Max Hernández, psiquiatra y secretario ejecutivo del Acuerdo Nacional, nos pone en el diván por una hora. Se despoja de la camiseta acuerdista para criticar severamente y a la vez intentar aproximar algunos extremismos. Sin que parezca un juego de prefijos, explica como así estamos en un momento ‘destituyente’ que cancela la posibilidad de uno ‘constituyente’, pero nos obliga a uno ‘instituyente’, del que encuentra algún ejemplo esperanzador.
LEE TAMBIÉN: Casa de Sarratea es incautada y pasa a manos del Estado: los argumentos para el allanamiento
—Luego de la transición del 7 de diciembre, ¿estamos más o menos polarizados o hemos entrado en una fase distinta donde la polarización se expresa de otra forma?
Yo creo que seguimos polarizados. Hay un cambio. No sé si de timbre de tono o, en algunas gentes, de menos decibeles. Pero creo que sí hay grupos de personas que tenían posiciones que eran muy, muy duras, por decir la expresión menos cargada de connotaciones. Y ahora tienen una conciencia de que es hora de terminar con estos enfrentamientos y, por lo tanto, sí creo que hay algo menos de polarización. Pero también creo que en algunos sectores esto se ha petrificado un poco más. Acuérdate de nuestra independencia cuando Rodil, el brigadier [José Ramón] Rodil, se atrincheró en el Real Felipe y sostuvo que defendía la corona española y duró dos o tres años más y murió en una resistencia heroica, suicida, descabellada. Hay gente que cree que su posición tiene que ser heroica, épica.
Entrevista a Max Hernández
—Castillo tiene algunas características de esto, aunque con cálculos menos épicos, mucho menos heroicos.
Sí, mira, yo creo que el punto que tenemos que ver en este momento es que ese intento de golpe fue un real intento de golpe. Hay gente que dirá ‘un golpe de estado es un golpe’, exitoso o no. El problema es que ese intento de golpe ha sido metido debajo de la alfombra y se plantea simplemente que Castillo fue sacado a la mala de su lugar de presidente de la República. Y creo que acá han contribuido muchos sectores que se han atribuido la vacancia de Castillo como que hubiera sido un logro de un acuerdo congresal, cuando fue simplemente el momento en que Castillo había cometido ese harakiri, si queremos llamarlo así.
MIRA: ‘Los Niños’: Fiscalía de la Nación incluye a cerca de 20 congresistas en caso de organización criminal
—En realidad, se vacó solo y el Congreso hizo un trámite.
Exactamente. Entonces, claro, si tú haces un trámite, lo correcto era mantener un silencio correcto. Usar una forma de relieve excesiva, creo que me da pábulo a decir que lo que hemos perdido es mucha corrección. Y no hablo de lo políticamente correcto. Hablo de lo correcto.
—De lo moralmente correcto.
Y no solo hablo de ética, también hablo de etiqueta. También hay una corrección de cortesía. Hay una corrección de respeto mutuo. Y todo eso como que se ha diluido de una manera muy, muy preocupante.
—Los politólogos Rodrigo Barrenechea y Daniel Encinas el “La democracia por defecto” hablan de la destrucción de los políticos. Eso incluye la destrucción de las formas de cortesía hacia ellos.
Lo he leído con mucha atención y muchas de las cosas que dicen son dolorosamente ciertas. Pero yo apunto a algo que creo que se desprende de esta preocupación por lo correcto. Repito, no lo políticamente correcto. Creo que se ha destruido ese código no escrito que nos permitía relacionarnos con un grado de confianza, con un grado de buena fe, con un cierto respeto por la palabra dada y por la palabra recibida; es decir, todo ese conjunto de normas no escritas que permiten la convivencia. Yo creo que se ha destruido la buena fe, en muchos sectores de nuestra población. ‘¿Y por qué ah, por qué se porta bien este conmigo y es sospechoso o este me miro feo?’ Entonces, si hemos perdido esa suerte de vínculo inmediato, eso que nos permite relacionarnos entre nosotros o relacionarnos con un grupo relativamente pequeño que permite que nos relacionemos con un grupo más grande. Eso se ha roto porque los grupos que aparecen vinculados a las redes o a determinados canales de televisión son grupos que se nutren de su propia manera de ver el mundo. Y si yo me nutro de mi manera de ver el mundo, voy a terminar por creer que como yo veo al mundo, es como es el mundo. Y si tengo un grupo de personas que piensan igual que yo, entonces voy a estar confirmado en la idea de que mi percepción del mundo es el mundo. Y así como se ha erosionado la buena fe, la confianza básica en el otro, también creo que se ha erosionado la posibilidad de dudar. Si dudo, estoy mostrando debilidad. Si propongo conversar, estoy queriéndote mecer o estoy queriendo ganar tiempo.
MIRA: Doce operadores de Evo Morales ingresaron al menos 27 veces al Perú, nueve de ellas de manera irregular: los detalles de sus visitas
—Entonces, ¿no hay espacio para los tibios?
No, no hay espacio. No digo para los tibios, para los que estamos en temperatura normal. Acá la gente no tiene 38, sino 40 o 42 grados. Quienes tenemos 36, no tenemos una temperatura normal.
—Ante esa absoluta desconfianza, ¿cómo surge ahora esta nostalgia, simpatía por Pedro Castillo, un político venal?
Fíjate, yo creo que acá se juegan razones muy profundas, históricas, culturales, sociales, que apuntan a una suerte de valoración de ciertas dimensiones de lo identitario. Creo que los peruanos tenemos una identidad en formación. Eso quiere decir que, al ser un país con una larga historia, con una diversidad cultural y étnica muy grandes, con un territorio maravilloso, la tarea de construir una identidad peruana ha sido muy fuerte para nosotros y no la hemos logrado constelar adecuadamente. Por lo tanto, hay una particular manera de entender la identidad, es decir, andina, más bien campesina, más bien pobre, más bien recelosa de Lima.
—Victimizada.
Victimizada, pero también porque se la victima. Entonces, y creo que este es un poco el tema. Hemos dicho que Castillo se victimizaba. Sí, pero lo hemos llevado también a que asuma una posición de víctima.
—Acrecentando su representación.
Identidad por identificación. Entonces, yo quisiera seguir explorando esto cuando digo que es una identidad en formación. No podemos olvidar que somos un país doblemente imperial, el país del Tahuantinsuyo, no solo la única civilización del hemisferio sur en el mundo, sino una civilización que construyó un inmenso imperio territorial sin el auxilio de la rueda ni el auxilio de la tracción animal. Logramos eso y fuimos el centro de América del Sur, pero también fuimos el Virreinato más importante del sur de la América. Nos olvidamos de esto y nos olvidamos de que necesitamos construir una identidad que le dé sentido a nuestra nación. Y uso la palabra nación absolutamente convencido de su pertinencia. Si no le damos a la nación peruana el extraordinario valor que ha tenido a lo largo de su historia, con momentos feroces de crueldad, de desdén, de abuso, de prepotencia de un lado, de sumisión resentida por otro, de arrebatos de bronca y de desdén; es un cóctel bien antipático. Entonces, ¿cómo comenzamos a entender la dimensión simbólica que trajo la elección de Pedro Castillo? Entendamos que fue algo que mucha gente esperaba y que miró con un grado de esperanza, que los errores cometidos, la torpeza al gobernar, la mezquindad de la propia corrupción; entonces, claro, uno puede decir ¿todo eso no descalificaría al gobernante? Claro que sí. Lo descalifica en tanto que gobernante, pero no en tanto que símbolo. Claro que si hubiera triunfado esto hubiera sido una dictadura monda y lironda, ¿no? Sin poder judicial, sin congreso, sin prensa, sin. Sin Dios te guarde.