El ministro Salas me recibió en su despacho del Ministerio de Trabajo, quizá el más bonito despacho de todos los ministros. Recuerdo que le comenté eso, allí mismo, al difunto Javier Barreda, ministro de Trabajo de PPK poco antes de que el ex presidente renunciara a punto de ser vacado en marzo del 2018. Con su habitual humor, Javier me comentó: “Es que cuando esto se construyó se creía en el Estado, ahora quién diablos [creo que usó un peruanismo] va a creer”.
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Perdonen la digresión, pero el escenario y los tiempos se parecen. Alejandro Salas, gentilmente, me ha permitido tener una conversación sobre la actualidad y poder citarlo en lo esencial. Le comenté que me parecía que el gobierno no calculó que las amenazas de cerrar el Congreso iban a provocar una estampida en sus bancadas aliadas, y ahora estaban dando desesperadamente el mensaje de que no quieren cerrarlo. “Nunca quisimos cerrar el Congreso, ha sido una estrategia. Cuando presentamos [en realidad, solo se anunció] la primera cuestión de confianza y luego la otra, ya sabíamos que las iban a rechazar de alguna manera. Hemos podido presentar otras, sobre tantos temas de política general. Queríamos que la OEA viera que hay un desbalance de poderes”.
Los políticos suelen jactarse de que tienen ‘todo fríamente calculado’ (Chapulín Colorado dixit), pero la realidad siempre los y nos desborda. Le insisto al ministro en que la reacción de sus bancadas aliadas ha sido tremenda. “Tomamos nuestros riesgos, en política se toman riesgos”. Le pregunté si en el consejo de ministros del jueves discutieron alguna propuesta de nueva cuestión de confianza o de apresurar la investidura de Betssy Chávez. “No, no estamos en eso. La primera ministra me comentó, ‘¿para qué voy a plantear una fecha, si van a poner la que quieran, así ha sido con otros gabinetes’”. Vaya estrategia que los tiene al filo de la vacancia y ante nuevas armas de la oposición. Cuando le menciono a esta última, el ministro sonríe y me dice: “En el gobierno tenemos unas 5 mentes que valen por toda la oposición”. Le pido que me mencione al menos una sola, pero se excusa de no soltar prenda. No me quiso confirmar si entre ellos están otros voceros como Roberto Sánchez y Félix Chero; o Guillermo Bermejo y el abogado Raúl Noblecilla; o el asesor Alberto Mendieta; o él mismo.
Fuga controlada
Para muestra de la estampida que se dio tras la cuestión de confianza, un botón de 130. Héctor Valer, ex premier de este gobierno, renunció a la bancada de Perú Democrático el mismo día 17 de noviembre en el que Aníbal Torres planteó en el pleno su cuestión de confianza. Ha declarado en los Pasos Perdidos que discutió acremente con Guillermo Bermejo, líder en esa bancada, cuando pidió a todos defender un plan de confrontación que acabaría en el cierre del Congreso. Conversé con él para pedirle más detalles.
“Bermejo planteó estrategias subversivas, de tomar el Congreso con el pueblo, habló del VRAEM, de los antauristas, de los comités de defensa, prácticamente de una sedición. Después de eso yo dijo ‘no tengo nada que hacer aquí’”, me dijo Valer. ¿Betssy Chávez participó en esa reunión?, le pregunté. “Sí, virtualmente”. ¿Y reaccionó a lo que dijo Bermejo, tomó distancia o lo reforzó?. “No dijo mucho, pero ella está en esa línea”. Ni Valer ni –según su percepción- sus ex colegas de bancada sabían que la parquedad de Betssy tenía que ver con que su cabeza estaba en otro lado, en el premierato que pronto asumiría. Una fuente me contó que ya días atrás Castillo había compartido con ambos, Betssy y Guillermo, el plan de tener un gabinete de choque con alguno de los dos, pero la elegida fue Betssy. Es probable que ello ya estaba decidido en esa reunión en la que Guillermo, según Valer, se mandó con una perorata subversiva y la futura premier, la que hoy dice ‘ni cierre ni vacancia’, no le hizo el pare.
Este relato y estos indicios, evidentemente, chocan con lo que me contó el ministro Salas sobre la estrategia de poner en evidencia el obstruccionismo opositor y el supuesto desbalance de poderes. Conciliemos ambos relatos y, quizá, bandos. Mientras Chávez, aliada de bancada de Bermejo, no abandona la fantasía de extrema izquierda de que el pueblo los salvará de cualquier irresponsabilidad que hagan en su nombre; Salas se atiene a las salidas más incruentas. En todo caso, no queda duda de que si Betssy, que tiene sus propias tribulaciones judiciales, coqueteó con la tesis subversiva que Valer denuncia en Bermejo, ahora cierra filas con el mensaje de paz: ‘no nos vaquen que no queremos disolver a nadie’.
El domingo pasado fue el clímax de la estampida. Se publicó el acta que confirmaba la amenaza de cierre y la propia Betssy lo anunció en TV Perú, aunque a la vez aseguraba que no habría ‘segunda’ cuestión de confianza. Era tan importante dar ese mensaje de calma que, al día siguiente, aprovechando su visita al Congreso junto a varios ministros para discutir la ley de presupuesto, pronunció ante el enjambre de micrófonos su nuevo mantra: “Ni cierre ni vacancia”. A la par, los ministros que la acompañaron conversaban personalmente con los congresistas pronunciando el mismo mantra.
Hubo un intento –lo sé por fuentes de gobierno- de montar una conferencia de prensa con los ministros que a la vez son congresistas (la propia Betssy, Roberto Sánchez, Silvana Robles, Kelly Portalatino y Heidy Juárez) para que hicieran público ese mensaje a sus pares, razonando de esta forma: ‘cómo vamos a arriesgarnos a perder nuestra curul’. No hubo tiempo de hacerla pues algunos estaban con Castillo en su visita a Chile, pero, en la conferencia tras el consejo del jueves, se sentaron cerca a Betty Chávez, graficando la idea y la fuerza de las cuotas.
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Pedro o Dina
¿Es suficiente haber reculado y gritar que nunca quisieron cerrar ni cerrarán el Congreso? Para Vladimir Cerrón y algunos congresistas de Perú Libre que declararon contra Castillo y hasta votaron a favor de la admisión de la moción vacadora, parece ser suficiente. Cerrón ya tuiteó contra la vacancia y Flavio Cruz, que votó por la admisión, dice que no votará por la vacancia en sí misma. Perú Libre, recuerden, amplió su cuota de uno a dos ministerios: Portalatino en el Minsa y Silvana Robles en Cultura.
El Bloque Magisterial pasa por el mismo trance. Ahora no solo tienen al ministro Rosendo Serna al servicio de su agenda anti Sutep en el Minedu; sino que tienen a una maestra, Cynthia Lindo, en el Midis. Siempre codiciaron ese ministerio que Dina Boluarte no quería soltar. Ya lo tienen, aunque no todos comulguen con la profesora Lindo. En todo caso, no duden de que ha habido una preocupación por secar las lágrimas de la maestra Elizabeth Medina, la congresista del Bloque Magisterial que, según mi colega Martín Hidalgo, soltó unas lágrimas en la junta de portavoces rogando armonía entre sus pares para evitar cerrar la casa de todos.
Detenida la estampida, ¿se salvó Pedro de la tercera vacancia y caerá luego en las garras de la suspensión? Esa es una pregunta que esta crónica no puede responder porque muchos de los actores no están seguros de cuál será su voto. Hablé con algunos, de oposición, que no tienen mucha fe en la vacancia y que están dispuestos a pelear por la suspensión. En realidad, ha habido en las últimas semanas, confluencia de estrategias y de armas opositoras. Los fujimoristas decidieron, en la Comisión de Constitución que preside Hernando Guerra García, votar a favor del dictamen de adelanto, y así conciliaron con Digna Calle y con Susel Paredes, superando un conflicto que pudieron ahorrarse tiempo atrás. Aún así, esos pequeños giros, no permitirían vacar si se mantiene el bloque de aliados ‘cuoteros’ de Castillo.
El factor decisivo antes del duelo en la calle central, tiene nombre y apellido: Dina Boluarte. La oposición la ve con nuevos ojos y habla de ella con apetito. No han hecho mayor escándalo ante el informe exculpatorio que hizo el congresista Édgar Reymundo, de Cambio Democrático (ex Juntos Por el Perú) y están resignados a que suceda a Castillo en regla. Mañana lunes, de llevarse a cabo la sesión de la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales (SAC), se votará por aceptar o no el informe. Si se rechaza, sigue un sinuoso proceso. Si se acepta, se archiva el caso. Ello se interpretaría como una suerte de conciliación multipartidaria y voto de confianza en Boluarte. Al menos, esta no estrenaría su sucesión con esa piedra en el zapato.
En estos días hay congresistas que invocan su nombre y refieren conversaciones con sus intermediarios. Hasta he oído mentar posibles primeros ministros. Cuando intento indagar en el entorno de Boluarte por todo esto, el hermetismo es grande. Lo que sí llego a extraer de mis conversaciones es que Boluarte sabe que ya dio suficientes señas de que rompió con el entorno presidencial, pero no quiere aparecer abjurando del todo de Pedro Castillo. Como mujer sin partido ni bancada, no quiere perder ese flanco popular. A diferencia de la oposición, sí cree que la OEA ayudaría a montar un diálogo para conciliar reformas antes de un adelanto de elecciones sin fecha precisa. Pero para ver esto con nitidez, falta una eternidad de tres días, con sorpresas con la de la renuncia del ministro de Defensa, Daniel Barragán (¿ampliarán la cuota a otra bancada?). Ajústense los cinturones.