“Las vicepresidencias en el Perú han sido siempre sospechosas de traición”, sentencia Juan Paredes Castro, quien prepara un libro titulado El presidencialismo monárquico. Para el periodista, la figura del vicepresidente se entiende dentro de la lógica hiper presidencialista que “le da un cheque en blanco firmado” a cada gobernante. A falta de un sistema de control de daños, el histórico golpe de Estado o el botón rojo de la vacancia por incapacidad moral han sido las drásticas medidas que le abren la ventana al vicepresidente de turno. Qué más suspicaz que un funcionario sin funciones, ni planilla ni oficina. Y con mucho roce y tiempo libre para complotar. Un miembro del gobierno que puede participar en las sesiones del Consejo de Ministros con voz pero sin voto. Un encargado que no tiene un rol definido, salvo manejar el despacho presidencial cada vez que el presidente viaja.
“El cargo de vicepresidente es el de un florero”, dice Mercedes Aráoz. “Eres un adorno”. La ex vicepresidenta reconoce que la plancha presidencial se suele usar como herramienta de campaña de manera frívola, ya sea compensando la cuota de mujeres o de provincianos. Para contrarrestar eso, ella optó por postular paralelamente al Congreso, “con la idea de ser operadora del Ejecutivo”. Sus referentes fueron los casos de Estados Unidos y Argentina, donde el vicepresidente preside el Senado. De forma análoga, recuerda, “Martín Vizcarra quería ser el operador del Ejecutivo con las regiones”. Como explica la ex Presidenta del Consejo de Ministros, ese rol ya no tendría sentido hoy, pues lo asume el Viceministerio de Gobernanza Territorial, creado en febrero del 2017.
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“Muchos presidentes se han curado en salud dándoles un cargo a sus vicepresidentes”, complementa Paredes Castro. Una embajada, una cartera o un escaño. “Hay cierta maldad en no asignarles un sueldo, en tratarlos como a una cenicienta”, argumenta. “Los tienen en el aire”. Pero también hay desconfianza. Es contradictorio que se le exija tan poco a un cargo que, con los años, ha demostrado ser cada vez más relevante. Porque de un tiempo a esta parte, las elecciones nacionales parecen copiar los vicios de los comicios subnacionales en una suerte de descentralización al revés, en la que Lima imita lo peor: desafección, tachas, revocatorias (vacancias) y acuchillamientos por la espalda. Y en esa lógica regional, la rumorología nos dice que hay demasiados colaboradores susurrándole a tan solo dos oídos presidenciales.
Una breve mirada histórica a la hemeroteca confirma las sospechas. Los primeros vicepresidentes del siglo XIX fueron también los primeros presidentes interinos, desde Manuel Salazar y Antonio Gutiérrez hasta Justiniano Borgoño, quien siendo segundo vicepresidente se enfrentó al primer vicepresidente para reemplazar al fallecido Remigio Morales Bermúdez. La lista es larguísima e incluye reemplazos por viajes, guerras, levantamientos y hasta fugas.
Como se sabe, al siglo XX tampoco le faltaron complots. Pero algunos presidentes supieron repartir inteligentemente el poder para calmar los apetitos. Manuel Prado lo compartió con Luis Gallo y Carlos Moreyra, pues cada cual fue a su turno Presidente del Consejo de Ministros (PCM). Fernando Belaunde hizo lo propio con Edgardo Seoane y Mario Polar, quienes fueron su PCM (y embajador en México) y senador, respectivamente. Y luego repitió la figura en su segundo gobierno con Fernando Schwalb (PCM y embajador en Estados Unidos) y Javier Alva Orlandini (presidente del Senado). Alan García le dio la PCM tanto a Luis Alberto Sánchez como a Luis Alva Castro durante su primer gobierno, aunque las tensiones y rivalidades no desaparecieron, como se evidenció en la candidatura presidencial de Alva Castro el 90.
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“Fujimori se deshizo de sus dos vicepresidentes”, recuerda Paredes Castro. “Toledo también se deshizo de Raúl Diez Canseco y maltrató a David Waisman. Y Humala maltrató también a Marisol Espinoza y a Omar Chehade.” Como se recuerda, Chehade había renunciado al cargo tras un escándalo por presunto tráfico de influencias. Marisol Espinoza, en cambio, renunció al Partido Nacionalista en octubre del 2015. Sus enfrentamientos con Humala —con reglaje incluido— se exacerbaron por el factor Nadine, quien se sentía con más derecho a manejar el despacho presidencial durante los vuelos del presidente (y cuando no viajaba, también). La propia Primera Dama, por ejemplo, bloqueó su candidatura a la presidencia del Congreso.
“Alan tenía a sus dos vicepresidentes en el Congreso y cumpliendo roles muy menores”, agrega Aráoz. “Usaba mucho más a Giampietri por su prestigio; le temía por sus vínculos con las FF.AA. e inteligencia”. La arequipeña Lourdes Mendoza del Solar no solo fue la primera mujer en llegar a la segunda vicepresidencia. También fue la primera mujer encargada del despacho presidencial el 15 de enero del 2007, ante el viaje del presidente Alan García a Ecuador. La segunda mujer encargada del despacho presidencial fue la propia Aráoz, quien asumió las funciones de trámite desde la renuncia de PPK (21 de marzo del 2018) hasta la aceptación de la misma y la llegada al Perú de Vizcarra desde Canadá (23 de marzo). “Fui encargada y despachaba incluso como PCM”, precisa Aráoz.
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“Ningún presidente ha respetado a su vicepresidente”, sugiere el periodista. “PPK mandó a Vizcarra fuera”. Valga agregar que fue luego de renunciar al Ministerio de Transportes y Comunicaciones, tras el escándalo de caso Chinchero que le iba a costar la censura. Siguiendo las enseñanzas de su ex jefe Belaunde, PPK le dio la embajada en Canadá a su primer vicepresidente. El resto es historia: PPK renunció y Vizcarra asumió la presidencia. Y la segunda vicepresidenta nunca más volvió a entrar a la PCM.
Irónicamente hablando, fuentes de aquel gobierno han confirmado que Susana de la Puente propició el enroque, advirtiéndole a PPK que Vizcarra debía ir antes que Aráoz en la fórmula presidencial. Era un tema de desconfianza. “Yo anuncié mi renuncia si lo vacaban y lo hubiera hecho”, elucubra la ex segunda vicepresidenta, ubicándose en el escenario ficticio.
A juzgar por la historia —y tras haber superado el rol de la encargatura del despacho— la flamante presidenta Dina Boluarte debe cuidarse de su ex fórmula presidencial. Y no solo del fallido dictador. Porque aunque el JNE haya retirado la candidatura de Vladimir Cerrón a la segunda vicepresidencia en la plancha de Perú Libre, es evidente que él sigue respirándole en la nuca.