Como presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el filósofo Salomón Lerner Febres tuvo contacto directo con múltiples víctimas de la violencia de Sendero Luminoso, el grupo terrorista encabezado por Abimael Guzmán Reynoso. Ante la muerte de Guzmán, le hicimos una corta entrevista a Lerner.
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- ¿Qué reflexiones le suscitan la muerte de Abimael Guzmán, el cabecilla de Sendero Luminoso?
Con la muerte de Guzmán se marca un hito importante en el desarrollo de las ideologías violentistas dentro de la sociedad peruana, en tanto él fue el dirigente mesiánico de Sendero Luminoso que causó tantos miles de muertos a lo largo de veinte años de guerra fratricida e injusta, en la que sufrieron muchos pueblos de la sierra del país. Guzmán muere en la cárcel, donde debió estar; muere, además, sin haberse arrepentido de sus crímenes, lo cual hace que yo considere que le ha faltado la suficiente inteligencia para darse cuenta de lo mal que obró. A mi modo de ver, Guzmán nunca estuvo plenamente en sus cabales. Lejos de ser un líder inteligentísimo y mesiánico, fue simplemente una especie de auto proclamado profeta y mensajero de la verdad que no aceptaba sino dogmáticamente aquello que venía del marxismo-leninismo, del comunismo de Mao Tse Tung y de su propia cosecha. Y lo triste de todo es que en función de una sociedad sin desigualdades, pues para conseguirlos admitía como válidos los instrumentos más viles como el asesinato de las personas.
- Una violencia sin frenos.
Causar un millón de muertos para que la revolución triunfe no era problema. Aquellos que no pensaban como él eran enemigos. Así trató a muchísima población aldeana de la sierra del Perú a quienes calificaba de mesnadas, cuando él decía que había que batir el campo y hacer tabula rasa. Todo ello en función a un paraíso que ni siquiera sabía describir bien cómo sería. Hubo una mezcla de dogmatismo ideológico, y también una secreta, oscura vena, casi religiosa, en donde él se creía una especie de profeta o mesías.
- ¿Qué se debería hacer para evitar que su figura no sea la de un mártir, como pretenden algunos de sus seguidores?
Creo que no se debe hacer tanto revuelo por su muerte. Murió, como mueren todos los hombres, y en la cárcel sin arrepentirse. No podemos fomentar que tenga seguidores a través de unas ceremonias fúnebres que hagan de él una figura especial. Creo que el ministro de Justicia tiene razón cuando habla de cremar sus restos y esparcir sus cenizas en el mar. Así evitaríamos mausoleos y peregrinaciones. Pero yendo al fondo, si queremos evitar cosas así a futuro, hay que educar a los jóvenes, hay que enseñarles qué pasó en el Perú, qué hizo este señor, el daño que hizo a la patria, y cómo vivimos años terribles en los que hubo gente vilmente asesinada, hubo genocidio, un irrespeto muy grande por la dignidad de los seres humanos. Eso no se está enseñando.
- ¿Eso no se enseña?
Los jóvenes no saben hoy quién es Guzmán. Ayer [viernes] veía que se le presentaba a jóvenes que ya están en universidad fotos de Guzmán y no sabían quién era esa persona. Creían que era un político extranjero, un científico. Si no se enseña qué hemos vivido, corremos el riesgo nuevamente de caer en situaciones terribles. Especialmente con las gentes que siendo todavía postergadas y no reconocidas plenamente por el Estado, se sienten atropellados y pueden oír estos cantos de sirena de quien venga a prometerles la libertad, la felicidad, aunque para ello haya que pagar la cuota de sangre. Eso no puede suceder, y eso solo se consigue con educación; y con una política que sea inteligente, coherente, que busque el bien común y dé igualdad de oportunidades por parte de las autoridades.
- ¿La muerte de Guzmán puede traer paz entre las víctimas de tantos años de terrorismo? ¿O la paz solo se va a lograr con reparaciones?
La paz comienza a darse, por lo menos en las víctimas, cuando el Estado las reconoce como víctimas y las repara. Eso es lo que dijo la Comisión de la Verdad: las víctimas necesitan de una reparación moral, además de una reparación material, por los daños que ellos sufrieron, y que el Estado no supo evitar y que en ocasiones el Estado mismo provocó. Entonces, yo no creo que la muerte de Guzmán les dé paz, más aún si este señor ha muerto sin arrepentirse. El daño que les ha sido hecho está allí, permanece, les duele. Y no creo que un hecho irrelevante -porque Guzmán ya estaba preso, viejo y enfermo- como su muerte vaya a significar un bálsamo para sus heridas y reconciliación con el país.
-La muerte de Guzmán se produce en un contexto en el que el fantasma de las simpatías hacia este grupo está presente. Se hacen cuestionamientos a miembros del Ejecutivo por sus vínculos con Sendero Luminoso. ¿Cuál debería ser el mensaje que el Ejecutivo debería enviar para sanar estas heridas?
El Ejecutivo tiene una gran responsabilidad en ese sentido: Tomar toda la distancia posible en lo que respecta a esas situaciones o personas que parecieran vincularlos con Sendero Luminoso. Y digo Sendero Luminoso porque este no solo fue el de la lucha armada. Cuando fue tomado prisionero Guzmán, habló de un recodo en el camino y del acuerdo de paz. Así, SL se escindió entre los “acuerdistas”, que seguían a Guzmán y querían meterse en la política para desde la política llegar al poder; y los de la facción “proseguir”, con ‘Feliciano’ [Óscar Ramírez Durand], que son los que están en el Vraem convertidos en sicarios de los narcotraficantes. Los políticos se agruparon en el Movadef, pretendiendo constituir un partido que jugara en la democracia, pero contra la democracia, lo cual es inadmisible.
El que haya personalidades públicas vinculadas con el Movadef es una manera muy poco atinada de dar serenidad, caramba, tranquilidad a la población. Es un modo muy poco inteligente de hacer frente a una derecha radical que también es absolutamente reaccionaria. Hay que quitarles esa arma a los que están en un ala radical de derecha, y hay que tomar distancias de esa izquierda radical, que sería aquella con el manto del Movadef, o instituciones emparentadas como parece ser el Fenate, desean presencia en la vida pública. Las autoridades se deben a todos los peruanos, no a un sector político.
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