La más constante e internacionalmente reconocida activista de los derechos de la mujer andina peruana tiene mucho que decir sobre las múltiples violencias que soportan sus compañeras, desde el feminicidio hasta “La paisana Jacinta”.
— Tras este día de la mujer, ¿qué te viene primero a la mente, celebrar lo avanzado o la preocupación ante la violencia?
En general, se ha avanzado. Porque antes no estábamos visibles ni para bien ni para mal. Estábamos en la invisibilidad gozando o padeciendo. Y tiene mucho que ver con la conferencia mundial sobre la mujer en Beijing en 1995. Las mujeres indígenas estábamos ausentes, pero a unas cuantas se nos ocurrió hacer un espacio de reflexión y fuimos articuladas.
— Fujimori fue el único presidente hombre en Beijing, y hoy el fujimorismo es tan conservador.
Es contradictorio porque Fujimori creó el Ministerio de la Mujer, implementando aparentemente el plan de acción de Beijing. Y ahora su grupo está compuesto por gente muy conservadora. Gente que dice que está en contra del aborto de embarazos de niñas por violencia sexual.
— La máxima violencia contra la mujer son los feminicidios. ¿Crees en la teoría que son la reacción a un avance?
Creo que sí, porque nuestros hijos varones también han sido criados en una sociedad donde no tienen derecho a expresar sus sentimientos. Los han obligado a ser machos y se tienen que portar como machos. Y cuando ven esa condición amenazada, creo que pierden todo control. Entonces, ahí tenemos que mirar las causas, porque si no las abordamos, las cosas van a seguir ahí.
— A la discriminación de género se suma la discriminación de raza.
La discriminación, las exclusiones y la opresión se dan no solo porque seamos mujeres, no solo porque seamos pobres, sino también porque somos un sector no aceptado en la sociedad. Todavía falta bastante para que las diversidades culturales y étnicas nos veamos con respeto mutuo. [...] En el caso de las mujeres indígenas, la discriminación es realmente múltiple. Mientras una mujer profesional no indígena puede ser discriminada solo por su aspecto de género, en nuestro caso se suman otras discriminaciones.
— Mujer, pobre, indígena, rural...
Yo no tengo estudios superiores. Y la vida misma me hizo. Pero al principio una no es consciente. Tanto te chancan que tú crees que verdaderamente no sirves. No sabes. No vales.
— Nos impactó el maltrato en la TV a la madre de una niña asesinada.
No somos conscientes de cuán racistas, de cuán discriminadores somos. Hace falta mucho trabajo, mucha educación, sensibilización, y ahí los medios televisivos cumplen un rol importante. Tú sabes cuántos años hemos luchado contra “La paisana Jacinta”. Y no hemos logrado sacarla de la televisión.
— Es una presencia residual, pero ahí está.
Ahí está, y los chistes y las bromas son de carga racista. Nos chocó a las indígenas que estamos tratando de desarrollar conciencia de derechos. Nos chocó en el sentido de presentarnos tan horribles, chabacanas, cochinas. O sea, todo lo feo y lo malo, pero puesto y mirado desde fuera. Entonces, dijimos por qué vamos a permitir que nos presente así. [Jorge] Benavides dice: “Pero es así, están en las calles”. Nosotras decimos: “Trabajamos para que eso desaparezca”. No para que se perennice en las retinas de niños en la ciudad, burlándose de ella. Y otra cosa: le puso esa chispa de pendeja, nosotras no somos así. Empezamos la pelea en el 97, ya no solo somos nosotras las que están hablando contra el racismo y la discriminación. Para quitar al Negro Mama hicimos alianza entre afrodescendientes e indígenas. Somos una sociedad que ha permitido reírnos y hacer reír burlándose del otro.
— La publicidad sigue llena de modelos distantes de las identidades locales.
Nos falta un autorreconocimiento como sociedad y pensar en nuestros orígenes.
— ¿Y eso va más allá de derecha e izquierda?
Más allá.
— ¿Qué piensas del etnocacerismo, un supremacismo invertido?
Nosotros superamos el tema de las razas en Chirapaq, superamos el tema del color. No nos define el color, sino el estado de conciencia, quién eres, de dónde vienes, qué estás haciendo y adónde quieres llegar.
— Estás en redes internacionales de mujeres indígenas. ¿Las preocupaciones son comunes?
Muy comunes. Hemos llegado a conclusiones como que las violencias, con ‘s’, afectan a todas por igual en países del norte y del sur, desarrollados y en vías de desarrollo. En Canadá se han descubierto mujeres indígenas desaparecidas, abusos en los internados.
— ¿Estás de acuerdo con el proyecto de dar un escaño a los pueblos indígenas?
Estamos de acuerdo y lo empujaremos. Es un derecho de representación y participación política. Hemos pasado colonización, evangelización, ideologización, politización, y eso nos ha dividido. Puedes encontrar líderes en un partido y otro.
— Politización que es, además, polarización.
Politización en sentido negativo porque no nos dejan crecer con nuestra propia ideología, sino con algo impuesto. Muchas veces hemos sido satanizadas por las izquierdas, porque venimos de un movimiento de indígenas críticos que decían: ‘Ni la cruz ni el martillo’ [ríe]. Vemos a los partidos que llegan a las comunidades a buscar votos, luego llegan al poder y se olvidan.
— Y pueden estar en distintas bancadas.
En distintas bancadas y entre nosotros porque no somos puros. Tenemos todas las debilidades, como cualquier ser humano. Somos alrededor del 24% según la pregunta de autoidentificación del censo.
— Volviendo al día de la mujer, ¿qué apuntar en adelante?
En primer lugar, la multidimensionalidad de las violencias y cómo las mujeres indígenas, en un solo cuerpo, en una sola vida, las reciben todas. Si se quiere liberar porque se da cuenta de que no puede soportar aquello, es objeto de asesinato, de golpes.
— Están el acoso, la trata, el abuso doméstico.
Se ha visibilizado el abuso sexual, pero ha habido generaciones de mujeres que han tenido que parir al hijo o al nieto del patrón y en esa casa nunca se ha creído en la palabra de esa mujer y ese niño ha crecido en la marginalidad. Siempre se ha puesto en cuestión nuestra palabra, pero todo ha ido cambiando. Tenemos que caminar hacia el respeto de la vida y los derechos humanos de todos.