El suboficial José Luis Soncco Quispe, de 29 años, realizaba su ronda ordinaria en Juliaca (Puno) junto con los efectivos Esteban Barrientos Chayna y Ronald Villasante Toque, a bordo de un patrullero de la Unidad de Emergencia (Uneme) de la Policía Nacional del Perú (PNP).
Para esa hora –casi al final de la noche del lunes 9–, los más violentos y mortales enfrentamientos entre manifestantes y los miembros del Ejército y la policía en la región, producidos en los alrededores del aeropuerto Inca Manco Cápac y luego en el supermercado Plaza Vea, habían menguado.
Pese a estar relativamente tranquila la noche, los subalternos tenían a mano, además de sus armas de servicio (revólveres Beretta), un fusil de guerra AKM en el asiento trasero del vehículo.
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A la altura del inmenso colegio de secundaria San Martín, primera cuadra de la calle Bernardo Alcedo, el patrullero debió detenerse abruptamente al percatarse de que piedras bloqueaban la vía. Rápidamente, de la penumbra apareció un grupo de personas que rodearon el vehículo amenazándolos con piedras y objetos punzocortantes.
Según cuentan testigos, los efectivos no hicieron uso del armamento de servicio porque creían que la situación podía ser controlada. No había enfrentamientos alrededor de esa zona. Sin embargo, el grupo reducido fue creciendo hasta llegar a más de 80 personas, entre hombres y mujeres, que llegaban al lugar con palos y pasándose la voz a gritos.
Los sujetos se referían a los policías como “tombos asesinos” y los acusaban de las muertes de manifestantes producidas en el aeropuerto y después en el centro comercial.
Esteban Barrientos logró correr y perderse entre las calles, pero no corrieron la misma suerte los otros dos agentes que sí fueron reducidos y desarmados por sus agresores delante de los vecinos y curiosos que se acercaban a la calle Bernardo Alcedo, donde el patrullero estaba detenido.
Tras ser golpeados, el grupo de agresores comenzó a gritar: “¡Ajusticiarlos!”. En esos minutos de espera, el suboficial Villasante aprovechó un descuido de sus captores para escapar, aunque luego fue alcanzado por un grupo más reducido a una cuadra.
José Luis Soncco forcejeó pese a los golpes y palos que recibía. Ya reducido, habría recibido un disparo casi mortal.
Según los testigos, el policía agonizante fue bañado en combustible al igual que el vehículo policial antes de ser prendido. José Luis Soncco habría seguido con vida hasta ese instante.
Al momento de ser emboscados, uno de los efectivos se había comunicado para pedir apoyo a la comisaría central, ubicada en el centro de la ciudad; es decir, a más de 30 cuadras del lugar de los hechos.
No obstante la comunicación, el refuerzo policial no pudo llegar porque muchas de las vías de acceso estaban bloqueadas con piedras desde que se inició el paro y porque temían una nueva emboscada.
Tres horas después, a las 3 de la mañana y con ayuda del efectivo que logró escapar en un primer momento, personal policial de la Unidad de Servicios Especiales (USE) y de la Unidad de Emergencia (Uneme), fuertemente armado y dirigido por el teniente PNP Antony Herrera Choquehuanca, logró llegar a la zona. Encontraron al suboficial Ronald Villasante Toque inconsciente, por las inmediaciones del colegio San Martín. Fue conducido inmediatamente a la clínica Americana de Juliaca.
El resto del personal llegó hasta el patrullero siniestrado, en la calle, frente al colegio. Tras hacer una rápida evaluación, verificaron la pérdida de las armas de uso reglamentario y el fusil de guerra.
En un primer momento, el joven teniente reportó que el paradero de José Luis Soncco era desconocido. Tiempo después se percataron de que al lado del vehículo yacían los restos carbonizados de una persona. El oficial informó que era presumiblemente el suboficial Soncco. Ninguno de los vecinos quería contar a los policías qué había pasado horas antes.
Hasta el cierre de esta edición, los restos de José Luis Soncco permanecían en la comisaría de San Miguel, donde laboraba, a la espera de que las vías se desbloqueen para conducirlo a la ciudad del Cusco, de donde era natural el policía.
El comandante general de la PNP, general Raúl Alfaro, informó ayer por la tarde que el subalterno sobreviviente a la emboscada, Ronald Villasante Toque, presenta politraumatismos en todo el cuerpo y que sufre un fuerte impacto psicológico debido a la tensión sufrida y al fallecimiento de su compañero, con quien realizaba labores de patrullaje.
Villasante está siendo atendido en el Hospital de la Policía del distrito de Jesús María, en Lima, junto con otros agentes que han sido heridos desde la semana pasada.
Efectivos policiales de Juliaca consultados por este Diario creen que los autores de la emboscada al patrullero donde estaba el suboficial Soncco y sus dos compañeros fueron principalmente delincuentes que habían estado horas antes intentando saquear el local de Plaza Vea.
Una nota de inteligencia del último lunes, con carácter de secreto, adelantaba que, dentro de los objetivos de los manifestantes que llegaban a Puno estaba, además del control del aeropuerto Inca Manco Cápac, tomar el supermercado ubicado en el centro de la ciudad. No se equivocaban.
En el Cusco
La tarde de ayer, manifestantes y policías se enfrentaron en el corredor minero del sur, en Chamaca (Chumbivilcas, Cusco). Por la noche se reportó el incendio de un bus policial.
Desde el inicio de las protestas, los efectivos que prestan servicios en Juliaca, especialmente en el aeropuerto, son abastecidos con víveres traídos de Lima.
Por presión o consigna, los centros de abarrotes se niegan a vender a la PNP.
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