Desde su célebre libro “Ciudad de los Reyes, los Chávez, los Quispe...” (2004), Rolando Arellano ve luces y oportunidades donde la mayoría ve sombras y desgracias. Acá nos habla de una destrucción creativa, de un capitalismo popular desordenado y, óiganlo bien, de un año de orgullo.
—Estamos ante un panorama..., dejo los puntos suspensivos para que completes la oración.
Expectante, siempre en camino a la mejora de manera general. Hay un común denominador en los análisis con la población, que no necesariamente refleja lo que las redes y muchos medios señalan. Estas ponen énfasis en lo malo que está pasando y muy poco en lo bueno que pasa o te ha pasado. Hay un sesgo hacia lo mal que, supongo o veo o leo, le va al país.
—No se puede entender al Perú a través de los medios y las redes.
De ninguna manera, sobre todo a través de las redes. No puedes generalizar, pero sí se ha vuelto mucho más fácil mostrar el problema que ver lo que estamos progresando, que ver la solución. [...] Se ha formado un círculo vicioso. A nivel individual, me siento bastante mejor de lo que supongo que le va al resto. Hay un negativismo de lo que le pasa al país, a mi ciudad, a los otros. Tú preguntas a la gente cómo está, “yo estoy bien, pero todos los demás están mal”. Estadísticamente, no coincide.
—¿Y el que se siente mal y dice que está mal?
Es otro tipo, existe, es más puntual, es muchísimo menor. Los que se sienten mal y no han progresado son 20%, 25%. El 75% te dice que está mejor.
—Las élites no están sabiendo leer al país.
No, y son cada vez menos representativas. Antes, lo que decían las élites filtraba [hacia] abajo y servía de elemento motor.
—En CADE, evento emblemático de la élite económica, hubo discursos de autoflagelación. ¿Tenían sentido, tenían las razones correctas?
Tiene sentido en la medida en que hay cosas que no se han hecho bien. Lo que no tiene sentido es solo aceptar los aspectos malos y no mostrar, porque no es popular, todo lo bueno. Por ejemplo, el Perú es un país de empresarios. Los estudios muestran que el 80% si no lo es, quiere serlo, quiere su propio negocio, producir.
—En tu trabajo con empresarios, asistes a sesiones de autoflagelación. ¿Qué razones se repiten?
Lo que siento más que una autoflagelación es un sentimiento de incomprensión, de que muchas veces no se siente el esfuerzo de trabajar en una situación difícil. Todos los controles van al 20% de [empresas] formales, como si la informalidad no existiera. No son santos ni mucho menos, pero piensan que las reglas de juego no son claras.
—Reglas no claras, pero hay percepción de injusticia, ¿no? El empresario sabe que hay brechas.
Claro, pero estamos hablando del 2%. El 98% de empresarios está en otra.
—Todos hacen la pregunta mórbida, ¿por qué no nos pasa lo de Chile? ¿La informalidad es una razón?
Sí, es una de las razones. Lo que pasa respecto a Chile es que las distancias sociales son mucho mayores allá. Aquí las hay, pero no nos damos cuenta porque los grupos no se ven, no se cruzan. Las grandes mayorías están en las periferias y no tienen un patrón [como para] que digan: “Mira cuánto tiene y yo no, tiene su carrito, sus hijos en la universidad”.
—Además, tú dices que se han acortado esos símbolos de desigualdad.
Y eso es muy reciente, es revolucionario. No tiene nada que ver con los gobiernos; de hecho es a pesar de ellos. Son 25 años. Nunca en la historia del Perú hemos tenido cambios sociales tan grandes.
—Sin embargo, la última prueba PISA, que nos muestra entre los que más hemos avanzado, también nos pone en el último lugar del indicador que mide cuántos estudiantes del segmento más pobre alcanzan a estar en el segmento de alumnos con más habilidades.
Es un indicador de desigualdad y hay mucha desigualdad. Pero, si vemos de dónde venimos, la desigualdad ha disminuido mucho. Avanzamos en muchos niveles.
—¿Cómo cuáles?
Por ejemplo, en el tema educativo, ha habido una mejora en la cantidad de gente que va a las universidades. No era visto como un símbolo económico, sino de reconocimiento social, el diploma era lo importante aunque fuera de la universidad Don Pepito. Ahora estamos en otro nivel de exigencia cuando la Sunedu busca la acreditación.
—¿Qué políticos saben leer esto?
Castañeda, Fujimori han sabido leer, pero se han portado más como seguidores del público que como líderes.
—¿Martín Vizcarra está en esa senda?
Hasta donde se ha visto, no tiene propuestas propias, sigue el ‘mood’ [estado de ánimo] de la población. Muchos creen que eso es hacer política, seguir lo que supuestamente las mayorías dicen. [...] Hay muchos que son políticos, pero no líderes capaces de oponerse y tomar decisiones impopulares. No tenemos esos Galileos dispuestos a decir que la tierra es redonda.
—Este capitalismo popular del que sueles hablar entraña un individualismo que hace difícil cuajar proyectos colectivos, ¿no?
Sí, es un capitalismo desordenado. Miramos mucho al modelo norteamericano, pero países europeos y nórdicos se basan mucho en empresas pequeñas pero organizadas. Aquí estamos con la ley de la selva.
—El emprendedurismo desordenado sí ayuda a la autoestima, pero todavía hay discriminación.
Creo que estamos mejorando. Los últimos dos años, en términos de cambio social, han sido [un período] creo que hasta fundacional. Se ha destruido creativamente mucho, la corrupción se ha sacado a la luz, la política llegó al hartazgo, se ha cerrado el Congreso, cambiado presidente. Ha sido una destrucción de cosas que no estaban bien. El siguiente paso hay que esperarlo. He visto muchísima expectativa de la gente inmediatamente después del cierre del Congreso, pensando ‘ahora sí voy a elegir’.
—¿A pesar de que se siente fría la campaña?
Antes de la campaña la gente ha estado muy expectante. El problema es que la oferta va a ser muy decepcionante, pero la gente estaba con ansias.
—¿Sugerencias para candidatos?
Todos los temas son importantes, aquí el tema es ‘nicharse’; salvo seguridad y lucha contra la corrupción, que es para todos.
—Volvamos al mercado, ¿qué tanto las empresas a las que les va bien no saben lo que pierden por no explorar un país que ha cambiado?
Cada vez más se dan cuenta de que la capacidad adquisitiva está en las mayorías. Muchos creen todavía en ese concepto que les gusta a los publicistas, de lo aspiracional, que todos quieren ser como los miraflorinos y sanisidrinos y se dirigen a ellos, ‘ven a mí que soy la tierra prometida’. Y la verdad es que no les importa lo que pasa en Miraflores y San Isidro, no los conocen. Muchos empresarios todavía no lo entienden. Los que verdaderamente están creciendo son los que están en esos mercados [de la periferia]. Un amigo me hizo ver los artistas más populares en la radio, ¿cuántos crees que son extranjeros del top 15?
—¿La mitad?
¡Dos¡ [luego de la entrevista, pude ver el ránking de BMAT. Los dos extranjeros son Daddy Yankee y The Black Eyed Peas con J Balvin. Los 3 primeros son Agua Marina, Grupo 5 y Corazón Serrano]. ¿Cuál ha sido la noticia más importante para los peruanos en el último año?
—Dila por favor, no quiero meter la pata.
Los Panamericanos, porque han cambiado el sentimiento de orgullo. Si algo quieren los peruanos, es el reconocimiento. Esperamos que el mundo diga “el Perú está bien”. Chile y Colombia están en problemas y nos traen la final de River con Flamengo. Ha sido un año de quiebre en el orgullo nacional y ese es el comienzo de la construcción de una visión social, de cómo empezamos a dejar ese individualismo. Hay destrucción creativa, pero también hay una apertura. Sí creo que las élites, los que tenemos algún tipo de responsabilidad, tenemos que asumir posiciones de liderazgo que implican muchas veces oponerse a lo que las mayorías piensan.