“Nosotros viajamos menos”, por Enrique Pasquel
“Nosotros viajamos menos”, por Enrique Pasquel
Enrique Pasquel

El destape del periodista de El Comercio Martín Hidalgo de que no solo ha llenado las portadas de todos los diarios esta semana, sino que, además, llevó a los señores aludidos y a sus correligionarios a pechar a la prensa con una indignación digna de mejor causa. 

Para ser franco, hasta ayer a las 8 de la noche esta columna trataba de otro tema, pues sentía que sobre el programa naranja de viajeros frecuentes quedaba poco que decir, ya que los hechos eran de por sí elocuentes. Pero lo que revela la suma de razones que ofrecieron los fujimoristas a lo largo del día para que no se sancione que sus viajes partidarios fuesen financiados por fina e involuntaria cortesía de todos los contribuyentes merece sin duda unas líneas.

Una de las más llamativas justificaciones fue la del congresista Juan José Díaz Dios, quien dijo que estos gastos no fueron un acto “ilegal ni inmoral” y que a lo más los fujimoristas “pecaron de ingenuos”. Lo cierto, sin embargo, es que no hay que ser zahorí para percatarse de que el dinero que los peruanos entregamos al Congreso solo debe ser destinado para funciones de representación. Para todo efecto práctico, usar dinero público para financiar viajes de campaña es tan ilegal e inmoral como utilizarlo para pagarse unas vacaciones a Aruba. La concepción fujimorista de la ley y la moral, sin embargo, parece ser tan laxa (o ingenua, según Díaz Dios) que permite el apropiarse del dinero ajeno sin reparos.

El señor Becerril, por su lado, señaló que “se devolvió [el] dinero de viajes como un gesto político”. En otras palabras, según él, los fujimoristas no solo no hicieron mal, sino que tuvieron una liberalidad con la patria. Únicamente le faltó añadir que los peruanos deberíamos estar agradecidos por esta generosidad que la prensa le mezquina.

Asimismo, la legisladora Cecilia Chacón sostuvo que era “repudiable” la posibilidad de que el oficialismo hubiese filtrado esta información a la prensa. Es decir, para ella, lo condenable aquí no es el desvío de recursos públicos para fines personales (algo que los abogados podríamos llamar con no poca preocupación “delito de malversación de fondos”), sino que el vecino les pueda haber tirado dedo.

Las muestras de la dirección a la que apunta el compás ético fujimorista, no obstante, no terminan ahí. Pedro Spadaro, indignado, se refirió a los viajes que realiza la primera dama y que desde hace tiempo vienen siendo cuestionados por la prensa, debido a que se producen en una zona muy gris en la cual recursos del Ejecutivo terminan siendo destinados para actividades que bien podrían ser consideradas como proselitismo del Partido Nacionalista.

Spadaro, enfundado en la convicción que solo tiene el que se siente libre de pecado, sentenció: “Si es válido para ella, ¿por qué para el resto no lo es?”. Solo le faltó añadir, muy en la tradición fujimorista: “Nosotros viajamos menos”.

Finalmente, Keiko Fujimori, si bien exhortó a la devolución del dinero mal usado, sostuvo que el solo retorno del mismo debía tener como consecuencia que la Comisión de Ética archive la investigación contra ellos. De esa forma, perdió una estupenda oportunidad para demostrar a la ciudadanía que las raíces morales del fujimorismo no siguen enterradas en los noventa. Y nos dejó en claro que cree que, basta que devuelva lo robado, para que un ladrón pierda esa condición.

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