Carlos Cabanillas

“Las vicepresidencias en el Perú han sido siempre sospechosas de traición”, sentencia Juan Paredes Castro, quien prepara un libro titulado El presidencialismo monárquico. Para el periodista, la figura del vicepresidente se entiende dentro de la lógica hiper presidencialista que “le da un cheque en blanco firmado” a cada gobernante. A falta de un sistema de control de daños, el histórico golpe de Estado o el botón rojo de la vacancia por incapacidad moral han sido las drásticas medidas que le abren la ventana al vicepresidente de turno. Qué más suspicaz que un funcionario sin funciones, ni planilla ni oficina. Y con mucho roce y tiempo libre para complotar. Un miembro del gobierno que puede participar en las sesiones del Consejo de Ministros con voz pero sin voto. Un encargado que no tiene un rol definido, salvo manejar el despacho presidencial cada vez que el presidente viaja.

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