo que no tenían planificado ni ellos ni Vizcarra –se los recalcó cuando los saludó– es que el fiscal José Domingo Pérez iba a allanar el local del partido, en Paseo Colón, ese mismo día. Tuvieron que buscar otro local para su cónclave.
—Primer round—
Martha Chávez, emblema del fujimorismo originario, y Luis Galarreta, el secretario general de FP a quien Mirian Morales llamó para extenderle la invitación, prefirieron quedarse en el partido, mientras una comisión de 4, encabezada por Diethell Columbus y formada por los también electos Carlos Mesía, Mártires Lizana y Gilmer Trujillo, fue a Palacio. Una fuente me contó que Columbus expuso temas y proyectos de seguridad, y Vizcarra reaccionó a uno de esos ítems, asegurando que Palacio era absolutamente ajeno a las decisiones de fiscales y jueces y que algunas le incomodaban. Se podía entender que el presidente aludía a la prisión de Keiko. Fue una mención al elefante en la habitación. Los fujimoristas prefirieron evitar el tema que allí no tenía cabida ni solución.
En medio de la ronda, algunos ministros intercambiaron teléfonos –tímbrame y yo te guardo– dando así inicio a la temporada de convivencia de poderes rumbo al bicentenario. Habrá que fiscalizar que los consensos y los pleitos (esperamos que los últimos sean menos que los primeros) no tengan nada que ver con la cartera de obras en las regiones.