Se define como un optimista y como tal quiere ver lo que se nos viene: más lecciones aprendidas que dramas lacerantes. Con ese espíritu, Rolando Arellano se detiene a observar cómo el confinamiento en el hogar nos lleva a ver las cosas, a soñar, invertir y comprar de manera diferente.
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—Más allá de la recuperación de ingresos que haya podido tener cada familia, hay gran incertidumbre. ¿Cómo afecta esto los patrones de consumo, las decisiones de invertir?
En realidad, a diferencia de otros años la economía va a ser una menor preocupación, habrán otras más importantes; la vacuna por ejemplo. La vacuna va a marcar el año. Si quieres ver un lado bueno al hecho de que estemos atrasados, es que vamos a ver qué pasa en otros lados, porque la logística es muy difícil con la de Pfizer que necesita 70 bajo cero. Es dificilísimo en un país que no tiene infraestructura de frío ni para vender pollos.
—A la incertidumbre de la pandemia se suma la de la política. ¿Qué efectos puede tener esa combinación de incertidumbres?
No sé si la incertidumbre de la política llega a mucha gente. Creo que hay una gran cantidad de la población que hace su vida paralela a lo que pueda suceder en la política y hacen su decisión de votar un poco tarde.
—Y las leyes populistas del Congreso no tienen mucho impacto sobre las mayorías que están en la informalidad, ¿no?
Sí, este año he hecho estudios en los que encontraba que hay un grupo de personas que habla y se supone que representan a la opinión pública pero solo representan a los pocos que hablan. Lo que encuentras es que en el Perú el 80% de los jóvenes quiere ser empresario. Les preguntas su objetivo y te dicen quiero tener una empresa. En España están felices porque el 40% de sus jóvenes quiere ser empresario, mientras el sentimiento de creación, de hacer las cosas por sí mismo es más alto aquí.
—En esa comparación con España hay que tener en cuenta que acá muchos jóvenes tienen la certeza de que el mercado formal no los va a absorber y no les queda otra que apostar por el autoempleo.
Es cierto y hay muchas cosas que mejorar en eso. Pero si ves el caso de un muchacho español que no encuentra empleo, se sienta a esperar a que haya. El muchacho peruano va a decir, ‘salgo a vender, qué cosa hago’. Ese sentimiento tenemos que canalizarlo.
—¿Ese emprendedurismo puede haberse afectado con lo que vivimos?
Puede haberse afectado, pero es medio contradictorio. Probablemente la informalidad ha crecido, porque el sector informal ha tenido la libertad para seguir trabajando. El gobierno de Vizcarra dijo algo interesante en sus primeros discursos durante la pandemia: que el estado va a darles bonos a ese 75% de gente que no tiene empleo formal. Pero a ese 25% que sí tiene, que sus empresas se encarguen de mantenerlo.
—Ese discurso de Vizcarra podría ser el de muchos candidatos actuales.
No estoy en contra de la informalidad. Es una tabla de salvación de la gente, pero para transformarla en formalidad hay que hacer a esta más atractiva. De hecho, es probable que candidatos tengan ese discurso, y no tendrás nadie que presente el argumento contrario.
—Padecemos gran desconfianza hacia las instituciones y eso incluye al mercado.
Sí, creo que se ha afectado mucho y por situaciones puntuales. No quisiera aparecer como un defensor del sistema, pero mira, hicimos un análisis de la ayuda que hicieron empresas durante la pandemia. Hasta junio habían dado como $200 millones. Comparado con su PBI, las empresas peruanas aportaron como solidaridad 5 veces más de lo que daban las empresas norteamericanas, pero ningún presidente dijo ‘gracias, también’.
—La pandemia trae nuevos elementos de desigualdad. Los estudios de seroprevalencia muestran que el 13% del nivel más alto ha sido contagiado y un 49% del más bajo. ¿Qué te sugiere esa diferencia?
Cuando hablas del AB, es más o menos el 20% de la población, el C y D son 30% y 30%, y el E es 20% más o menos. Lo que te dice esto es que el que tiene más recursos ha podido encerrarse, simplemente. Si tienes la plata para encerrarte, te encierras.
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—Te encierras y tienes más espacio.
No solo menos gente en más espacio, sino que la vida en comunidad de los grupos con bajos ingresos es mayor. La gente con más ingresos tiene su casa cerrada y a veces ni conoce al vecino. En los grupos de bajos ingresos, la vida en comunidad es parte de la autoayuda.
—Aclaremos que estas cifras son solo para Lima.
Pero muestra diferencias inmensas. Al comienzo de la pandemia hablaban del peruano desobediente, y el gobierno sacó una campaña culpando al que salía. Pero el peruano no era desobediente porque era suicida sino porque si tus hijos tienen hambre tienes que conseguirles la comida.
—Sueles mencionar a una Lima de estratos que no se tocan. ¿Esas diferencias en la seroprevalencia lo confirman? La enfermedad se ha concentrado en unos distritos y no en otros.
Se concentra la enfermedad y el contagio. Al comienzo se decía que era una pandemia de los ricos que traían el virus del extranjero, pero después esas familias pudieron cubrirse mejor. El porcentaje de trabajo informal que hay en el AB es más o menos 40%, en el DE es 95%. O sea, el AB por lo menos ha tenido un trabajo que le ha podido seguir pagando y quedarse en su casa. El más pobre ha tenido que salir de todas maneras a vender cosas, a atender su kiosko.
—¿Has conocido casos de gestión comunitaria o empresarial exitosa de la pandemia? Casos que serían interesantes de replicar.
De gestión propiamente de la pandemia, no. El sector minero siguió funcionando y tuvo controlado el tema. Ponía a trabajadores un mes completo para evitar contagios con sus familias. En algunos casos se ha hecho que la familia los visite y no al revés. En el campo, la agroindustria siguió trabajando y controlando los niveles de contagio relativamente bien.
El sector construcción es importante porque la gente, ya lo veíamos, valora más su hogar. El que pueda, va a buscar su casa o departamento con las características necesarias. Hay mucha más valorización del hecho de adquirir tu casa. La gente que ya sabe que puede trabajar a distancia puede buscar lotes o casitas en las afueras. Empezó a haber un regreso ligero hacia el campo. Las periferias empiezan a tener un valor adicional.
—Al revés, el que se tiene que desplazar a su trabajo presencial, le pesará más el traslado.
Por eso hay que segmentar por estilo de vida; ya no puedes segmentar a la gente solo por nivel de ingresos. Van a haber los citadinos que necesitan vivir en la ciudad, los que pueden estar más separados, las mamás conservadoras que se quedan cuidando a los hijos y el papá hace ‘commuting’, yendo y viniendo. Creo que va a cambiar un poco la composición de las familias.
—¿La gente va a ahorrar de distinta manera? ¿Lo poco que pueda invertir lo hará con distintas prioridades?
Casa, educación y luego, el tema de generar la empresa propia. Mucha gente está trabajando en la casa. El hogar como centro es uno de los cambios más importantes que deja la pandemia. La tendencia era hacer todo afuera, no comías en tu hogar, si tenías que celebrar algo te ibas a un restaurante, si tenías que recibir a alguien lo hacías en otro lado; estabas dejando el hogar, ya ni siquiera se desayunaba. Los hogares en el mundo empezaron a tener una kitchenette porque con las justas se desayunaba, ya no se cocinaba. La pandemia ha hecho que el hogar vuelva a recuperar ese lugar que se estaba perdiendo y probablemente se recupere por un tiempo largo.
—Sería bueno si ello surge de la libertad de elegir y no de la obligación de encerrarse por miedo.
Claro, pero el miedo pasará y habremos aprendido algunas cosas buenas. La idea no es que el miedo se quede. Esto ya te enseñó que hay cosas que se pueden hacer. La gente va a comprar de manera mucho más mesurada que en años anteriores. Y quiero pensar en las elecciones. Van a ser únicas porque no va a ver publicidad, va a estar limitada y las empresas no van a dar aportes, no va a haber mítines, hay muchos rostros nuevos porque no hay reelección. Sino se hace algo, van a estar dominadas por las redes sociales y los fake news. Tenemos tres meses para hacer un curso acelerado de democracia. Hace años hice un libro que se llama “Vamos a comprar un político” y básicamente lo que digo es que la gente se toma más tiempo para decidir la compra de una refrigeradora que para elegir a un presidente. Enseñemos por lo menos a decidir por quien votar como quien se compra una refrigeradora.
—¿Cómo estaremos en el bicentenario, habrán pasado la pandemia y el miedo?
Soy un optimista porque creo que la única forma de avanzar es ser optimista. La pandemia nos ha enseñado muchísimas cosas, un poco de solidaridad, un curso intensivo de digitalización, la higiene, el respeto al otro. Hará que lleguemos distintos al 2021. Algo positivo que encuentro es que en el primer centenario en 1921, el 80% no festejó el centenario porque no era parte del Perú oficial. El del 2021 sí es un Perú donde estamos más juntos. Pobres y ricos tienen acceso a un sistema democrático donde todos votan y se expresan, en 1921 era un centenario aristocrático.
El consumo ya no será lo que era
—Hay rubros en los que ya no invertimos. ¿A dónde va el cambio de prioridades?
Por un lado hay más pobreza porque el ingreso ha disminuido; por otro lado ha habido mucha mayor economía en las familias. Hay muchas cosas en las que se ha gastado menos, en salidas, en ropa; eso probablemente genere una nueva visión del consumo. Ha sido una buena parada del consumismo creciente que te ha hecho ver que hay cosas que no necesitas, como salir todo el tiempo; que puedes cocinar en casa, divertirte tú solo, que no necesitas tantas cosas de marca. Eso va a quedar por buen tiempo.
—Hay cosas en las que hay certeza para invertir, por ejemplo, en conectividad.
En tu conectividad y en el hogar. Hay un regreso al hogar. Ahora sabes cuán importante es tener un hogar bien equipado, cuán importante es tener un balcón o ventanas. Mucho del gasto va a ir o a mejorar el hogar o a conseguir un hogar con determinadas características. Lo que ha crecido es el valor familia. Los niños han tenido que jugar con sus hermanos, el papá ha tenido que cocinar mientas la mamá estaba en la computadora.
—La computadora es una inversión fundamental.
Una computadora y un buen internet. Ahora el que va a vender casas o edificios va a decir que la conexión a internet es especial, tendrá más valor. Aparte del COVID y de la salud mental, en los otros capítulos de salud hay mejoras. Ha habido menos accidentes de tránsito. Los sectores que han podido ahorrar han ahorrado, los bancos han más que duplicado los fondos de ahorro de las familias.
—¿La inversión en educación cambia ante la incertidumbre?
En educación la incertidumbre es más bien sobre el modo del aprendizaje, si es digital o presencial. La gente siempre la ha dado importancia. Probablemente van a subir las carreras técnicas, pero es muy pronto para saberlo. Las carreras ligadas a medicina tendrán más demanda. En otras cosas veo grandes necesidades pero todavía no veo grandes cambios.
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