Presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos, y luego presidente del Consejo Permanente de la OEA, el constitucionalista Alberto Borea recuerda su llegada a esta institución en el 2004, y entiende que la visita de una misión al Perú puede tener interesantes desenlaces.
—El gobierno de Castillo invocó la Carta Democrática apelando al artículo 17, sobre el riesgo del ejercicio del poder, pero usted ha dicho que mejor deberíamos leer el artículo 4: “Son componentes fundamentales del ejercicio de la democracia la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad”, etc.
Lo que yo digo es que, cuando viene esta comisión, una vez que el Gobierno ha dicho ‘aquí hay un peligro’, y cuando el embajador (Harold Forsyth) desplegó todos sus encantos, lo primero que tienen que hacer los embajadores que vienen es revisar los artículos de la Carta Democrática. En primer lugar, se establece que el derecho a la democracia es un derecho de los pueblos y no del Gobierno. Y en segundo lugar, que es elemento esencial de la democracia representativa la transparencia de las actividades gubernamentales, cosa de la cual estamos al parecer exentos en el Perú.
—¿Diría que la OEA fue sorprendida por los argumentos del Gobierno?
Hay un problema central: la OEA está diseñada para que estén permanentemente los embajadores que son designados por los gobiernos, por el Ejecutivo. Entonces, cuando hay un tema de esta naturaleza, creo que sería conveniente que, antes de proceder, se hiciese una consulta con los otros poderes del Estado. Digamos que ya un gobierno lo pidió; bueno, pero vamos a ver cuál es la otra versión, porque de repente nos están contando un relato que no tiene nada que ver con la realidad, como efectivamente ha pasado. Nuestro embajador en la OEA tiene muchas dotes de convicción y seguramente, como hace rápidamente amigos, ha conseguido el favor de los señores miembros del Consejo Permanente.
—Para decirlo en términos futboleros: es como cuando el árbitro espera a que los jueces del VAR miren la repetición antes de decidir nada.
Más bien es como si un jugador que está un poco lejos del lugar donde se disputa la pelota se cae, y viene el capitán de su equipo y le empieza a decir al árbitro que ha habido foul; el árbitro, sin haber escuchado siquiera a sus jueces de línea, detiene el partido.
—¿Qué cree que va a suceder después de esta visita?
Yo, en primer lugar, no veo mal la visita de la OEA. Pero una vez que están acá ya no es cuestión de ver qué dijo el embajador, sino de constatar eso con la realidad del país. Los embajadores no son muñecos del representante del Perú en la OEA, son cancilleres de sus naciones y, por lo mismo, tienen que proyectar una seriedad que no está proyectada en la forma y en los considerandos que se establecen en la carta que el ciudadano Castillo envió a la OEA.
—¿Ve al congresista Williams listo para decir lo que tiene que decir?
Bueno, tiene que prepararse. Aquí se trata de recoger la sucesión de hechos que ha habido en el país durante todo este tiempo. Por ejemplo, ¿quiénes son los que utilizan la fuerza como amenaza? No es la oposición de la calle, ni la oposición del Parlamento ni la oposición de nadie; es el Gobierno el que llama a gente a la que viste de militares, y son estos quienes empiezan a decir que van a cerrar tal poder del Estado y tal otro. Además, no existe ninguna infracción del Congreso en censurar a ministros que han tenido un comportamiento cuestionable. La función política del Congreso ha tenido que ser cumplida, dado que la función política del Gobierno ha sido verdaderamente mala.
—Plantear cuestiones de confianza solo sirve para que nos vean más enfrentados que nunca.
El ciudadano Aníbal Torres está actuando al margen de la Constitución, porque es evidente que tiene materia constitucional el tema sobre el referéndum y el pedido de una cuestión de confianza. Eso ya lo definió el Congreso en una ley y, en segundo lugar, ya lo afirmó el propio Tribunal Constitucional, que es el encargado de zanjar las cuestiones. Lo que están haciendo configura una infracción constitucional que debe de ser corregida de inmediato, a mi criterio, con una moción de acusación.
—También sobre eso tomará nota la OEA.
No solo tienen que hablar con el Congreso, sino también con la fiscal de la Nación, y ella va a explicarles, seguramente, sobre los siete casos que se están investigando. Eso haría que los cancilleres que están viniendo levanten las cejas y digan: ‘Ah, caramba. Oye, Harold, pero tú no nos advertiste de esto’. Todo este rosario de cosas tienen que ser presentadas para que los embajadores de la OEA digan: ‘Sí pues, nuestro amigo, que además es muy buen diplomático, no nos dijo todo’. Hay que mostrar el cuento completo. A la OEA se la cotiza mal, pero tiene unas posibilidades impresionantes.
—Se van a cumplir cinco años de la primera moción de vacancia contra Pedro Pablo Kuczynski, a quien usted defendió en el pleno. Para muchos, allí empezó la crisis que hasta hoy sigue.
Lo que yo recuerdo se resume en una frase de Raymond Aron con la que casi comienzo esa locución: “La estabilidad política depende de la disciplina de las ambiciones”. La inestabilidad política era consecuencia de esa ambición absolutamente desproporcionada.
—¿Quién no tenía controladas sus ambiciones?
Evidentemente, el fujimorismo. Entonces, ahí se empezó a generar algo y se vistió de juridicidad una cantidad de hechos aislados y se pretendió dar una supergravedad a hechos que habían sucedido hacía 15 años. Es totalmente distinto al caso actual, porque aquí no han pasado ni 15 días del último escándalo.